Hola, soy Capplannetta, vengo a este Cash Converter a ver si quieren mis vísceras. ¿Cuánto me darían por ellas? Con los intestinos pueden hacer Mondongo a la italiana. Con mi corazón y el estómago pueden hacer anticuchos. Según hagan ustedes la sazón. Con mis pulmones, ya que soy fumador, pueden hacer un tambor, o quizá, unos timbales. Ya sé que mis vísceras son usadas, pero ¿acaso no es aquí donde venden cosas usadas? Soy un producto de segunda mano, pero con un poco de ingenio pueden hacer un buen negocio. Con mis riñones pueden hacer un guiso de carne frita, pero tendrán que sazonarlo o con vinagre o un poco de Oporto. Aquí les traigo mis vísceras. Con la grasa de mi abdomen hagan ustedes manteca, o de la blanca o de la colorá. ¿Que soy viejo? Si acabo de salir de las entrañas de mi madre, como aquel que dice. Dispongan ustedes de mis vísceras. No pido demasiado. Solo un poco de dinero y sigo por mi camino. Que un cocinero bueno, si se da maña, puede llegar a hacer suculentos platos. Ah, se me olvidaba. Con mi hígado pueden hacer asadura de la buena. Aquí les traigo mis vísceras. Están usados durante doce primaveras, lo demás todo es puro, nuevo, de segunda mano pero nuevo. No sé, inviertan en estas vísceras.
En algunas partes del mundo hay una cola interminable. Es el cansancio de hombres y mujeres que buscan alivio en el camino y esperan, ya que la vida es una larga espera. En los países sin oportunidades hay una cola de aquí a Lima. Muchos buscan parentesco y en la sangre coagulada de espesura, y se tapona la cola y la gente cansada y asqueada de llamar a todas las puertas se dan de bruces con otras puertas, entre el papeleo y los funcionarios. Embajada o consulado, van en cola tan despacio que sudan la fiebre amarilla de los que sol no conocen. En este mundo hay demasiados intereses en juego. Pero tienes que colocarte justo al final de la larga cola y se parten la espalda entre la súplica y el halago. Sumisos ante los escalones del mundo. Suben y bajan, la asfixia por otro lado, la infamia y la ignominia, la verdad del mundo es la cola. La cola que se hace larga e interminable. Se desesperan pero resisten, resisten pero se fatigan, se fatigan y se cansan, de la lentitud de la cola y del delirio del mundo burócrata. Este mundo es una mañana consagrada a la verdad que lame con lengua de gato los suspiros solitarios, las esperanzas huecas, y necesitan oxígeno para bucear en los océanos que no dan abasto. La cola es una serpiente que quiere por encima de todo un sí, y en el no caen rendidos como si el cansancio ya no pudiera respirar en ninguna otra parte. El vicio de la derrota es que no te deja relajarte. Se cierran los calabozos con fachada de residénciales. Te ponen un sello de oropel y blasón como estandarte que te llega rodeando una manzana, una cuadra, por donde no cabe más nadie. Se le puede llamar al mundo victoria entre guerras, historia de lo que es saciarse. Quieren salir para desde lejos echarla de menos, con sus padres de la patria, con sus madres atadas a sus hijos. Te lo puedo decir porque lo he visto. Mientras tanto la gente celebra con el espinazo del diablo, y es largo, tan largo, que parecerá que murió la serpiente al desplegarse la tarde. En algunos países cuelgan cacao, en otros negros en los magnolios y en ninguno cuelgan billetes a pesar de que eso crean los que tienen la necesidad domesticada. De esos gregarios humanos y huérfanos de patria se puede oler el cansancio como el que huele a sudor camuflado con la artimaña. Dejad la súplica, el mañana vendrá luego con una esperanza que agoniza mientras el mundo les aplaude.
No está tan mal eso de los algoritmos. Empiezas a escuchar un disco completo que acaba siendo una fuente infinita según el estilo que más te guste. Lo mío es el flamenco, y partiendo de esa base encuentro flamencos que ni sabía que existían. Lo mismo me da la raza, los instrumentos y recursos variados, y las letras de los temas, ya que no soy tiquismiquis. Empiezo escuchando a Porrina de Badajoz y me da un repaso por los Chunguitos, siguiendo por Azúcar Moreno, para acabar con Soleá Morente. Si yo contara haciéndoles un riguroso listado de la música de mi playlist seleccionada por el algoritmo no acababa ni en tres horas. Es tan rico el caudal, con estilos variados, y mezclas de músicas entre el jazz y el flamenco, entre el flamenco-pop, y lo que llaman rock andaluz, es una pasada. Resulta interminable tal empeño. El otro día empecé por escuchar a Kiko Veneno y acabé escuchando a Pitingo y después a Martirio y sus sevillanas que trasmiten tanta gracia que las agradecí, ya que me reía de lo que decía en las sevillanas. Aunque los caminos del algoritmo son imprevisibles. Pasas de escuchar desde a Martirio, después Amparo Sánchez, luego Manu Chao y acabas oyendo a Tonino Carotone. Los algoritmos son sin lugar a dudas un capricho que te lleva por caminos indefinidos. Me gusta esta era. Sin previsión ni conocimiento hemos creado una vida de certezas aunque sean imperfectas, y eso es lo que tienen de encanto dichos algoritmos. En cine ocurre un fenómeno parecido. Pero donde más se prodigan es en Amazon. También en las Redes Sociales. Este mundo es una especie de libertad que otorgamos al algoritmo como si éste fuera un humo que, a su caprichoso criterio, te trae temas que buscabas basándose en el perfil que tecnológicamente conocen. Es una maravilla. Me encuentro bien en esta era. Aunque ya no hay hogueras para enfermos mentales, judíos y brujas, hay una hoguera global. Es el algoritmo.
Martín Scorsese ha dado en el clavo tantas veces que, como a mí, le gusta indagar entre esos personajes masculinos fuera de lo normal, al borde del abismo, y con mujeres fatales que dan a esos personajes cierto aire de superhombres. Por eso dirán tal vez las féminas que resulta misógino. Yo lo que creo es que enfoca en Taxi Driver y en Toro Salvaje un excelente trabajo de hombres acabados, en los cuales la capa de héroes se les queda pequeña. Basta ya de superhéroes. Travis, el personaje protagonista de Taxi Driver, parece que va a realizar un magnicidio y al final (no quiero hacer spoiler) todos sabemos en lo que acaba. Todo aquel que haya visto la película sabe que algo va a pasar, pero no se sabe cuando. Sobre todo lo sospechamos o lo empezamos a entrever cuando el hombre negro, también taxista, le dice: – Adiós, Matador. Se lo dice después de que los demás taxistas despotriquen verbalmente sobre el barrio de los Maumau (barrio de población afroamericana).
Después tenemos el film Toro Salvaje, que no es precisamente un cuento de hadas, y en la película, basada ésta en el libro autobiográfico de Jack Lamotta. Jack, un personaje carismático a la vez que perdedor nato, lo meten en presidio por dejar a chicas menores entrar en su local de copas. Se golpea la cabeza contra la pared del calabozo diciéndose ¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Hecho que da ternura a la vez que risa debido al absurdo en el que se halla inmerso. Jack Lamotta acaba en la decadencia más absoluta. A diferencia de Taxi Driver que se nos muestra desde el principio. En Jack vemos a un ganador resbalar desde la cúspide.
Perdonen que haya sido un tanto spoiler. Pero estas películas unidas son a la vez el hombre que es, o que se convierte, el protagonista de Cibernética esperanza. Llamado Capplannetta es todo lo contrario a cómo se hace llamar. Aunque el nombre parezca un galimatías en catalán, en realidad el personaje de Capplannetta es charneguito. Cosa que lo lleva con gracia y socarronería. Pues bien. Capplannetta en sus monólogos habituales nos enseña la cara triste de un outsider. Un personaje que por cuestiones del destino se ve arrojado en una infernal inmersión desde el nadir de la psiquiatría hasta los devaneos con la decadencia más absoluta. No quiere decir esto que este sea un loser por prescripción médica, pero se mete él solo en unos vericuetos descomunales. Y sin hacer tampoco de spoiler vemos un hombre en toda su esencia de caída a los infiernos. Como Jack Lamotta cuando éste se golpea en la pared de su celda preguntándose por qué, Capplannetta entra en devaneos entre el absurdo y su torpeza habitual.
Capplannetta no es Jack Lamotta ni tampoco el taxista Travis. Pero la derrota de los hombres que nos enseñan estas tres historias de derrotas y absurda tragedia postmoderna es que no hay ni un solo Travis, ni un Jack Lamotta, ni tampoco un Capplannetta, que se escape del absurdo de esta vida llena de recovecos y miserias decadentes. No se escapa nadie de la decadencia. Ni el más ganador, ni tampoco el más perdedor. Nadie.
Cuando una mujer se entrega toda al sexo es sin duda un síntoma claro de que te quiere. Yo no puedo querer si no veo de quien me enamore. Quisiera tener una pareja en la que los dos comamos del fruto del amor, aunque ese amor sea prohibido. Prohibido prohibir, esa es mi máxima. Quisiera estar como dos carnes paralelas dispuestas ambas al placer asegurado y a la dicha del amor. Amar es lo único en la vida por lo que vale la pena morir. No me conformo con tener solo sexo, quiero ser amado para yo amar también. Cuando una mujer se entrega en la cama al hombre que ama es una verdadera bendición de los dioses, pues sólo es llamado amor aquello que es a la vez que complicidad, amor sin medida. Tener la suerte de ser amado es un privilegio que no todos han disfrutado. Yo he querido, pero el amor es como un humo caprichoso que se mueve a la par del aire, y puede tomar trayectos según sea el aire que empuje al humo. Quisiera volverme a enamorar. Cuidaría de ese amor como me cuido a mí mismo. Lástima de consejos que se dan sin entender lo que supone una mujer cuando se entrega. Una mujer es toda sensualidad en el momento que ella lo cree oportuno, y el hombre está dispuesto a beber de esa sensualidad para llegar al coito donde los dos andan un camino, y ese camino es un camino para dos. Ambos se juegan el verdadero arte amatorio con las veces en que se entreguen a tales efectos. Deseo ser amado. Pero si no doy el primer paso yo jamás podré avanzar en el camino. Ese camino donde Eva ofrece a Adán el fruto que los expulsará del paraíso, pero ¿acaso conocen un lugar más paradisiaco que una cópula entre sábanas y enamorados en amorosa aunque completa dicha? Es bonito el amor de ambos cónyuges.
A causa de los pocos lectores que tengo, he llamado al editor Pablo Méndez y me ha dado el siguiente consejo: que cada día haga un amigo, y así, menos los días vacacionales, y cuando reúna en un año trescientos amigos y otros trescientos en un año posterior, y que cada amigo me compre un libro, tengo las regalías aseguradas, gracias a los amigos de zurrón. Yo le he dicho que la idea es buena. Pero siento decir que yo lo tengo muy difícil . Debido a mi enfermedad me recluyo en casa, y así, como no haga los amigos de zurrón a través del World Wide web no creo que logre ese propósito ahora. Yo, no soy ni antisocial ni un misántropo, pero tengo dificultad para relacionarme debido a mi timidez. Eso, y lo que puedo ofrecer de mi precaria forma de ser. No soy yo el que elige, pero mi editor me anticipó que no era fácil. Si yo pudiera hacer cada día un amigo para que éstos me compren y lean mi trabajo, seguramente sería más leído de lo que soy. Cuando se me vayan todos los pensamientos barrera, cuando sea realmente yo, quizá me proponga hacer amigos de zurrón. Pero ahora no puedo. No puedo siquiera ni tener relación con familiares. Pero puede que parezca raro, pero existen, por suerte o por desgracia, muchas personas como yo. No soy el único, y eso me alivia. Otro consejo de Pablo es que escriba, y eso hago, y no pretendo escribir por rellenar mi web/blog de cosas anodinas. Mi ejercicio de escritor es la mejor manera que tengo para relacionarme. Oralmente no soy muy bueno, y hablar en público me resulta difícil. Digamos que tengo cierto miedo escénico. No soy tampoco el único. Pero lo mejor es hacer amigos de zurrón buenos, aunque en lugar de trescientos libros vendidos al año, venda veinte. Pero para mí lo mejor es que me lean.
Siento mucho ver a mi padre luchar con lo que llaman nuevas tecnologías, que no tienen nada de nuevas ya. A ellos les ha llegado tarde tanto lenguaje cibernético y tanta ignorancia frente al que se empeñan y se empeñan. Ahora está la patata caliente en los banqueros. Tienen a nuestros mayores como clientes pero les obligan a usar Internet de manera despiadada. Algunos tienen efectos como la ansiedad y he visto a ancianos llorando en un cajero. Deberíamos poner nuestro apoyo, aunque unos sepan más que otros, y a otros se les puede ayudar a entender informática, o aquello que no entiendan. Dile a un anciano que se familiarice con un lenguaje que no entiende, y a muchos nos enfada porque lo mismo que no sabían programar un vídeo VHS, ahora diles que si el sistema operativo y otros términos angloparlantes los lleva a un estado de impotencia. No se llevan bien con la banca por Internet y tampoco entienden mucho sobre cuestiones de informática. Hemos pasado a que nuestros padres nos enseñen lo analógico y hasta ahora que tenemos que enseñarles el lenguaje digital. Y que conste que no uso el término “Analfabetos Cibernéticos”. Pero no todo es ignorancia frente a la tecnología. Algunos han tenido que aprender a marchas forzadas. Ellos, nuestros mayores, puede que no sepan de tecnología, pero aún pueden enseñarnos a vivir. Enseñarnos códigos vitales de supervivencia. Códigos con los que están totalmente familiarizados. Yo reivindico que la tecnología no sea cosa de jóvenes. Reivindico lo analógico para nuestros mayores. Y el contacto de tú a tú. Quieren tenerlos como clientes pero no tienen conmiseración hacia ellos. Ellos nos enseñaron educación clásica para el hecho, no poco importante, de buenas maneras y a ser buenos ciudadanos. Nuestros mayores son vulnerables y se les obliga a cosas que ellos no entienden bien. Por eso debe ser que ancianos opinan que este mundo empieza a no ser suyo. Es una injusticia.
¿Qué le estoy haciendo a mi pobre corazón? Soy yo el último y el único que tiene la respuesta. Esto no es un post de autoayuda. Esto es un post sincero que me hace fuerte porque me quiero. Estoy dispuesto siempre para la lucha. Encajo los golpes, me cubro la cara, me protejo de mí mismo. Porque soy yo mi único enemigo, y si no entendiera eso, estaría traicionando a mi pobre corazón. Debo de estar preparado y quedarme con el ánimo impoluto. He caminado entre cristales, he soportado el frío, sufro si mis hermanos sufren, y cuento con pocos amigos, pero verdaderos. No quiero volver al paraíso perdido, porque dentro de mi vida nueva hay paraísos por doquier. Comportarse con tu naturaleza tal y como lo haría un viejo que se cuida y domina todas las marionetas y los títeres del teatrito. Todo el mundo necesita una sonrisa, todo el mundo desea amabilidad, un buen trato, y la música de las risas. Luchar a contracorriente es hacerse enemigo de sí mismo. Todas las canciones de amor hablan de lo nuestro. La misma canción grabada a fuego en nuestro lamento. Sed leal es como se debe ser para ser justo. De adolescente no comprendía las canciones de amor, pero ya de adulto ha llegado el momento para tenerlas en cuenta. Que empiece la música.