Postverdad

Todo es falso. Todo es mentira. Una cortina de humo se hace dueña del oxígeno. No sabemos la verdad y no sabemos siquiera que ignoramos esa verdad. Ahora dan culto a la postverdad. Fútbol, espectáculo, y somnolencia difuminada con los gases del clorhidrato de cocaína. Me gusta cuando mientes porque todo está totalmente ausente. La niebla, los muros y las fronteras. Todo miente. Miente sin saberlo la beata que va los domingos a misa de nueve. Miente sin saberlo aquel funcionario que sella en la oficina certificados de defunción o altas en las pensiones que nos esclavizan tras el envoltorio del hogar, dos coches, una bonita foto de familia. No nos hablan claro porque ni ellos lo saben. Han mutado periodismo por postverdad. Los milenials tienen que saber de esto antes de los algoritmos, la IA, el postureo, y la computación cuántica. No pueden alienar a las personas inteligentes. A pesar de que esas personas callan ante la estupidez sobrehumana. Los anuncios, la hipnosis televisiva, la imposición de las pantallas, el apropiacionismo dentro del apropiacionismo. Ahora la quimera del oro parece una tontería justo ahora que nos engañan y nos alienan. El mundo no sabe del Informe Petras hasta el infinito y más allá. Los cúbits son una gran masa de dinero o criptomoneda que se hace grande y enorme como una bola de nieve al unísono de una avalancha. Nos mean encima y nos dicen que llueve. Se mean en la sopa de los pobres a diario. Y esos pobres codician la propiedad privada del vecino, y el vecino también es pobre. Gente sin casa y casas sin gente. Todo es una sombra chinesca que pasa de ser una buena postverdad a ser un artificio. Narrar la locura a través de la ficción. Somos esclavos en un planeta caduco. Introspección, virus de laboratorio, y el mundo hace números en Walt Street. El New York Times usa el contrastado de información con un mundo paralelo que parece un parque temático. En fin, todo está podrido ya.

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