
Esta es la historia de una muñeca hinchable que se desinfló y se convirtió en látex, como los condones, como los sueños que salen en balde, como los neumáticos , el caucho de ruedas de ciclomotores a pedales. Es una historia de apetito, fiesta y hambre. Siempre con su boca abierta, sus agujeros y sus fijos ademanes. ¿Quién fue el asesino de esta muñeca hinchable? ¿Fue el destornillador? ¿Fue Perkins? ¿Fue un alfiler que hizo su agonía lentamente insoportable? La muñeca hinchable no te pedirá dinero como todo Dios lo hace. Tampoco te pedirá que la saques como un perro babeante. Esta muñeca hinchable solamente te pedirá aire, mucho aire. Estará siempre con su pose y su boca abierta, con sus brazos para abrazarte, con sus piernas semi abiertas, con su aspecto interminable. La llevarán a despedidas de soltero, con su silencio manipulable. Hay quienes la disfrazan, hay quien la desprecia, la rechaza, siempre preparada para un último baile. Pobre muñeca hinchable. Rubia, de ojos azules, siempre recordada en el desmadre. La llevarán en volandas, pues ella pesa poco. Es un alivio su látex color carne, carne sin ser carne, látex puro látex. Como los condones, como los caprichos, como lo detestable. Una muñeca hinchable, sodomizada, impenetrable, la prima de Pinocho, de Madelman, de la Barbie, de la goma su gramaje, la víctima de la risa, manipulable y manejable, la puta de látex. La sumisa amante. La tontería ebria de sexología irrazonable. Objeto, artilugio, una broma, ligera de equipaje. Quieta y penetrable, vulnerable, siempre vulnerable, de la risa el estandarte. Del consuelo un baluarte. Imaginación de látex al servicio de borrachos y sopladores incansables. Material de un solo uso, excusable y manejable. Sin peligro para tontos amantes.