Escribir un libro

Estoy escribiendo un libro. De mis libros ya publicados ninguno ha tenido éxito, pero yo sigo en la brecha. Decía Oscar Wilde que a todos tus libros por igual se pretenden que tengan buena acogida, que son como hijos. Yo no diría tanto. Me parece una exageración. Pero bueno, cada uno tiene su propio concepto de lo que es un libro en cada escritor/a. Llevo mucho tiempo que me dicen las editoriales que mis libros no se venden. ¿Serán de verdad malos? Yo no sé, pero no tengo salida. No puedo hacer otra cosa que escribir. No quiero publicar más libros en unos años. Primero tengo que tener paciencia, después serenidad y también escribir y leer, leer, leer. No hay mejor combustible que ese. Escribir un libro es algo muy difícil. Por eso cuando veo a escritores de éxito siento envidia y los admiro. Todo a la vez. A mí no me gusta ir por la vida de escritor, y mucho menos de poeta. Pienso que el Parnaso debe contar con buena literatura. No escribo para hacerme rico, y ganar dinero no gano. Más bien los pago yo. Salvo excepciones, hay escritores buenos y malos que tendrán que pagar en un futuro por publicar. Eso sí no ganas concursos o no eres un autor conocido. Esto de escribir es una carrera de largo recorrido. Tienes que aguantar el ritmo, la respiración para no tener flato, y aguantar y resistir aunque llegues el último a meta. Nadie dijo que escribir fuese fácil, o quizá alguno sí lo diga. Pero todo aquel que escriba debe tener un buen criterio honesto y leal de lo que ha escrito. No se puede escribir por escribir. Yo prefiero escribir cuando me acompaña la idea certera antes que escribir como un burócrata con una actitud de oficinista. Los buenos escritores de éxito siempre serán publicados sin pagar, y cobrarán decentemente sus regalías. Un escritor que se avergüenza de lo escrito en un pasado no ha entendido o no entiende que a la par que escribir es dificultoso es un ejercicio de aprendizaje. Aprender a escribir es un arduo camino de desengaños y decepciones. Yo no puedo opinar como un gran experto en escritura. La verdad es que sigo aprendiendo, día a día, noche tras noche. Y no quiero dejar de aprender, y sobre todo de sorprenderme. Escribir tus libros también es madurar.

De la soledad al miedo

Cuando hablo de miedo no me refiero al miedo hacía la gente o hacia alguien en particular. Mi miedo radica en mi subconsciente. Tengo miedo de lo que para mí es a ratos un imposible, otras un temor a la vida, y otras, las menores, a la soledad. No es que me dé miedo estar solo, lo que me da miedo son mis propios fantasmas. Tengo que decir que la suerte mía es que mis padres jamás me han censurado. Ni lo harán. Mi miedo parte de la duda y acaba en la sensación de que me sugestiono al creer que decepciono a media humanidad. La soledad no es mala cuando no hay miedo. Pero te trae fantasmas nocturnos que acompasan la psicosis. Yo tengo varias ferrichas que pulir. Vivir es algo fantástico cuando las cosas vuelven a su lugar. Sin darme cuenta me he hecho casi cincuentón. No le temo a la muerte, pero quiero morir sin agonía. Me considero una persona afortunada, aunque no tenga dinero. Pero lo más sustancioso es la paz de los míos y de la gente que quiero y aprecio. La vida me ha dado varias lecciones y puede que le haya visto las fauces al diablo. Pero la soledad es prima del miedo, y el miedo te lleva a la psicosis o la manía persecutoria. Mi mayor torpeza soy yo mismo. He caminado las sucias calles y he visto de todo. Entre desengaños y decepciones me he visto muchas veces en el lugar donde debo estar. Si Dios ha querido que esté aquí es aquí donde debo permanecer. Dios ha puesto cosas a las que amo y aprecio donde está mi lugar. Mi lugar verdadero. He luchado mucho por lo poco que tengo. Pero empiezo a ver luz. Gracias a gente que me quiere y yo a ellos.

El Romancero Gitano y Capplannetta

Yo escribo gracias a que leí el Romancero Gitano de Federico García Lorca. Lo leí en el año 1995. Gracias a mi primo Ricardo. Para mí fue todo un descubrimiento. Una verdadera obra maestra. Cuando leí el poemario me dije, esto es lo que quiero hacer yo. Y desde entonces no he parado de escribir poesía rimada. Yo rimo en serventesio, décimas o PROSIMETRUM. El Romancero Gitano me abrió a un mundo que yo conocía y me veía reflejado en cada verso, en cada metáfora, en las imágenes mágicas. No, yo no soy gitano. Soy hijo de andaluces, que es lo que llaman un “charnego”. Luego vi la película de Bigas Luna La teta y la Luna, y ahí empezaron mis ganas por involucrarme en el mundo artístico. Me veía reflejado en el niño, en Tete. Y también en el personaje de Miguel Poveda. Esa fue la semilla que me sumergió en la poesía y en las artes. Yo había estudiado imagen. En aquella época era analógica. Después llegó la fotografía digital. Y ahí encontré otra manera de expresarme además de la poesía. Son cosas de las que me he reservado dando explicaciones por cierta timidez y vergüenza. Cuando escribía era la hora de la realización, y ahí, todas las cosas si se imaginaban podían ser verdad. También hice música. Pero en las artes no soy muy bueno, tengo que admitir. De los diecisiete a los veintitrés he ido como una veleta. Haciendo acopio allí y allá por culturizarme. Si mis compañeros de la Unidad Hermética me vieran ahora, sin duda alucinarían. He sido crápula, hijo problemático, y nunca he tenido miedo. Ahora de mayor sí lo tengo. El miedo es para la soledad su amiga más fiel. Me llamo Capplannetta en homenaje a Catalunya. Ese lugar de la esquina. Escribí mi primer poemario, o más bien decir que lo publiqué, en 1999. Y ahora no lo hubiese publicado. Pero de los errores se aprende. Pequé de ingenuo. Escribir para mí es todo, y realizar mis mixturas. Sin duda todo ha cambiado para mejor. Quisiera a veces dejar la literatura, dejar de escribir, pero la música, el cine y las lecturas me empujan hacia ello. No es que sea bueno, pero tampoco malo. Gracias a mis lecturas he podido dilucidar cierta verbigracia con las palabras, las metáforas y las imágenes. Como lo haría un poeta.