No puedo

No puedo escuchar los audios donde hablo de mí, demasiada dosis de realidad, me hacen daño, es como comer arenques. No puedo enfrentarme a lo que escribo, ya sea poesía o artículo o ensayo breve. Son de acero inoxidable. Me duele lo que escribo, sin embargo tengo que escribirlo, es una necesidad psíquica. Las palabras que escribo, hablo o suscribo me duelen para afrontarlas, por esa razón las leo una o dos veces. Mis libros, ya que es tan difícil de que alguien te publique, tengo que autopublicarlos. Y me llegan a casa y no los puedo leer. Se convierten desde mi perspectiva en libros muertos. Por esa razón los dejo sin leer, me hacen tanto daño que prefiero leer otras cosas que no tienen mi impronta y me hacen recordar que no soy la única persona que sufre. Debo encadenarme a lecturas ajenas, incluso a audio libros por que no tengo ningún ápice de valentía de recordar lo ya escrito. No sé si mis libros son buenos o malos, ya que no hago presentaciones. Estoy en las antípodas de la vanidad, porque duelen, porque están repletos de verdad. Y cuando una persona se encuentra en mi situación rehuye de sus propios desmanes. Pero tengo suerte, porque dentro de mi soledad encontré la literatura. A veces compro libros y no los leo, pero estoy seguro que los leeré en un futuro. Cuando los lea tampoco pienso hacer reseñas, si hago sinopsis de mis propios libros, pero mi verdadera razón es que leo, para terapéuticamente, consolarme de mi propia realidad. No escribo sobre la gente. No me interesa. Escribo sobre lo que me pasa, y lo que me pasa es muy difícil para vivirlo, imagina sed para revivirlo. No soy un desgraciado, pero sí un enfermo del alma, uno más entre tantos que hay. Por eso mi respeto a las personas que han tocado fondo o están en un pozo. Nada más que decir.

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