Plegarias para un primero de mayo

Ruego bendiciones tatuadas en los brazos a todos aquellos que se levantan a las cinco para mantener a su familia, sin más finalidad que esa.  Ruego por los ceros a la izquierda que destruyen los muros con un sí, yo, que tengo fobia a las calles bulliciosas, y al primer relámpago de tormenta, y al combustible con que se alimentan los camiones. Ruego por aquellos que se encallan las manos con la azada que busca la tierra buena y dócil con que cosechar los frutos con que han de comer la otra mitad, la bien nutrida y satisfecha. Ruego por aquellos que trabajan entre el negro dinero sudado,  por los que sudan en su vida desde el pozo. Ruego por esa gente que cambia el aceite de un motor en pleno verano y sudan su entrega por entero, a los gatos hidráulicos y a los neumáticos de goma. Ruego a los que verdean aceituna y ruego por aquellos que lamentan el dolo de sus rodillas cansadas y blandas. Ruego por los albañiles que se levantan a la hora del crepúsculo asustado, y que claman en sus húmedas partes de su cuerpo la vida que huele a herrumbre, y al olor interminable de las habitaciones con sordina, y a los que funden las campanas. Ruego por aquellos a quienes incendió el día su bondad para que pareciera eterna, ruego por los que apagaron la noche con un dedo, ruego por las tardes de domingo, tan largas como un carrusel deportivo, tan largas como el obsequio de matar en las matanzas a cuchillo que perpetran los matarifes ensangrentados de una sangre que no es suya. Ruego por las carantoñas de los anfibios hombres del mundo, esos que dan brazadas con sus energías exhaustas de llegar y llegar para no llegar jamás. Ruego por aquellos que ruegan por el ataúd de sus relojes de ceniza, ruego por los que siembran, por los que luchan, por los que caminan con callos en las plantas de sus pies. Ruego por los que dejaron su cabeza en un cuartel militar y no tienen ninguna mili que contar, tan solo pesadillas y más pesadillas. Ruego por los que cruzan el Atlas y que no dejan de mirar la hora en los aviones, repleto de ilusiones como pajaritos que confían al Dios del mundo sus horas de vuelo. Ruego por el Nilo y a sus criaturas herederas de camellos, caballos o halcones, o los que ven esfinges solitarias muy lejos del parto natural de la leche de cabra, de la leche, ya sea de mil clases. Ruego por el sufrimiento eterno de los que nada ven, pero bien que oyen, porque alimentarán la psicosis con la imaginación de los que vigilan las tragaperras hasta que metalicen el sonido del níquel de las monedas. Ruego por los emails desesperados por conserjes como intermediarios que ríen ante la plegaria para los psiquiatras, para los guardianes del equilibrio, para los celadores que paralizan la desesperación de los que plantaron flores sin saberlo. Ruego por los sauces que lloran eternamente la venganza del cielo. Ruego por los días azules, por el silencio de los cementerios, ruego por el perdón que se evapora como un disolvente de miseria que saca mugre y esmalte. Ruego por los chiquillos que salieron por la puerta trasera. Rogar no es malo, lo malo es que nadie rogue por ti.  Si nadie lo hiciera no busques más, el viento se lleva con él el polen y hasta las abejas obreras lo echan de menos.

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