Capplannetta sin tinta ni quinqué

Me llamas Capplannetta, y yo, mujer, me arropo de mantas y cómodas sedas que no admiten tregua, sin tinta ni quinqué. Te quiero por ser bonita, te quiero como mujer. Ojalá florezcas de gloria y gozo en un virginal papel. La custodia de mis sueños se apropian de nuestra fe, rara y ambigua voz del silencio, silencio que trasnocha en mi piel, y en mi nombre crían larvas de peculio oliver. Basta ya de desdichas sin un porqué. Nuestra unión es de carne cruda, es de nosotros la sed. Sed por la sal que nos cura, con el yodo la herida, que se pierde sin tinta ni quinqué. Se pierde en la noche la llama de fuel, quiero decirte que soy un amante fiel, no soy amor traicionero, quizá despistado, quizá, yo no sé. Algún día me verás cruzar fronteras, me verás sin ver, me sentirás dentro de ti y arrimado desde afuera sin tinta ni quinqué. Me verás como se logra el verano recogiendo fríos hielos derretidos desde la verdadera pared. Verás que Estocolmo no está lejos y el norte es un lugar que no se debe perder. Vienes a mí sigilosa, vienes a mí como una mitad de luna borracha de vino y miel, mejor eso, que aborrecer el trago amargo del vinagre y la hiel. Se dice: —Borracho que come miel pobre de él, y yo ya no quiero entender porqué siento frío en el fuego, por qué siento hielo en la hoguera, porqué tengo tantos porqués. Yo ya no quiero entender lo larga que es la noche esperando un amanecer. Tampoco quiero saber si me alejo tanto o sí te tendré. Tu ilusión es mi bendición puertas adentro, mi ilusión es la carne sin tinta ni quinqué. Quinqué en el Guernica de Picasso, la tinta de un poeta es imagen, metáfora y magia cuando te leen. Cuando te leen se cruza una línea entre la razón y el ser.

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