Para toda la vida

Lo siento, siento decirte esto, pero todo casamiento parece que no va a fracasar, que no va a naufragar, que será de por vida. Y nos mienten los sueños, las deudas contraídas encienden mechas de ruido y los perros ladran mientras discutimos, y el amor se esfuma por la ventana porque por la puerta se van los exiliados del mal paso , pues en agosto fuimos volcanes en erupción y en septiembre nos divorciamos. Atrás quedaron las fiestas, los compromisos familiares y las navidades en familia. Se nos acaba el amor, ese que parecía eterno . Los casados ya mayores también discuten pero se aborrecen durante un instante. Vienen los hijos para partirse en dos mitades, entre lo bueno de papá y lo bueno de mamá. Se casan los hijos y nos inquieta el día de la boda, el reencuentro o es satisfactorio o es una náusea que disimulamos sin éxito. Cuando mejor se conoce a tu cónyuge es en el momento del divorcio y del reparto. La mezquindad, el interés, los buenos y malos recuerdos son papel tornasolado. Un matrimonio es un contrato con la máscara de la consagración. Consagramos a Dios nuestro amor puro y lo que nos termina es cuando termina la esperanza. Cuando el hartazgo levanta una cabaña en el aborrecido 35% que conocemos cuando nos damos el sí quiero. Separación de bienes, reparto de visitas con los hijos. Llegará el momento en que no se casará nadie. Ni siquiera civilmente. Fue todo tan hermoso. Casi borrachos celebramos mientras que todo parecía bello. Pero el amor se diluye y el odio se intenta suplantar con un negocio, con un viaje, con un hijo. Se suplantan las felices horas y se convierten en suplantaciones. Has mejorado con los años como el buen vino, pero lástima que estés siempre avinagrada. Y el veneno que compartíamos fue el instante donde nos declaramos la guerra, después de embelesarnos y aborrecernos después. El matrimonio es como la juventud se cura con el olvido o con el tiempo en que trabajábamos como esclavos. Esclavos para siempre, y una fila de reproches van en fila india hacia el cuchillo del matarife que es un abogado usurero.

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