Aquellos que se van

Es por todos sabido, aunque nunca está de más recordar. A todos aquellos que al fallecer se nos van. De nuestras vidas se nos van. Y no volveremos a verlos más. Es por eso que en esta vida hay que ayudar con tu alegría, hay que tratar de reír, gozar, comer bien, dormir mejor, y olvidar. Dar aquello que puedas dar. Es no perder a nadie tras el olvido. Pues nuestros muertos son nuestros recuerdos. Suena a tópico. Pero vivimos poniéndonos la zancadilla unos a otros. Y no entendemos que esta vida se nos acaba. Todos vamos a morir. La muerte está acechando como un vacío que nos deja la pérdida. Tengamos una cosa en cuenta. La muerte es un tránsito. Porque la leyes de la física nos dicen la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Nacemos para morir. Pero entre un punto a otro de estas dos realidades hay un tiempo en el que no podemos renunciar a vivir la vida. La vida es un paseo, un desfile de amor. Carecemos de libertades, tenemos nuestros miedos, y tenemos la capacidad de amar. Después de eso no hay nada. Sólo hay otra materia, otra transformación. Aquellos que se van no volveremos a verlos. Desaparecen para siempre. Y mientras continuamos nuestra lucha diaria aferrados a las cosas materiales. Y la verdad es que las mejores cosas son gratuitas. Lo gratuito es más hermoso que lo que pagues con dinero. El putrefacto dinero. Hay cosas en la vida que no se recuperan. Se debe vivir desde la bondad. Se debe vivir desde el buen rollito. No hacer daño a ningún ser en la Tierra. Y tratar de amarnos, aunque sólo sea por educación. Aquellos que lo dan todo son aquellos que decidieron dar lo más valioso que tenían. Amar un amigo es consagrarse a Dios.

¿A dónde se irán ahora los jóvenes de fiesta?

¿A dónde se irán los jóvenes ahora de fiesta? ¿En qué lugar ocurre el akelarre de la luna llena? ¿A dónde se van los jóvenes ahora que el eclipse es magia? Para mí es un misterio. Tendré que preguntarlo. No para ir de fiesta, me sentiría ridículo. Es por pura curiosidad. Yo me iba a Terrassa, a la Zona Hermética, y empecé yendo al Albatros. Ahora no existe nada. Todo eso se fue con los años, porque los años pasan y se llevan aquellos lugares donde fuiste feliz. Ser jóvenes es empezar por el postre. Es atiborrarse de chocolate sin temor a engordar. Quisiera saber dónde se cuece la hoguera de la primavera. ¿Se irán a la Costa Brava? Quizá a Lloret de Mar. ¿Qué habrá sido de la tasca del Pelos? Todo desaparece. Los buenos momentos se evaporan como el aguarrás. A muchos amigos se los llevó la parca. Otros acabaron mal, aunque viven como pueden. Yo tuve la inmensa suerte de haber vivido en los 80-90. ¿Ahora es el reggaeton la música que se pincha en las discotecas? Mala música. ¿Dónde se bailará la rumba? Todo se lo ha llevado el viento salvaje y ya no volverán aquellos jóvenes que yo conocí. Algunos quedan todavía. Pero ya no tenemos edad para ir de crápulas. Quizá vuelva la juventud, ya que como dijo algún poeta. Ahora que de toda la diversión han pasado veinte años. O quizá más tiempo. He llorado y he llorado de risa, he ayudado con mi alegría, y me he equivocado como todos los jóvenes se equivocan. Hubo un tiempo en el que se disfrutaba más fuera de la discoteca que dentro. Recuerdo mi felicidad, mi enorme sol en mi pecho. Juventud que un día fue mía.