La noche de Walpurgis

Si me mata la vida hoy, hoy, sería como haber muerto dos veces. Pero si no me mata hoy me matará cientos, miles, millones de veces. Estoy en la sombra, tal fue tu beso y tu deseo de vísceras adentro. Ahora pago por una gota de éxtasis. Ahora que estoy viejo de caminar tanto tiempo en soledad. Mi juventud me ha dejado como un perfume, mi vida es un puente del que cuelgan los ahorcados. Yo no creo en la muerte. La vida es materia pero sobre todo energía. Somos pequeñas hogueras que cada una responde por sí sola. Yo no quiero ser poeta, yo quiero volver a ver amanecer. Yo no quiero ser embalsamado como una taxidermia que paraliza la vida, como una fotografía. La vida es un pecado, y pecado vivirla entristecido. Yo no temo a la muerte, le temo más a los ruidos del pasado que a la nada del futuro. Estamos inmaculados de ebria efervescencia. Sigo siendo guardián de mi hermano. Sea como sea todo es un pestañeo. La vida dura poco. Unos segundos y muerto. Muerto no se ve la metafísica de los árboles que se reparten sus secretos y cantan al compás del viento. El bosque es mi padre, dijo Papusza. La primera poeta gitana. Los flecos de mi chaqueta ya han pasado de moda. Ahora es todo gris espacial, blanco ahuesado, negro tiritar. En las lagunas del miedo no pintas nada. Tires por donde tires te encontrarás con Ramírez. La ambivalencia de los ojos, las manos, los pies y toda la entraña interior nos avisa que somos dos cosas iguales que no pueden vivir la una sin la otra. Por eso noche y día. Por eso luna y sol, por eso luz y sombra. Ahora cállate de una vez por todas. Y baila en la noche de Walpurgis.

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