Me tranquiliza tanto que seamos una supernova ínfima en el espacio, que no tienen valor para mí las malas conductas ni las soberbias. En el Rubaiyat se dice “…El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio, la vana ciencia del hombre: palabras; los pueblos, los animales y las flores de los siete climas son sombras de la nada…”. En esos versos de Omar Khayyam se simplifica lo que es el mundo. Esto debería hacernos pensar para preguntarnos nuestro paso por este mundo. El gran poeta persa da unas nociones a todo aquel que piense que es amo del mundo. El mundo es un préstamo. Tiene que cuidarse para nuestros descendientes. Seamos más buenos unos con otros. Que el mundo es una minucia. Que no es para tanto rencor, inquina y la prepotencia. Seamos diferentes pero iguales. Iguales pero consecuentes. Consecuentes y sensatos. Somos nimiedades insignificantes para tanto odio, tanta maldad y crueldad. Abramos el corazón antes que el drama de vivir. Debemos de ser mejores personas. Lamentar lo que llevamos a rastras como un lastre. Ser esencialmente nada, cero, vacuidad en la vía láctea. Esa bola azul debe restaurarse como un cuadro valioso.
El mal aliento es tan fiel que hace acto de presencia cuando comes carne, cuando bebes güisqui, bourbon o fumas tabaco negro, también rubio. El mal aliento en las distancias cortas es cuando hace su aparente presencia molesta. El mal aliento persiste cuando te levantas después de haber dormido, si no te lavas los dientes, la halitosis es tan obstinada que te persigue en las borracheras, en la drogadicción, tras la siesta y en la carne blanca huele distinto el mal aliento que al comer carnes rojas. Ser vegano también causa mal aliento. Todo lo que tenga que ver con el hecho de alimentarse crea mal aliento. Hay gente que se tapa la boca, las medicinas también causan mal aliento. El mal aliento es tan fidedigno que todos tenemos, unos más y otros menos un aliento bueno cuando tenemos limpia la boca, y pésimo cuando nos levantamos. Los leones, los lobos, las hienas y los perros tienen halitosis extrema. Existe un vínculo entre el mal aliento de persona aseada y que se lava los dientes y la halitosis producida por la farmacopea, aunque el mal aliento más numeroso sea el olor a caca. Es tan estúpido culpar o delatar a alguien que le huele el aliento, que es una persona que no asume su autoengaño a sí misma. Perfumarte el aliento es primordial cuando se pretende echar un polvo. Pero repele a todo aquel que no mantenga una distancia de seguridad a prueba de malos olores sobre todo en las distancias cortas. El mal aliento acompleja, ridiculiza, y crea rechazo. También se da en casos de coprofagia y comer marisco enlatado. El mal aliento, ni aunque te laves la boca después de comer, hace siempre acto de presencia ya que las personas nos declaramos animales pensantes. Pueden utilizarlo en tu contra como arma arrojadiza. El mal aliento proviene de la lengua. Creer que el mal aliento es por el estómago o las tripas que almacenan los restos fecales es un error. El mal aliento es tan pertinaz, tan molesto y tan normal que mienten ese tipo de gente que ostenta con tener aliento de menta fresca. Porque cuando te lavas los dientes y te los enjuagas con enjuage sí que huele a menta fresca. Pero se evapora ya que la saliva también segrega toxicidades y putrefacción. Decir que no te huele el aliento alguna vez en la vida es tan falso como decir que microorganismos, carnes y bebidas alcohólicas junto con el tabaco hacen rehuir a los besos en la boca. Un buen aliento a muchos les obsesiona. Y un mal aliento los acobarda. El mal aliento es la solitaria sombra de la alimentación. El sexo sin ser animal no es sexo sin bajos instintos que delatan un aliento maloliente. Pero lo mejor es el enjuage vocal. A lo largo de la vida todos visitamos el mal aliento más de una vez. El mal aliento es la causa de divorcios y uno de los reproches para que un matrimonio duerma en camas separadas. Demasiadamente humano. Demasiadamente animal.
La tradición cristiano-católica es costumbrista en crear santos, patriarcas y apóstoles en cada ciudad que los haga seguidores fieles creyentes y donde tengan adeptos estrictamente religiosos. El día del padre es el 19 de marzo debido a que el padre de Jesús era San José, pero al ser María sin pecado concebida, quedó ya fijado que San José fuese “padre putativo” del hijo de María. Por eso lo de Pepe a la hora de llamar a un José. Porque son las iniciales de “padre putativo”, al igual que los Franciscos son Paco por San Francisco de Asís que era el fundador de la orden franciscana también conocida como Pater Comunitas. Que en castellano es “padre de la comunidad”. Hoy día diecinueve celebramos el día del padre y el día de todos los Josés.
Verdaderamente es un imposible que una mujer se quede embarazada sin haber sembrado la simiente. Pero las tradiciones tienen misticismo y mucho de leyenda mitológica. Las leyendas en pos de la cristiandad en los países católicos son muy tradicionalistas y guardan todas una relación en torno al hijo De Dios en la Tierra. Que fue Jesús de Nazaret. Para el que sea creyente mañana es domingo festivo en la comunidad valenciana y en Madrid. Así que toca ir a misa. Los 19 de marzo son el preámbulo habitual de que comienza la primavera, con días de lluvia u otros días soleados. Disfruten del domingo. El domingo de los San Josés.
Para este día tan memorable les recomiendo buen cine de José Luis Cuerda. Así en el cielo como en la tierra, toda una alegoría en clave de humor de lo que es el cristianismo. Tiene un reparto excelente, y no podría ser de otra manera que Dios fuese Fernando Fernán Gómez.
Sin mí tú vives en la gloria. Estoy cansado, muy cansado. La vida pasa deprisa ante mis narices. Ya no me besa nadie. Me disgrego porque en una habitación veo un mundo paralelo al ecosistema de las plazas públicas. De las palomas y las cotorras no se habla en mi zona común. Estoy tras el equilibrio dándole la total espalda. He difuminado paisajes de otoño y primavera para estar de acuerdo con el templadísimo clima ámbar. Muchos eliminan toxinas en las saunas. Yo las elimino mediante las palabras. Pues escribo y escribo, pero nadie quiere el despellejado tronco de mi realidad. Me llaman algunos tóxico, otros inmaduro y otros ya ni os cuento. Las cosas que se hacen por azar pertenecen al Dios de los malabarismos. Tantas toxinas he derrochado por amor que ahora no tengo ni calorías. Hubo un tiempo en el que me introduje en el lumpen. Allí aprendí a ser desconfiado como un Oliver Twist a la merchera. Las toxinas son tan pocas ya en mis adentros que no creo que se hayan ido a base de ocultarme en un hogar de metacrilato. Siempre me fío de los desconocidos. ¿Qué haría yo sin flamenco? ¿Sin cualquier música como mejor amiga especial? He visto encerrados locos precoces que se amamantaron del calostro. Yo no quiero esta realidad tan estresante. Yo quiero la alegría de la melodía convertida en risa. Escapar juntos en la noche sin estrellas. No quiero ver tus ojos de miel entristecidos por un provinciano hombre que se cree que las mujeres fáciles vienen del extranjero. Algunos tuvieron mujer fácilmente porque tenían dinero, solamente eso. Hay hombres que se casan por las tardes con Teresas y por la noche buscan Salomés de pieles blancas como lunas repletas de luz. Pero las mañanas de las Soledades están esperando autobuses y trenes con el miedo granate de la sangre fría coagulada. Lucha el firmamento contra la decadente tierra que nos presta su espacio. Una plegaria reza al que llaman hipócrita, pero otros son pisados y esclavos del sonido de afuera donde no suena dentro el poeta ciego de paz y pequeña guerra plomiza. El origen del mundo está ofreciendo un gran sol y no le damos importancia. Imaginad una noche eterna. Y entonces, cuando os deis cuenta de que sin ese astro amarillo no se puede vivir, habréis empezado a entender la verdad que aún niegan amos del mundo. ¿A qué viene eso de llamarme pusilánime, mantenido y sin la costumbre de la soledad? Yo lo que de verdad siento es asco al verte besar al repugnante hombre de las barbas tricolores. No me asusta verme solo, si hubiera nacido mujer me llamaría Soledad. Porque estando solo tengo la compañía silenciosa del Dios justo. No busco una media naranja, no busco mi otra mitad, al final del destino somos tal para cual. Los trastornos de mi corazón a mi mente se los debo. Así, de esta manera, no puedo mantenerme en este calabozo por mucho tiempo más.
Hay tanta gente con miedo en el mundo que podríamos decir que el miedo es un problema universal. ¿Por qué ocurren las circunstancias para que tengamos miedo? Yo creo que han puesto mucho empeño en ello. No puedo someter ni culpar a nadie. Porque el miedo es la realidad que imaginamos como real, y es tan distinta de lo que ocurre realmente, que nos provoca un miedo que proviene de la nada, del sinsentido absoluto. Por eso es tan absurda. El miedo puede venirnos por distintas vías, pero la que más representa al miedo por antonomasia es la imaginación. El miedo provoca tensión, ansiedad y una psicosis que nos hace prisioneros de nosotros mismos. Ha habido gente que me ha aconsejado no tener miedo, pero el miedo es colectivo, no soy ni el último ni el primero que lo padece. El miedo a veces es nocturno. Tantas veces te amarra en la noche que parece que vaya al unísono con la tediosa manera que asimilamos la vida. No hay un miedo verdadero, tan sólo el miedo a la muerte tiene su verdadera importancia y es verídico. Lo casual linda con el miedo. A veces parece que el tiempo avance al mismo paso que nuestra propia conciencia. La conciencia es la parte más acuciante del miedo. La conciencia de tener de lo demás conciencia crea fantasmas y monstruos imposibles. La muerte es miedo, pero el miedo no es muerte. Es cautiverio. Aquel que te cause miedo puede controlar el pulso vital del subconsciente. El pulso de la vida cambia de ritmo y hasta la manera de respirar. El miedo es parte de nuestra prehistoria. Cuando desterraban a algún integrante de la manada de personas estos sabían que era una muerte segura, pues carecían del apoyo de la tribu. El miedo más importante en nuestra vida no existe.
Esa pregunta me la hago todos los días. ¿Sirve para algo la poesía? Yo me encuentro en el lugar de la poesía mala. Considero que no merece la pena tanta impostura, tanto exponerse, tanto exhibicionismo. Al final tú eres la única víctima del escarnio. Del oprobio redundante en el que sueles caer constantemente. ¿A quién cura la poesía buena? Ya no hablamos de la mala. Pero yo creo que escribir es algo serio. A veces caes en un ridículo espantoso. O pecas de cursilería o padeces de egocentrismo, otras te haces la víctima y otras es para avergonzarse. La poesía es un material altamente corrosivo y al mismo tiempo tan duro como el acero. La lenta combustión de un poema no equipara tanto esfuerzo derramado. Debo dejar de escribir. Mantenerme solamente como lector expectante. Seguir a algún poeta de culto, poetas buenos. No como yo. Un poeta bueno es aquel que mantiene un diálogo coherente con cualquier tipo de lector. La poesía que transpira y respira. La poesía viva. Y ésta sólo es posible cuando ella te llama. Cuando te llama la poesía todo está justificado. Hasta la grosería y la insolencia. Yo, como poeta malo, no me da vergüenza admitirlo, no pretendo ser laureado, premiado ni agasajado. Escribo por evasión. Malamente. Con respecto a otros poetas que leo yo no soy el que suele hacer sombra a ningún poeta. Ni tampoco lo pretendo. Mi humildad no es falsa. Soy consecuente. ¿Para qué sirve la poesía? Yo creo que sirve para evocar mediante la palabra, la imagen o la metáfora una ilusión dentro del imaginario personal. Intuimos que hay algo que nos llama y nos invita a imaginar, pero somos soñadores natos los poetas. Yo ya es que no evoco ninguna imagen. Tan sólo suscribo.
Yo no pido consuelo ni que asientes con la cabeza, tampoco pido una limosna de amor, echar un polvo cada día, o tres veces por semana. Yo lo que necesito es paz. Que nada ni nadie me corrompa la calma. Conseguir por ejemplo, dejar de ser un pelele manteado. Un monigote arrumbado, un enemigo del silencio. Quiero yo vivir en paz. Con nada que decir ya. Por mucho que me empeñe en estas palabras, por mucho que me esfuerce, por mucho que me calle o diga lo que no se debe decir. Es todo tan lamentable, que estoy harto de repetirme el perdón. Un perdón que me recula y vuelvo otra vez a la lona, y todo se desmorona, se desmorona, todo el amor se acaba. ¿Porqué tengo yo que suplicar compañía si me han aborrecido aquellos que ya no son ellos mismos? Ni yo tampoco. ¿Dónde dejé mi pureza del alma y mi corazón asustado ahora? ¿Qué tengo que hacer para encontrar la paz, esa paz que se me niega? Es nefasta la envidia, el reproche que se hunde, el suspiro calentorro, el subyugante momento. Es todo tan complicado que parece la vida una broma. Si nacemos y cuando nos cortan el cordón umbilical somos ya carne destinada a la soledad. Más abstinencia has aguantado con piltrafas y mamarrachos, y no te dije nunca nada. Es como si maldecieran mi estrella, que es totalmente fugaz. Te hago concesiones que no mereces. Viertes contra mí la rabia desatada. No quiero ni recordar al niño que fui porque me da pena cómo ha acabado. Ha acabado como un sueño placentero y de pronto suena el despertador, te resistes a despertarte, pero la realidad diluye el sueño tan gozoso que parece mentira tanta realidad putrefacta. Tanta fermentada mañana. ¿Tanto he cambiado que ya no te alegra verme? ¿Qué tanto he cambiado que ya no me encuentras? ¿Por qué he cambiado tanto si sigo siendo la misma inocencia con un grado más de locura o de cordura? Yo te conozco a ti y no me conoces tú, ¿o es que me conoces demasiado? Ni tan viejo ni tan niño soy el mismo hombre que se cruza en los lugares. ¿Dónde estaré marcado que ya oigo sorda la ceguera de mi mirada? ¿Qué principio es el mundo si todo fenece con la ayuda de las auroras? ¿Dónde estoy yo ahora?
Escribimos poesía porque somos conspiradores de las palabras. Somos los saboteadores de los déspotas y de los malvados. Los locos nos marchamos cada uno por su sitio en busca de un pájaro que nos vuele en el alma. Conspiramos con la palabra porque sólo tienen la razón de la inocencia. La inocencia que no podemos perder, porque la necesitamos para soñar como niños en los vestigios de una mamífera quimera sagrada. Somos principio, y cuando asaltamos a la noche a ella no le importa porque es toda obscura y enorme, abismal, e íntegra, visceral y desangrada. Los poetas acabamos con la poesía entre emoción y sorpresa, porque seguimos y continuamos siendo niños que se afeitan y se irritan el instinto, la hemorragia va camino del coágulo, y cuando la sangre deja de ser líquida es forma de lapidaria presencia. Se hacen bicarbonato las palabras sucias de lamento, de realidad vertical, del latido que subyace vacío de efímero pasado mañana. Porque ¿tenemos que lamentar tanto, tanto y tanto los poetas? ¿Por qué tanto discurso estéril del que remitimos la idea. Lamentamos con las palabras las leguas y leguas que caminamos sin darnos cuenta. Nos acomodamos al olvido después de acordarse de nosotros la muerte que nos borra el pulso, que nos cincela el nombre y el apellido y dos fechas que son intervalo que aspira e inspira. Tantas veces he pecado que no soy nadie sin mi ADN que me aproxima a toda mi identidad. Mi identidad hecha pedazos, añicos de parentesco, porque no soy el óxido anaranjado de la fecha de la cita con la conspiración en secreto de las palabras burbujeantes. Estoy debajo de los muros de mi derrota, no soy un ganador aunque sea dueño de mí sí y de mi no. Creo que voy a perder la cabeza ocho veces al día. Soy la abnegada devoción devastada. Soy el único ser que es todos los seres porque la empatía se lo permite.
A veces es necesario mentir, no pretendiendo mentir por mentir, sino para sobrevivir. Se miente para sobrevivir, porque, al fin, hay que de la verdad prescindir. Se miente llenando una sustancia vacua subyacente. Se miente para vivir, porque es difícil admitir cuestiones que no se deben decir. Mentir, mentir y mentir. Para dar y repartir. La verdad es una vaca flaca o un conejo que de una chistera se saca, ya que todo en esta vida consiste en mentir, para sobrevivir, para no sufrir, para no sucumbir. La vida es magia y mentira. Se debe del todo admitir, que esta vida sin mentira sería una sopa que se nos enfría, un fuego fatuo que se nos apaga y expira, un huevo de pato en un acuífero jardín, un chimichurri con ajo y perejil, un siete de julio, un San Fermin. Miente hasta un arcángel y un ángel querubín, mienten en una poesía sin fin, los poemas, los relatos, la literatura adulta e infantil. Miente el presente y el futuro es el fin, solamente el pasado la verdad sabe decir. Se miente por el porvenir, se miente porque un día sin fin sería un relámpago que resplandece y en segundos se escucha rugir. Mentir, mentir y mentir, en el cine, en la televisión, para sobrevivir. Dime si hay verdad en la vida y dime si es aconsejable la verdad admitir, pues te darán garrotín en la espalda, en tus carnecitas blandas y te dejarán una cicatriz que aborrecerá el adolescente, el adulto, el hombre senil. Mentir por mentir es decir irse en barco de Barcelona a Madrid, mentir es para sobrevivir, a este caos de verdad desnuda, de verdad sin su raíz. Mentir para ganar dinero, para negociar un beso sincero, para resurgir del nepotismo pueril. Mentir hay que mentir. Para evitar lo cáustico, lo caucásico, lo hostil, se debe decir la verdad y la verdad a veces es un acto para contradecir, tener memoria para mentir, como un actor secundario o una primera actriz. Mentir por mentir, callar para sobrevivir, tu madre te aconseja que siempre digas la verdad, que no se debe mentir, pero mentir también lo hace tu madre, entre lo económico, lo cómico y lo que se sugiere en esta vida infeliz. Decir que se es feliz también es mentir, no existe nadie feliz, no fueron felices ni comieron perdices, conversar con bestiario como lo hacía San Francisco de Asís, jamás lo hiciera San Agustín, ni el demoniaco Rasputín, mentir, no se debe mentir. Pero dime que me quieres, para que sea sólo un rato feliz, miénteme, quiero vivir. Quiero a la mentira sucumbir, derrotado, maniatado, demacrado, morir por fin, quisiera mentir para no herir, para ser buen amante, para ser insensato malandrín. No, no hablo chino mandarín, quiero un sinfín de virtudes en un serpentín, mentir en marzo, mucho más en abril, mentir es entregar un pedazo de golosina y regaliz, mentir por mentir, contradecir lo que suma unos diez mil. Mentir para que no hacer caso al ocaso y que seamos infelices hasta morir.
Los hay quienes tienen pelos en el corazón. Individuos que niegan la alegría de los hombres. Mientras convierten en desdicha la falsa ubicación y la frecuente pose. Existe gente que camina con pelos en el corazón. Alejados del cariño y la grandeza del amor en una suerte de infame frialdad de inviernos disecados. El cariño, solamente es cariño, resulta necesario para combatir el frío y el miedo. Si tengo que caminar solo lo haré encantado, sólo tengo que suspirar y avanzar el paso. No soy andariego, pero conozco los caminos que van a la guerra inútil de la plastelina. Pelos en el corazón tienen aquellos que me dejan en los portales como un mueble viejo, esperando quizá que se lo lleve alguien. Pelos en el corazón es área construida con desnuda pared en los latidos sin sangre. En los reproches es necesario devolver y decir más de dos verdades para que la gente sepa lo que esconden esos pelos en el corazón. Pelos en el corazón es un niño maltratado, una adolescente que echan a la calle. La gente cría callos en las entrañas. Callos duros en el corazón como si la dureza de un callo no fuera ninguna molestia importante. Pero los pelos en el corazón son negrura de prepotente ninguneo. Un insulto, solamente un idiota cree que lo es cuando se dice un verdad auténtica. Ya que si ofendidos se sienten con la verdad insultados. ¿A quien insultar yo con decir tres verdades si miento en una? La indiferencia es la cobardía de los que no se atreven a decir dos verdades a la cara. La frialdad acude a los cementerios los primeros de noviembre, y no nos queda otra que llorar, porque los escarnios en vida dejan el oprobio podrido entre triste melancolía.