
Si yo hubiera sabido que la media luna que cruzada el primero de mayo esperaba escuchar mis primerizas canciones locuelas e inocentes, para nada, lo juro, para nada hubiese perdido la esperanza de ponerme tus flores luminosas de silencios en la vegetal prisa de la clorofila y entre las sienes de mi cabeza, entre el amor del vergel y la acequia donde los pavos reales picotean el agua y los nenúfares del estanque celeste que desde tu cara imaginaría de besos desde mis labios calientes en los hoyuelos que dibujabas cuando sonreías. Si yo hubiera sabido, porque Dios me hizo ignorante de secretos acomodados en la brisa púrpura de las mil y una noches de Arabia, de Babilonia, de fragancias eternizadas de sur caliente y amor que me quería sin saber de mí, ni de mi rastro, ni del sigilo que nadie teme, ni de la velocidad de aurora boreal tan verde, verde elocuente… de esencia que me llama, al anochecer me llama, sin pedir nada a cambio. Solamente mi desnudez con la que el sueño siempre es amor de pedregal y nácar que brilla como el salitre de luces diminutas brilla en la arena gruesa del mar volcánico. Si yo hubiera sabido que tú color era mi color, que el olor de tu saliva en mis labios se escuchaba por el corazón que lleva el río tranquilamente sonante. La naturaleza de los olivos, la jara y el romero hacían ofrendas de suspiro mío, tan mío, mío, mío, mío, que yo a tus flores hubiese querido con el temple de la fecunda primavera que no repite su azucarada liturgia en la seda de tus pechos duros, tan duros que enardecían mi silencio y tus pezones de punta lo plagaban de caliente esfera en un círculo y ambiguo de negrura hermosura y recostada canela que se disuelve en los derretidos líquidos absolutos con vainas de vainilla crujiente de Madre, Padre y amor fragante de azahares en los naranjales y limoneros, laureles persas y mixturas de flor jovencísima y mojando tu pulpa de antiguas carnes de ensueño vertería mi semilla en el gemido de tu interior húmedo entre mi ay, mi ay, mi beso en tu boca de entregada quietud de tus ojos en blanco, como pedernales elaborados a mano. Como ser pez y no recordar que está libre en su agua habitual. Abusé de libertad, abusé de libertad porque eras buena, y eso no es nobleza de hombre sencillo, es hacer pedazos tu corazón de esperanza coronada de cielo azul, azul remoto y azules te amos, azules te amos que ya no puedo rescatar del fuego del sol. Quisiera haberte dado la luz por la que soñabas cuando éramos dos inocentes niños que besaban la carne y la sangre corría con el vértigo de la testosterona, nuestra carne, hasta que comprendí, que mi corazón era tuyo y mío era tu corazón, y me mirabas enamorada, como se deben mirar las farolas por las calles de sujetas cuestiones por las que las salamandras acechan mosquitos lunáticos de luz amarillenta y viva; entre las canciones enteras endulzadas de dicha y rosas con claveles engarzados en nuestra plegaria recordada hoy de amor primero pondría en tu frente un beso y te llamaría, te recuerdo fresca, te recuerdo siempre, te recuerdo hermosa.