palabra de outsider (2)

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Rituales y costumbres en la escritura y la lectura

Tengo varías costumbres a la hora de escribir y de leer, pero también necesito ciertos rituales antes de entregarme a un libro, o encaminarme en el solitario camino de la escritura. En primer lugar diré que estoy deseando los esperados avances en computación cuántica, no por nada en especial, aunque debo confesar que con los ordenadores y dispositivos de ahora se goza de cierta comodidad a la hora de escribir y de leer, no estaría de más sí con la informática cuántica la comodidad, la potencia y la calidad de los trabajos fuera aún mayor. Empecé escribiendo a mano, hecho que verdaderamente es un placer, es un placer de borrón y tachadura, de letra ininteligible, de papel con manchas de café, güisqui o cualquier otra bebida, incluso comida. Escribir una canción borracho y después de haber dormido la mona y comprobar que el texto valió la pena es de un placer indefinible. Como también escribir bajo sustancias (Paraísos artificiales) como bien diría y experimentaría Baudelaire; pero vayamos desde el principio, que ya he dicho que mis comienzos fueron con bolígrafo y papel, pero llegó a mi vida su ilustrísima la informática y cambió mi vida. Pasé horas y horas digitalizando mis poemas en el ordenador que compraron a mi hermana para estudiar su bachillerato, y tenían muchas faltas de ortografía, de sintaxis, de todo, es en ese momento que entró en el juego la lectura, escribía a mano traspapelando al ordenador y mientras leía y leía. Empecé leyendo a Kafka, Goethe, Victor Hugo, Charles Baudelaire, hecho que me confundía, pues no sabía leer tampoco. Me topé con la generación del 27, y la cosa fue mejorando, me pasé a los grandes escritores del 98, entre ellos estaba desde Rubén Darío hasta Antonio Machado, Valle Inclán y Pío Baroja llegaron después. En el mundo de la lectura un autor te lleva a varios autores, hay libros que son pedagogía hecha bibliografía que te ayuda a dar tus primeros pasos y con éstos encaminarte al descubrimiento de un mundo alucinante. Leí al Idiota de Dostoyevski, a Jean Paul Sartre El ser y la nada, al Fausto de Goethe, debo admitir aquí que la primera parte y la segunda son diferentes, aunque me influían estas primeras lecturas en mis poemas. Yo no me había propuesto jamás escribir en prosa pero la lectura de ésta me cambió el concepto que yo tenía a la hora de expresarme, recordaba las notas fotocopiadas de mi maestro Juan Luis Gómez; descubría Nietzsche, fue como un hachazo en mi percepción vital, con el tiempo iba descubriendo más y más escritores, algunos conocidísimos, otros que no lo eran tanto, también comencé a leer a mis contemporáneos, empecé a leer a Vicente Luis Mora, a Elena Medel, a mi me tiraba la literatura latinoamericana, y me puse a leerla, a disfrutarla, a saborearla; mis padres alucinaban pues se decían: -Buff, a este sí que le ha dado fuerte. Debo admitir que conforme iba leyendo iba inculcándome una pose de pedante, pero se me pasó con el tiempo al comprobar que en este mundo había tíos que te daban mil patadas y estaban más leídos que tú de aquí a Lima. Me bajaron los humos, aunque seguí escribiendo, ya dejé el bolígrafo y las libretas y comencé a escribir en el ordenador de mi hermana, descubrí así el Microsoft Word, todo un descubrimiento, por aquel tiempo conocí a Lluis Ricart Ríu en una tertulia que yo iba en Sabadell cuando acababa la de Catarsis, eso era los jueves por la tarde, me invitó Lluis a hacer un programa de radio, recité un poema que le gustó en la tertulia llamado Cineclub 0’0, era un poema en el que hacía énfasis en las tres personalidades que tiene el hombre en su caminar y en su lucha diaria, no sé, al parecer le gustó, después vendrían otras cosas. Y ahora en estos tiempos soy todo lo ácrata que se pueda a la hora de escribir, escribo cuando me da la gana, lo convino con mis Mixturas. Ahora escribo en un procesador de correo electrónico y lo envío a la bandeja de entrada y después copio y pego el texto en el blog, a veces con ilustraciones de mi autoría, otras las descargo de Pinterest, en fin, aquí resumo veinte años, que entre lecturas, escrituras y ensoñaciones me han enseñado a no perder el norte, porque siempre existe un sur que te está esperando, ya sea agazapado en los lugares que no logramos comprender, o quizá aquellos que conocemos con alto grado de ilusión y ganas de ser libres, y si se es libre por mediación de la palabra mucho mejor, antes que serlo por medios poco convenientes. Al tiempo transcurrido he conseguido una gran biblioteca para las noches de invierno.

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