Hasta que coagule la sangre, capplannetta

Cuando estabas en las drogas duras y por la vena nadie podía imaginar que te inyectabas por la vena aorta. Te pinchabas en el cuello. Sin duda verte bombeando resultaba una vista macabra. No era broma, no. No parabas hasta que la sangre ya coagulada taponaba la aguja. Quedaba el coágulo como una pequeña morcilla de sangre ennegrecida. Como si en el exterior se sentara la gangrena a tu lado como un naipe de muerte y sadismo autoinflingido. Por suerte dejaste aquella asquerosa vida. Y suerte tuviste de no coger el bicho. Ahora tu vida es otra. Parecía como si te hubieras marchitado de la noche a la mañana. Marchito y estropeado. Era como encender cerillas en una gasolinera. Un acto autodestructivo. ¿No te querías? La verdad es que el amor propio no fue para ti algo importante. Si no te querías tú, ¿a quién ibas a querer? Todo se convirtió en un naufragio perpetrado por ti como protagonista. Una tempestad al borde del colapso sanitario. Estabas en la decadencia mås absoluta. Parecías el espíritu de la golosina o un ángel putrefacto de muerte anunciada. El éxito que tenías con las chicas se evaporó. Como si echaras aguarrás en una acera. Estabas totalmente entregado a ese veneno. Eras sinónimo de autodestrucción. Hábito necrofílico.