Chévere

Pueden llamarte sudaka, chiriguti, o payopony, y tú como si soñaras de la misma manera les llamarás Madre Patria y te pondrás una escarapela con la bicolor como estandarte. Dirás ¡viva Perú carajo! Y a mí me parece chévere que os mantenga la Madre Patria. Vuestro trabajo os cuesta. Trabajáis de lunes a domingo y sólo queréis prosperar. A veces son banderas tricolores las que nos llaman gachupines. María Lionza y Malinche están en su altar junto a Simón Bolívar. En Santo Domingo dicen que está Colón descabezado, también Pizarro sin cabeza, y dicen de Hernán Cortés que tenía sangre caliente. Tierras condenadas a Cien años de Soledad. Él hambre de tu pueblo y la violencia no es algo que nos coja por sorpresa, los oligarcas y las maras dominan el cielo unos, y el infierno los segundos. Chévere sería que tuvierais paz y seguridad ciudadana. Que los serenazgos, los guachimanes y los guardaespaldas no valgan la pena. Blindados también viven los señores que perpetran el miedo porque no se fían de nadie. Si hay dinero hay mambo. Si no hay dinero chachachá. Entre gallos de pelea el espolón manchado está de sangre. Rolex de imitación producen sarnosa urticaria.

Crónica sobre la utopía mental

Buscar tu libertad mediante el chabacanismo y la intolerancia es siempre utópico. Tratar sin conciencia a las personas es un arma que se dispara por la culata. La utopía mental es sin duda buscar la libertad tras un lenguaje que te crea más enemistades que amigos. La literatura, la filosofía y, en definitiva, las humanidades, son una buena válvula de escape. Es evidente que nadie es libre. Pero ¿a qué llamamos libertad? Una cosa es Libertad y otra muy diferente el libertinaje. Yo si no fuese por la escritura, la lectura y mis mixturas no me quiero ni imaginar lo que sería de mí. Hoy la utopía mental nos lleva a realizar un autoanálisis sobre qué andamos buscando. Libertad, ¿libres de qué? Las consultas psiquiátricas cada vez son más frecuentes en pacientes y en trastornos ocasionados por muchos factores externos e internos. Es un crimen psicológico tanto para el replicante como para el receptor de la gran verdad de la tierra. La verdadera vergüenza del mundo es la esclavitud, aunque el cautiverio sea forzoso, no deja de ser la base y la quinta esencia de nuestra incomunicación. El fracasado pide ayuda, el desplazado pide ayuda, y el marginado pide ayuda. Yo me digo: —¡Ayúdame a ayudarte! Y es imposible. No sabes cómo, ni cuándo, ni por qué. El ser humano busca su libertad de una u otra manera. Pero eso nos hace parecernos. Aunque en un disfraz arlequinado que lo que a alguno le falta, al otro le sobra, y viceversa. La vida está repleta de trampantojos e insinuaciones sugerentes de cómo afrontar el camino. Es todo complicado pero no imposible. Yo quisiera ser más benévolo con mis semejantes pero siempre hay algo que me lleva a meter la pata de la manera más estúpida.