La deuda no termina jamás

Los meses son tan largos, los días lentos y la deuda no termina. La deuda es eterna y pagarla cuesta tanto. Cada día me llaman los acreedores. Quieren su trozo del pastel. Llaman una y otra vez, no se cansan. El cansado soy yo. Tengo un par de tablets sin posibilidad de actualizar y muchas ganas de evaporarme como el aguarrás. Soy insolvente cada mes. Me niegan la conmiseración y la ayuda financiera. Temen que me muera pero me ahogo en un vaso. Estoy ahogándome en los mares del norte, sin embargo, no me lanzan salvavidas. Aunque con el agua al cuello, puedo escribir algún poema todavía. Nadie duerme, mi encierro es otro, tenga seca la voluntad de vivir como merezco. Porque lo merezco. Merezco el sosegado momento, la aurora que paulatinamente luce su claridad por el lugar donde el sol se asoma. La sociedad tiene una deuda conmigo ¿o yo la tengo con la sociedad? No sé exactamente qué quieren de mí, pero algo buscan. Quizá lo encuentren. Tengo muchas preguntas y muy pocas respuestas. Cuando sabía la respuesta a mis preguntas volvieron a cambiar todas las preguntas. Soy una víctima de la carroña asquerosa.

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