
Que no se debe ser ni racista ni xenófobo ni homófobo ni fanático no es sólo un aliciente para demostrar que eres buena persona, es además una obligación que lleva implícito que no se debe ser hipócrita y sí honesto, que no se debe ser cínico y sí sincero, que no se debe ser despreciable y sí amable. Porque es un hecho que no debe reivindicarse, sino que debe darse de forma natural, aprendamos más de los niños y los ancianos, y no tanto de ismos y vertientes beligerantes y pretenciosas. Que nadie es más que nadie, ya sea de la religión, nacionalidad o condición social que sea. Pero todo esto es tópico pueril, y cuando se le atribuye a todo esto el término de tópico, unido a este, al de pueril, las cosas no van bien, y no es nuevo. Somos la escaleta de una aventura que vivimos desde los ojos del yo interior, de nuestra presencia íntima y ególatra. Dejemos atrás las retóricas, los academismos, dejemos atrás el patetismo humanista, hagámonos amigos, busquemos otra verdad, compartamos, mezclémonos, que el mundo no sea un dime y direte, o un toma y dale, o un saca y mete, el mundo, esa piedra azul en la que vivimos es el único lugar donde podemos estar, hagámoslo confortable. Basta de egolatría, basta del suma y sigue, ya sé que todo esto suena muy hippie, pero no es hipocresía, es lo que verdaderamente importa ahora, ya, hoy, en este mismo instante. Ahora.