
En mi poemario nuevo Prosimetrap hablo de un personaje con una vida corta y confusa. Trágica y demencial. Este personaje se llamaba Baldomero. Su recuerdo me ha acompañado desde que se fue hace unos años. Muchas veces vivimos una vida que no nos pertenece del todo. Esa fue la vida de Baldomero. Una vida entre locura y desapego a su propia autoestima. Cuando vivimos una vida que no nos pertenece del todo admiramos un mundo que es siempre una quimera. Una equivocación tal vez. Baldomero era una persona en su adolescencia carismática y a la vez equivocada. Salía cuando tenía dinero y eso suponía hacer pasar a su madre muchos disgustos y decepciones. Era un enfermo del alma. Una persona equivocada en su planteamiento como vida, un camino de tropiezos y risas de la gente, y un desenlace triste. Me tengo que reservar ciertos episodios que no quiero desvelar, aunque tampoco quiero causar a nadie agravios y malos recuerdos. Baldomero era su propio enemigo, una infancia y una vida sin padre, su madre, bueno, su madre estaba desbordada. Este escrito va por separado del poema en prosa escrito en mi poemario antes nombrado. La vida dejaría de tener lágrimas si no fuéramos los verdaderos hijos del mar. Todo lo salado escuece. Escuecen las lágrimas, el sudor, y la orina. Escuecen como el mar su agua salada adentro de los ojos. La vida duele y escuece. Escuece y se lamenta lo que no nos pertenece. Muchas veces no nos pertenece la vida, aunque sea nuestra. Puede ser parte de lo que hemos elegido. ¿Era Baldomero un desgraciado, o un loco de la vida? La incógnita suele ser para los ángeles niños. Para el pan de los inocentes. Para el salubre ingrediente de la derrota abrazada por Baldomero.