Capplannetta enamorado

Confinamiento estelar

Puede parecer cursi pero sigo enamorado de la vida, pese a sus inconvenientes y pesadumbres sigo enamorado de ella. En el amor, a las relaciones de pareja me refiero, he sido un cero a la izquierda. Dios me condenó “sin patio” y también me castigó a estar siempre “de cara a la pared”. Quizá en otra vida anterior pecara, no lo sé, yo prefiero hablar de un Dios de la naturaleza, mi vida amorosa siempre ha estado regida por ese Dios que la naturaleza contempla, cuando digo naturaleza también digo azar, azar, que es como decir capricho. Aunque no me puedo quejar, ese Dios azaroso me quitó algunas cosas, pero en su justa medida también me donó otras virtudes que yo agradezco. Las paredes tienen la oportunidad de colgarles o insertarles varios ornamentos, y yo mis paredes las tengo emanando efluvios de sol al que, no sé si por suerte o por desgracia, proporciona cierta curiosidad en la que asomarse. No pretendo ser presumido ni presuntuoso, nada más pretendo tener conmiseración ciega con aquellos que habitan el valle de la oscuridad, tampoco soy un San Cristóbal o un Superhéroe, simplemente soy yo, pese a mis circunstancias. Pero sigo creyendo que el amor es ese pulmón doble del cual respiran las cosas bellas de la vida. Me sigue enamorando la buena música, un buen libro, una buena película, prefiero hablar de mí antes de ir de intelectual o panfletario, me aburren las crónicas políticamente sesgadas, redundar y redundar, mientras yo de cara a la pared, imagino viajes con mi astrolabio, en mi cómputo de plegarias todas concebidas desde el instinto inferior, florilogios apuntalados desde pilares como manuales de esclavitud, de perseverar entre la longitud de tu boca frente a mi boca, de sucumbir a cábalas que alguien me impuso.

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