He dicho muchas veces que la mixtura es el futuro. Y es verdad. Cada vez con más frecuencia existen matrimonios mixtos. El mundo se ha hecho más pequeño, y el mestizaje o la mixtura es parte de lo cotidiano en este mundo. Al igual que en el arte y la literatura la mixtura es frecuente, entre las personas también la hay. Una mixtura entre blancos y negros, entre occidentales y orientales, todo eso, reafirma que el futuro del mundo se basará en la miscelánea humana. Al gual que en matrimonios se mezcla la raza o la nacionalidad, también ocurre el caso de que matrimonios divorciados se unan teniendo éstos hijos de matrimonios pasados. Todo es mixtura. La clara existencia de la humanidad debe de tener conciencia sobre esto que hablo. Mientras en el mundo exista el mestizaje sin creer ni por asomo en las razas puras y aún menos en la supremacía. Yo creo que en un mundo de colores lo realmente bello es mezclarse. Es todo, pongo el ejemplo, de las playlist de música en las que hay todo tipo de géneros musicales y cada canción se muestra como una prueba de mezcolanza ya que en la variedad está el gusto. La diversidad es futuro. Mezclarse no es tanto una realidad futura, sino que es un presente hasta el final de este mundo donde las guerras y los dilemas políticos establecen la hegemonía de las razas y las religiones. El nacismo creó un hueso que atragantó tanto a judios como a gitanos. Todos son gente de talento y frecuentemente, en algunos casos, ocurren detalles que no debemos omitir. Por ejemplo, que no se repita la historia, aunque ésta sea una piedra en la que el hombre tropieza más de una vez. La razón absoluta nadie la tiene.
Me crujieron las costillas mientras ese energúmeno las golpeaba como cualquier cosa. Estaba borracho pero no dejé de revelarme hasta que me rompieron la camiseta. Ese asqueroso viejo, amargado y ojeroso, me puso su asqueroso pie en la frente. Todavía recuerdo la arena que caía por mi frente. Esa noche mi vida cambió. Decidí encerrarme en casa, pues comprendí de qué iban los taberneros y los camareros de pacotilla. No es que fuera pendenciero, es que traté de defenderme ante el desprecio y la animadversión hacia mi persona. Me humillaron, me patearon, y me hicieron refugiarme en casa de mis padres y no salía a la calle por vergüenza. Todavía recuerdan el hecho y me culpan a mí de ser racista y persona nom grata para esa panda de gallifantes sin cerebro. No, no eran gitanos. Eran blancos y con venganza con sed atrasada. No he vuelto a ese bar desde entonces. Lo maldigo con todas mis fuerzas. Me pegaron como a un guiñapo y se cebaron bien conmigo. Ese fue el motivo de porqué me encerré en casa y me volqué en el Internet. Si no existiera internet hace tiempo me hubiera suicidado. Dicen que el suicidio es de cobardes. Pero hay suicidas que tienen un par de pelotas. Por ejemplo los que se tiran a un tren. Pero sí, me encerré en casa y conocí a Ella y me hizo compañía hasta que viajé solo a su país. Entonces no le tenía miedo a nada. Viajaba siempre solo. Los amigos que merecen mi respeto no los veo hace años. Tengo un amigo que me salvó de un buen marrón en un bar-karaoke. No diré su nombre, ni siquiera su mote, pero si no hubiese sido por él sería carne de golpe del dueño del bar- karaoke. Dios se lo pague, amigo.
La reciente aparición de Cibernética Esperanza en su traducción al inglés (Cybernetic Hope, Amazon 2022), me ofrece la circunstancia más propicia para intentar atraer algo de la atención que merece este libro absolutamente singular, surgido de la peculiar mente de Cecilio Olivero Muñoz (Sabadell, Barcelona, 1974) y publicado el año 2021 por la editorial Vitruvio, a cuyo editor, Pablo Méndez, y su curiosidad infatigable, debemos este magnífico descubrimiento.
La figura del propio Cecilio, sus circunstancias, su posición radicalmente marginal, y la originalidad de sus anteriores trabajos, en los que ha ido desarrollado un quehacer poético a contracorriente, sostenido en el respeto, pero también la subversión de las formas métricas tradicionales, merecería también, un espacio más amplio. Sin embargo, la condición de piedra de toque de Cibernética Esperanza, dentro de la producción de Cecilio, justifica que le dediquemos este análisis distintivo.
“… allí donde la compasión no existe.”
Cibernética Esperanza es un diario de una lucidez emocional no contaminada por la razón. Un torbellino de conciencia sin rumbo, una tormenta de pensamientos, registrando las cosas que traspasan el umbral de la percepción de forma lírica y expansiva. Estamos ante el registro desordenado y caótico de una vida. Los recuerdos, los delirios, obsesiones, compulsiones, vergüenzas y arrepentimientos postergados, los diálogos (¿sostenidos o quizá sólo imaginados…?) El pensamiento como una larva, barrenándonos la mente, tal y como es, en bruto, sin editar, sin pulir, mezclando aquello que no dijimos, con aquello que acaso sólo pensamos, la fugaz impresión, la pincelada lúcida con el ruido feroz del recuerdo, el ruido blanco, indiferenciado, amorfo, de la vida.
“…allí donde tengo mi hígado hipotecado.”
Es este un autorretrato voluntariamente destartalado, pero conmovedor y sincero de Cecilio, que desmantela toda idea preconcebida acerca de lo autorreferencial. Las palabras registradas en estas páginas, a través de los ojos de su autor, parecen las sombras distorsionadas de un mundo diferente, un paisaje de cosas extrañas, un espacio extravagante, de pensamientos sin cauce y emociones en proceso de formulación.
“Ya te has ido Estrella distante, ya te fuiste; mentira debió ser nuestra plegaria de enamorados fugitivos, de reos oscilatorios en los aeropuertos internacionales, de carnaza cansada deambulando en el trasiego de las aduanas…”
Es abrumador cuanto material poético hay en este libro, qué hondo y sentido, cuántas reflexiones, episodios de su vida, narraciones, fabulaciones, manifiestos, pensamientos errantes, experimentación poética… Pareciera que hubiera intentado incluir de todo, registrar la sustancia misma de la vida mientras la experimentaba. El resultado es inevitablemente en
ocasiones un libro desordenado y excesivo, como el mismo discurrir de la vida. Pero en estos tiempos de obsesiva autocontemplación y exposición de la propia imagen (de la tiranía de las redes sociales…) Cibernética Esperanza parece un acto de pureza extravagante en el que Cecilio se abre en canal para mostrarse tal y como es, desenfocado y extraño. Su decir quiere mostrar el repetitivo, imperfecto y barroco traslucir de la lucha mental y casi física de un escritor contra las limitaciones y barreras de la expresión para lograr dar en la diana:
“Toda felicidad guarda su obsequio”
Ha cometido pues Cecilio, quizá sin pretenderlo, un acto de generosidad, que en contrapartida merece que el lector se abstenga de acceder a él con prejuicios o tan sólo en una búsqueda de pistas sobre la historia personal del escritor. Pues es imposible separar la fiel y real vivencia, del espacio que cartografía este libro, como el título indica, lleno de esperanza. La que da, crear algo hermoso de la desesperación. Un despliegue de energía cándido e insensato, erigido no solo como curiosidad marginal o chocante muestra de antipoética. Porque este libro, que ignora toda frontera y toda catalogación, es un combate por reconstruir la identidad; practica de la escritura como forma de autoconservación, como espacio de supervivencia aún ante la fatalidad.
“¡cuántos destrozos ha causado tanta esperanza ciega! ¡Cuántos! ¡La esperanza verdadera es la esperanza de que existe la muerte!”
La ubicación en los márgenes, de este libro de Cecilio Olivero, nos informa, o nos recuerda, la probable existencia de gran cantidad de creadores de los que no nos llega noticia por su radical particularidad, o por su voluntad de circunscribir sus cauces de expresión a un ámbito muy específico. En el caso de Cecilio, el volumen de una producción casi estajanovista (libros, obra gráfica y collages, la edición de su propia revista de poesía Nevando en la Guinea…) irradia desde un retiro voluntario, desde un refugio personal, un ámbito doméstico que recuerda el empeño del naufrago en su isla, lanzando su mensaje al mar. En este caso, el vasto océano de Cibernética Esperanza es la inmensidad de la Red Global:
“Siempre que publico algún texto en la Red espero las reacciones que tendrá. Tengo la idea de que alguien me está observando, e instantáneamente después de publicarlo, alguien va a estar ahí para juzgarlo. A veces creo que la reacción tras publicar el texto va a ser inmediata. Pero me equivoco, me equivoco sobremanera. Nadie hay ahí observando…”
Este fragmento es certero, y resultará incómodamente cercano a más de uno. Pero no estamos, en ningún caso, ante una muestra de literatura terapéutica.
Cecilio Olivero Muñoz no es un chiflado estrafalario masticando su frustración. Por el contrario, su experiencia, su quehacer, manifiesta aquello fundamental en toda obra original: Un tipo de conocimiento, o cuando menos una intuición sobre las cosas que en algún grado, permanecía inédita.
“…que los caprichosos lugares en los mapas no eran límite para la inercia sagrada del agua, ni para esas gentes al margen de las pasarelas, de los centros comerciales, de los escaparates, del cable mágico.”
Por ello Cecilio no teme, si es necesario, irrumpir en lo grotesco e incluso aproximarse a lo incoherente, ya que esos momentos conviven en estas páginas con otros de auténtica iluminación.
“…aquí presento este poema, que ya no es poema, es fantasma, un fantasma que ahora se cruza en mi camino, en el mío y en el vuestro…”
En definitiva, estamos ante un autor auténticamente singular, con una voz poética torrencial, al que sin duda merece prestar atención, y un libro Cibernética Esperanza, que expurgado ganaría muy probablemente en impacto y concreción, pero ni un ápice en alcance humano y honestidad.
Siempre que hablamos siento tu prisa por colgar, te siento temblorosa, nerviosa y con ganas de terminar. Sé que tú me quieres, aunque en público des tu disconformidad. Mi latitud se cría entre rehenes de la termocorporealidad. No dispongo de aranceles para exportar o importar, me quemo mientras tu amor retienes por miedo o Dios sabrá. Me voy a los burdeles, allí me quieren con o sin disfraz. Me ofrecen amor de diminuta veracidad y me creo que no quieres conmigo migas migar. Migo con A y no con ene. Pero eso es cosa de la naturaleza verbal. Soy lo que tú no quieres, por eso soy andariego de escondites y lupanar. Me creo enemistades y mi enemigo soy, la verdad, la verdad solo tiene un camino, y ningún camino a Roma va. Yo quiero una libertad que detrás tuyo se va, mi sangre grita y bosteza, mi corazón es una mitad, soy un charnego, soy catalán, pero no hablo de catalanes ni de la gran catalanidad. Soy el malo de tus pesadillas, el enemigo sin consolar, soy el villano de la película, soy un súcubo, soy un burdo, soy amigo de Satanás. Me crié entre algodones que mi madre me supo brindar, soy del corazón la sangre, soy la misma canción que no se debe cantar. No entiendo, no profeso, tomo fideos porque soy feo y me cuesta hasta tu sombra llegar. Perdona amiga mía. Te espera mi soledad, condenado a un ostracismo me veo en el patio de mi casa particular. No soy malo ni bueno, a un triste juego me gusta jugar. Acomodarme cogiendo postura en la esquiva y fugaz libertad. No soy tampoco un capricho, no quiero ser bicho, tampoco un enfermo mental. Me gustan las personas, no soy misántropo, aunque mi vida pretenda alienar. Soy un gusano, voy al matasanos y discreto soy ante la realidad. Ni te deseo males y sí que hagas bondad. Pórtate bien me dicen los amigos, y yo respondo gracias por decir algo y para poderte ayudar. Antes te ayudaba mi alegría pero la alegría es de cristal, si se hace añicos no vuelve a ser cristal. Son pedazos de alma rota, son carnes que intentan marchar, a otro mundo, sin mi consuelo, un desconsuelo te puedo yo dar. A veces estoy contento. Me arrimo al ascua que más calor da, pero soy un peligro urbano perdido en esta ciudad. Usted se preguntará, si nació usted en Catalunya ¿porqué no habla catalán? No lo hablo por mi acento de andaluz de Almería la bella, y no puedo cambiar. Arrebatado yo haré bondad. Tanto en vertical y horizontal. Desde mis mareas bajas no bajo y otras no me bajo porque me puedo marear. Sé que te pones nerviosa, que tiemblas ante mi mira’ , yo por sisear a veces siseo, ya que mi miedo es tu miedo y tu verdad mi verdad. No hago caso de desprecio ni ninguneo, soy un bárbaro entre tanta barbaridad, al igual que soy variado entre la variedad. El mundo es pañuelo de diversidad.
Me compré hace poco la película del director Abel García Roure filmada en la planta séptima del Parc Taulí. En esa planta no hay solamente algunos locos, o anoréxicas, en esa planta hay gente como yo. Nadie quiere nada con los locos, es más, damos miedo o vergüenza. El estigma en la Salud Mental es el pan de cada día y muchos se ven en la resignada vivencia de la soledad y el aislamiento. Hay muchachas verdaderamente guapas y atractivas que ahora gritan y son unas atormentadas.
Cuando se toca fondo, aunque te hayan dado motivos, no se debe culpar a nadie. A veces tocamos fondo por todo un compendio de pesares producidos por nuestra mala cabeza. Nadie quiere compartir vida social con un enfermo mental, y en el caso de que te acepten la gente se ríe y te marginan. Yo no culpo a nadie, pero la sedación en mí se nota. Lo he dicho otras veces en este blog, la boda de mi hermana fue un trance que tuve que afrontar de la mejor manera posible. Tocar fondo es aquel que por circunstancias de la vida se ve en una tesitura de desprecio, soledad y careces de las cosas más elementales. Ahora tengo a mis padres, pero ¿cuándo ellos no estén? ¿Qué haré? Ser esclavo de alguien que te quiere es difícil porque sufren ambas partes. Yo no haría daño a nadie, pero eso díselo a un empresario. Mi editor sabe de mi problema psíquico y lo entiende, aunque jamás me he visto despreciado por él. Cualquier artista por muy malo que sea tiene que tener un poco de locura. Locura que lo haga dar un pequeño revulsivo para emprender una obra. Pero a lo largo de la vida ha habido marginados y despreciados por razones que los diferencia de la estandarización de la vida y sus inconvenientes. Yo estoy enfermo, pero tengo autocontrol, y he recuperado la autoestima porque he adelgazado y me siento bien. Pero las crisis a veces son existenciales o de afuera o de adentro, o de ti mismo que crees una cosa que no existe como tú te la planteas. Todo tiene su proceso, y yo, loco y todo, soy creativo y soy disciplinado si la vida que llevo y sus características me lo permiten.
La locura está tan cerca de las personas tal vez como otras enfermedades que no sabemos si tienen curación o no la tienen. La vida es bella.
El otro día discutiendo con una chica me llamó “cerote”. Si eso lo llevamos a la vida metafísica me calificaría de cero, un cero a la izquierda. Pero ella no, en su enfado me dijo “cerote”. O sea un cero. Si también lo aplicamos al alias de Capplannetta me podía llevar la sorpresa de autodenominarme encefalograma plano. Todo tiene su porqué, aunque yo con llamar Capplannetta a un personaje de una novela poética pretendo un galimatías que tiene muchas vertientes. Y también varias acepciones. Pero Capplannetta es un nombre propio del catalán, y Capplannetta puede llegar a hacer creer varias cosas. Pero me hizo gracia lo de “cerote” como un improperio que no tiene de mí nada propio. Ocurre lo mismo como cuando te llaman “capullo”. Puedo ser un “capullo” porque el capullo es una flor que no es flor todavía. O también llaman “capullo” al glande de un pene. La punta del pijo, dicho de una manera vulgar. Pasa también cuando te llaman “garrulo” o “quillo” o “charnego”. Todo es parte de lo mismo. De un menosprecio en un metafórico sentido que tiene como connotación el hecho de ser hijo de emigrantes andaluces de primera generación. Es parte de un desprecio por el andalucismo. Aunque algunos digan que no es así. Los andaluces también tiene su manera de despreciar lo catalán. Es una guerrilla dialéctica que llega desde el País Vasco hasta Cataluña y también en Galicia, donde te tiran los pajaritos. Pero al llamarme “cerote” no crea en mí ninguna animadversión. Llega hasta hacerme gracia el nombre. Pero bueno es como cuando llaman al sombrero ridículo de la guardia civil “Tricornio” que desemboca en “picoleto”. O también cuando llaman al carajillo de toda la vida “Trifásico” que tiene una connotación de decir tres fases. Así estamos.
Pobre de este loquito que nadie quiere. Lo desprecian los exitosos, las mari liendres, los mosquitos, las mujeres. Este loco conservado al vacío tiene un principio que nadie entiende. Siente de los tontos escalofríos, y las brujas le repelen. Pobre de este locuelo qué tanta sed tiene, que busca consuelo en los apetitos de la vida, en lo que se sostiene, en los burdeles. Este loco bueno que ya no lo quiere la gente, porque creen que en su abril una llaga abierta tiene en ella pus y es impertinente. Lo que no crea no dura, quien no lo quiera que se quede flor madura. Este loco es un limón, un limón amarillo, casi blanco, y no lima verde. Pobrecito de este loquito que sincroniza la hora que viene. Mejor ser de acero, antes que carne de cordero y que de ti digan pestes. ¡Ay! Amor fingido, ¡cómo me duele! ¡Ay! Epigonía, decidme ¿quiénes tanto la crítican y la sostienen? De un palo con una pua, y un martirio que rosas negras espinas tienen. La madre de los corderos, que el loco viene, viene a pagar las recetas y ocho euros le deben. Manolita, la del primero, dice que pone punto en boca porque está loca y un loco, loquito tampoco la quiere. Porque bebe café con leche y le pone hielo y azúcar de menta fever. Cambia de rola te dicen en los lugares donde Hernán Cortés dejó a Malinche por hija de reyes. La vida, la maldita vida es tan breve, que si me llaman loco ya no me duele. Me duele cien veces ver a mi madre sufriente, no sé si es la verdad, u otra mentira al no verme, pero dicen que de sed reviento y la locura muele que muele. Hacedme mil aspavientos, moradas mercrominas tenues, hacedme coger bofetadas, que siento lo que tú no sientes. Hacedme bien el invento de ponerme en la frente jueces y mirad si me arrepiento después de decirte ¿quieres? Que guardo secretos y leyes, también maíz del gigante verde. Guardo porque soy caballero lo que nadie se atreve a ponerle. No soy el último ni el primero, aquel que loco es en ciernes, y si busco la senda del viento me salen pensamientos breves. Que nadie haga aspavientos, que guardo sesgo que en la ruleta no quieren.
El mundo es un lugar apetecible. Está compuesto de paraísos y de infiernos que abren la boca como bostezando un mañana. El mundo es tedio, prisa, esclavitud. El mundo para quien lo quiera. El mundo es una supernova azul que nada tiene de particular. Hasta los pulpos reniegan del mundo. El mundo es impío, impuro, y no es eterno. Por suerte. Cuando venga el fin del mundo que a mí me recojan del sediento porqué. El mundo se ve bien desde el subsuelo. El mundo es de tu padre y de tu madre, y ellos hace años se quedaron sin él. El mundo es un lugar confortable. Cada orgasmo te cuesta dinero y cada risa hay que sudarla. El mundo es un lugar extranjero. El mundo es un agujero. El mundo es un excelente cementerio. Las causas por las que se lucha en el mundo no son ni la cuarta parte de lo que vale el silencio. El silencio para los tontos está vacío, lo dicen aquellos que beben el vino de la ira con la sed del desconcierto. El mundo es un privilegio. El mundo, tiene guasa este mundo. Mundo para los que quieren vivir haciendo deporte o yendo al gimnasio para hacer el ridículo e ir en coche para luego correr dentro. El mundo no es ninguna agonía, hasta resulta placentero. El mundo está ocupado por malvados y pedigüeños. El mundo es un poema. El mundo es viejo, tan viejo, que hasta los dinosaurios se extinguieron. El mundo es el gran diluvio universal. El mundo es un multiverso. El mundo es una Pangea, es un efecto placebo. El mundo es un lugar ideal para dedicarle un hasta luego. El mundo es un magnífico lugar. Un lugar con ático, un gran patio y un palíndromo que cada día nace de nuevo. El mundo es capicúa. El mundo es ambidiestro. El mundo es un salto mortal, una pared, un minuto y un segundero. El mundo es todo una gran verdad, nunca ha sido embustero. El mundo es diversidad hasta que vienen los maderos. El mundo es el juego de la oca, un parchís, y todo un infinito pero. El mundo gana cuando afila su guadaña. Y empieza a romper ceros. El mundo es singular a veces y otras veces plural. El mundo es una bendición del cielo. El mundo es para tenerlo de compañero. Nunca te traicionará, será fiel a las reglas del juego, y no dirá ni mal ni bien, tampoco si es malo o es bueno. El mundo es un cien pies. El mundo es un fantástico trasiego. El mundo ni es rutina ni tampoco ego. El mundo te olerá los pies y disimulará cuando se te escape un pedo. El mundo te cae bien. El mundo es de quienes llegan primero. El mundo es un chiste malo, un extravagario, un santo del cielo. El mundo es efímero. No hace calor y es agradable entre sus cuatro elementos, sus cuatro estaciones, olé sus huevos. El mundo pisa fuerte y si no pisa no está completo. El mundo es amor, es felicidad, es un alter ego. El mundo es un enfermo terminal, un pavo real que pone huevos, el mundo es pluralidad, una causa justa, un lugar sin estrecho de Gibraltar, el mundo es un trecho, un tocomocho, un lugar perecedero. El mundo tiene la capacidad de gritar chitando la muy, callando secretos. El mundo te vestirá y te mojará el pelo. El mundo es un conejo que ha de salir, el mundo es un pendejo que su nariz esnifa, olfatea, se tira al cuello, el mundo es sota, caballo y rey. El mundo es una brisca, un subastao, un cinquillo y medio.