Hay grandes diferencias entre la esquizofrenia de las mujeres y la esquizofrenia en los hombres. La diferencia es que la mujer tiene estrógenos y el hombre no. ¿Cuál es el problema la testosterona? Esa daría una respuestas clara y elocuente de por qué los hombres tienen una aceptación tan distinta a las de las mujeres. Y por eso normalmente estos recurren a las prostitutas. Es todo cuestión de hormonas, células y endorfinas. Que en definitiva son la misma cosa. Las mujeres, muy pocas engordan, los hombres sí. Los psiquiatras recomiendan el ejercicio. Pero para hacer ejercicio hay que estar también psicológicamente en forma. Recomiendo el documental Esquizofrenia 0,1%. en YouTube. Donde hace de productor Julio Medem.
En primer lugar diré que la autoficción es un asco. Yo he escrito demasiado sobre experiencias, me he desnudado, he hecho concesiones varias. Y me he equivocado. Se puede dar una opinión personal, se puede escribir una anécdota, se puede hablar de algo que te atañe. Lo que no se debe contar es nunca intimidades. Ni siquiera a un amigo una noche de copas. Alguien dijo lo que no quieras que sepa nadie no se lo cuentes a nadie. Muchos, escriben sobre la vida de otros, y la suya la dejan entrever como un merodeo con el abrigo puesto en pleno verano. Buscan vender sobre la vida de otros son como pequeños escritores/as parásitos en hombros de gigantes. Se debe tener valentía. Al hablar de ti mismo no se debe ser cínico y sí un poco valiente. Pero eso solo los locos lo hacemos de vez en cuando. Ahora voy a optar por la ficción absoluta. La realidad es poco interesante. Y si no escribo ficción prefiero no escribir. Ya he contado demasiado sobre mi vida personal, con tintes de ficción. Pero la realidad al fin y al cabo. La verdad, es que voy a dejar de escribir tanto en esta bitácora y dedicarme más a la lectura. Cuando escribes realidad no hables sobre ti, tampoco de los demás. Intenta imaginar desde la verosimilitud. Pues escribir sobre los demás es otorgar morbo a quien te lo puede recordar en un futuro en frío como una venganza. El caso es que el realismo mágico, incluso, el realismo sucio, mucha gente lo interpreta y les divierte. Es divertido. Pero la realidad, por ejemplo, de Truman Capote es una realidad maquillada pues lo único que es repugnante aunque sea bueno es en A sangre fría. Y eso no es honestidad. Lo que es honesto es escribir buenas historias desde una base real. Y si escribes ensayo o micro ensayo no te pases con el culturalismo, ni hablar chino. No es de ser más culto o menos. Es cuestión de que no se aburran los lectores. Así que me declaro insolvente de autoficción. Se puede imaginar mundos que pueden ser reales. Pero la realidad necesita su sobredosis de ficción. Es lo que creo ahora. Antes no lo veía así. Pero de los errores se aprende. Escriban lo que quieran. Pudor literario, y no furor uterino.
Los recuerdos de mi madre y de mi padre cuando era niño no son los mismos de ahora. Antes recordaba mi madre fragancias de inocencia paridas desde mi garganta. Recordaba la bonita infancia donde era fácil decirme mentiras piadosas por mi bien, ahora todo ha cambiado. La verdad es que las mentiras tienen las patas muy largas desde la niñez a la adolescencia. Recuerdo cuando mi madre me daba habas. Recuerdo el fin de mis amígdalas. También el temor a una posible enfermedad debido a mi anemia alarmante. Cuando mi madre tenía treinta seis años, qué maravilla. Bellos recuerdos que se pierden como una tormenta disipada por el viento. Recuerdo el vino quina que me daban para despertarme el apetito.
Ahora todo es diferente. Ese niño se ha hecho hombre, y ese hombre ya no es el mismo. Recuerdo cuando mi madre me compraba pastelitos de Tarzan, y Phoskitos. Recuerdo la lechera de lata camino de la lechería. Ahora ya no me va a buscar a las cabañas en las afueras. Pero me sigue buscando por los rincones adormecidos por los sueños de su casa. Mira mi foto. Y no me encuentra. La verdad, es que ya no me encuentra nadie. Todo se ha evaporado. Como el disolvente o como la gasolina. Yo nunca he sido malo. Ni travieso. Pero el tiempo de ahora me ha hecho desconfiado y no me fío de nada ni de nadie. Contrastados recuerdos. Pasar de un lugar a otro del alma. No, ya soy recuerdo solo para mi madre. El número próximo de Nevando en la Guinea se lo voy a dedicar a ella y a todos los padres de poetas o escritores. Porque me apetece hacerlo. Es inútil satisfacer a todo el mundo, pero más fácil es alegrar a unos cuantos.
Interminable, la noche es interminable, como una enredadera infinita, como un Orient Express inacabable. La noche, esa que nos vio nacer, es el bolero màs negro que nunca se acaba de bailar. La noche es un transbordo desde la bonita tarde. Noche maravillosa, espléndida magia de luna blanca, de aroma, y sándalo. La noche interminable es silenciosa como un gato. Es sigilosa, el ruido desde el silencio se agrava exageradamente. La noche guarda secretos que nada más conocen los amantes de tres en tres. La noche es cuando son pertinentes perfumes de mujer. La noche tiene un lenguaje de flores que no entiende la mañana. La noche es el mundo del panadero, ya no del basurero, sí del rocío en el verano, en el invierno escarcha lenta de la aurora la noche. En la mañana del verano dura veinte minutos, en la aurora del invierno dura cien. La noche infatigable dicen que ya no espera, que desespera, que perdió la esperanza. Pero de vez en cuando brilla un sol completo, que la hace generosa y con la ilusión desde antes de ayer. La noche no es de nadie. La noche quiere ser y no ser. Quiere una fuente, una liturgia bella, una contraseña, quiere un simulacro del silencio.
Muchos piensan que para escribir se necesitan experiencias, como irse de fiesta, meterse en peleas y vivir la vida. Sí, no es una tontería, puede valer. Es como ser una especie de Ernest Hemingway a la española. Y no, hay que recordar lo que decía Hemingway al respecto. Y es que para ser un buen escritor y contertulio tienes que ser como los boxeadores. Ser un buen Sparring soportando golpes pero (leyendo) también hay que saber devolverlos. Y es eso, el que quiera escribir es buen menester que viva la vida, pero también debe leer, leer, y aprender. Empaparse de todo. No estamos hechos para durar. Y la carrera de un escritor es meteórica y sin muchas ganancias. Escribir bien lleva implícito nutrirse de literatura. Conocer los clásicos. Porque ya está todo escrito, y solamente nos queda maquillar una mentira con un envoltorio real. Se debe ser buen sparring, pero es mejor que des tú cuando más golpes mejor. Y dejar KO al adversario o rival. Se vive la vida, se bebe, te diviertes, pero nunca menosprecies la hoja en blanco. La primera regla de oro es escribir cuando aparece el misterio de tener una historia, ya sea verídica o ficcional. Pero se debe escribir la historia y luego dejarla reposar. Repasarla, retomarla, corregirla, las veces que haga falta, y ponerle el punto y final. Por eso a muchos escritores les da tanta pereza releer su propio escrito. A mí me ocurre. Y creo que lo más difícil es corregir, ya que una buena historia es fácil de emprender si tiene hueso. El hueso es la dureza y la firmeza que hace una historia creíble. Sin cierta coherencia no hay hueso, y la verdadera coherencia es la carne que tiene que tener apetito desde el comienzo.
Es tan inútil y estéril aconsejar a la humanidad libertad intelectual como predicar en el desierto. El ser humano es vanidoso por naturaleza, le encanta hacerse notar ante los estupefactos que no sienten. Aunque que no sienten sea una contradicción, ya que no oyen una voz más alta que otra, oyen a los que les encanta hacerse notar. Intentar ofrecer la libertad intelectual es tan poco probable como un orgasmo insatisfecho. La libertad intelectual es tan importante o más que otras cosas como los derechos civiles, o la ley LGTB, pero la vanidad va implícita con el ser humano. Pocos llegan a sanar del cambio tan rotundo que supone pasar de un ecosistema a otro. Es como enjaular a un pájaro. No importa que se vuelvan locos, luego gritan, otro loco, otro, loco. Y es precario vivir con dos naturalezas sostenidas con unas pinzas endebles de plástico feble. Como sostener el peso del mundo. La esquizofrenia, en realidad, no es un cambio de naturaleza, aunque otras veces sí, la esquizofrenia es no saber interpretar lo que el transmisor le dice al receptor. Todo es falta de respeto. Porque nadie respeta la natura después del corte del cordón umbilical. Esto hace a las personas vivir una vida precaria emocionalmente. Y nadie lo entiende. Sólo el que lo conoce de verdad. Hay muchas maneras de arrebatarle el canto a un ruiseñor. Y una de ellas es enjaulándolo. Sé que es triste, sé que entiendes que yo no entiendo. Y sé que no entiendes lo que yo sí entiendo. Esto es la vida. Lo que nos asemeja y nos falta en algún lugar, para el otro, es inverso.
Porque cuando enfermé de simulacro y espanto hallé el grito de la humanidad. De la razón sin esperanza, del “hasta luego” de los amigos con nombre desconocido. El grito de la humanidad viene a ser lo mismo a eso que llaman los esquizofrénicos como “escuchar voces”. El grito es un grito cuando todos los desprotegidos del planeta llaman a tu timbre, aquellos, refugiados ya de la supernova. Y hay tantos…tantísimos….es global el grito. El grito se escucha desde afuera para adentro y tú también te conviertes en grito. Cuando conoces la desnudez de los edificios, de las habitaciones, de la cáustica lejanía de los promontorios. Porque mientas nadamos buscamos el promontorio, y si no lo encontramos el grito somos nosotros. Porque sin grito no llorarían los neonatos tras la palmada en el trasero recién paridos. Porque sin grito la humanidad se apartaría en el silencio, y la vanidad, se hace escapar de lo que va recogiendo entre flores y sombras y extrañas criaturas. Un pájaro también grita, aunque trine, las crías de gorrión en los tejados también gritan, gritan los animales, gritan los que perdieron la esperanza a fuerza de tropiezos. ¿Por qué nos asusta el grito? El grito que nos hace semejantes. El grito atado al silencio y anudado en la gran verdad de la tierra. El grito de las entrañas, desde las vísceras del mundo. Gritar es necesario, pero una cosa es gritar y otra muy distinta es levantar la voz. No se tiene más razón levantando la voz después del grito. Levantar la voz lo hacen para amedrentar. Pero el grito es interior, es proclive a estar silenciado. Para no despertar a los niños que con su sol en el corazón juegan a la travesura de la falsa risa. El grito de toda la humanidad no lo escuchan la minoría rica que acapara el silencio estéril de los cerrados y herméticos ojos de la inocencia. ¿Es mejor ser inocente? Lo que es mejor es la paz verdadera. El grito asusta a los pacíficos, nos gritan mintiendo por televisión , nos gritan con fake news, nos muestran los timos de la vida con el grito embustero. El grito verdadero nadie lo oye y si lo oyen te llamarán pelmazo, impertinente, desgraciado. El grito de los psiquiátricos se mete en la llaga del cerebro como una voluntad que quiere hacerse presente aunque se difumina en la noche. Son atormentados del día, de la mañana, la tarde. Solamente el silencio hace dormir a los celadores. Solamente el silencio creen que está vacío. La humanidad grita. ¿No la oyes?
No te conoce nadie, no, no te conocen. Fueron amigos antaño y hogaño no te conocen. No sé si se han olvidado de tu cara, del parentesco, de la sangre. Cierto es que has engordado, cierto es que tu aspecto ha transmutado, cierto es lo que parece cierto. Pero a veces lo cierto es lo más incierto e improbable. Nadie conoce a nadie. Es en este carnaval, tu disfraz el que más repele. Es en este sueño lo que nada se conoce. Te acuerdas de sus nombres, de su alegría y de sus motes, pero nadie conoce a nadie con los pronombres en cruz. Con los despuntados lápices. Tu casa es ahora otra casa. Donde no hay nada ni nadie. Es tan fugaz la luz como fuegos artificiales. Nadie quiere sufrir, tampoco equivocarse, se arrepiente el sol de ser sol, pero llega la noche, y nadie conoce a nadie. Comprobamos estupefactos lo que es inadmible, lo inapetente, lo deplorable. ¿Nadie? No. En realidad todos te conocen. Te conoce el libro cerrado, te conoce la historia interminable, te conoce la luna, tan esbelta, blanca y grande. El misterio se dará a la fuga, como asustado hombre improbable. Todo esto es una amalgama de sueños que contigo se acuestan. Un manojo de sueños donde elijo improbable la certeza ciega. Nada es cierto. Todo es una ilusión momentánea. Cuando vienen las sombras todo se traslada al mismo lugar donde antes estaba. No, no puede ser que no me conozcan, pues ¿tanto he cambiado? ¿Dónde está el compromiso fíel y el beneficio de la duda? Llegas a amar la soledad. Llega ésta a ser tu gran compañera. No te conoce nadie, no. Cambiaste siendo el mismo y lo mismo serás hoy. A todo se acostumbra la mente. Lo llaman “conformarse”.
Hay momentos momentáneos en que te despegas de ti mismo como una pegatina. Te despegas y no sabes ni cómo ni porqué. El hecho es que al levantarte te sacudes y cantas. Pero en otros momentos eres precario de equilibrio y maneras de mirar. La gente, ¿qué importa la gente? Tienes que ser un alma completa las veinticuatro horas del día. Cuando algo falla a tu alrededor también fallas tú. Porque caes derrotado en el reloj de las auroras y los crepúsculos. Cuando te despegas caes en derroteros que no te hacen bien. Es bonito vivir en paz. Con la verdad de las mujeres que se entregan totalmente. Las mujeres son una costilla tan necesaria que alumbran en la penumbra de los días y las sombras. No es menester vivir enfadado, resentido y diletante. Tienes que intentar ser feliz aunque te queden micras de esperanza. Levantarte y no desfallecer. Esto, que suena a retórica, a veces es un aliento que te hace suspirar mientras la vida se hace lenta. Vivir para ambos mundos es un buen plan. Respetar para que te respeten. Divagar en la hermosura de los días descansado. Bien comido y bien… mi pensamiento es de Mercurio. A veces se dispersa y otras se contrae o se completa. Ser amigo de tus amigos también es un buen plan. Ya no son los tiempos como antaño. Ya lo decía Bob Dylan. No es sorpresa encajar los golpes y resurgir de la vida con alegría y saber donde se encuentra la fiesta del vivir. Encontrarla y no despegarte de ella. Por más tropiezos que tengas. Es tan bueno vivir en paz como el pan de cada día. Lo malo es que algunos no hallan ese pan, que pasan hambre emocional. Quiero ensalzar la vida con la plenitud que dispongas.