Archivo de la etiqueta: reseña literaria

Reseña Literaria (Pedro Alcarria Viera)

Cibernética Esperanza.

Cecilio Olivero Muñoz.

ED. Vitruvio, 2021

La reciente aparición de Cibernética Esperanza en su traducción al inglés (Cybernetic Hope, Amazon 2022), me ofrece la circunstancia más propicia para intentar atraer algo de la atención que merece este libro absolutamente singular, surgido de la peculiar mente de Cecilio Olivero Muñoz (Sabadell, Barcelona, 1974) y publicado el año 2021 por la editorial Vitruvio, a cuyo editor, Pablo Méndez, y su curiosidad infatigable, debemos este magnífico descubrimiento.

La figura del propio Cecilio, sus circunstancias, su posición radicalmente marginal, y la originalidad de sus anteriores trabajos, en los que ha ido desarrollado un quehacer poético a contracorriente, sostenido en el respeto, pero también la subversión de las formas métricas tradicionales, merecería también, un espacio más amplio. Sin embargo, la condición de piedra de toque de Cibernética Esperanza, dentro de la producción de Cecilio, justifica que le dediquemos este análisis distintivo.

“… allí donde la compasión no existe.”

Cibernética Esperanza es un diario de una lucidez emocional no contaminada por la razón. Un torbellino de conciencia sin rumbo, una tormenta de pensamientos, registrando las cosas que traspasan el umbral de la percepción de forma lírica y expansiva. Estamos ante el registro desordenado y caótico de una vida. Los recuerdos, los delirios, obsesiones, compulsiones, vergüenzas y arrepentimientos postergados, los diálogos (¿sostenidos o quizá sólo imaginados…?) El pensamiento como una larva, barrenándonos la mente, tal y como es, en bruto, sin editar, sin pulir, mezclando aquello que no dijimos, con aquello que acaso sólo pensamos, la fugaz impresión, la pincelada lúcida con el ruido feroz del recuerdo, el ruido blanco, indiferenciado, amorfo, de la vida.

“…allí donde tengo mi hígado hipotecado.”

Es este un autorretrato voluntariamente destartalado, pero conmovedor y sincero de Cecilio, que desmantela toda idea preconcebida acerca de lo autorreferencial. Las palabras registradas en estas páginas, a través de los ojos de su autor, parecen las sombras distorsionadas de un mundo diferente, un paisaje de cosas extrañas, un espacio extravagante, de pensamientos sin cauce y emociones en proceso de formulación.

“Ya te has ido Estrella distante, ya te fuiste; mentira debió ser nuestra plegaria de enamorados fugitivos, de reos oscilatorios en los aeropuertos internacionales, de carnaza cansada deambulando en el trasiego de las aduanas…”

Es abrumador cuanto material poético hay en este libro, qué hondo y sentido, cuántas reflexiones, episodios de su vida, narraciones, fabulaciones, manifiestos, pensamientos errantes, experimentación poética… Pareciera que hubiera intentado incluir de todo, registrar la sustancia misma de la vida mientras la experimentaba. El resultado es inevitablemente en

ocasiones un libro desordenado y excesivo, como el mismo discurrir de la vida. Pero en estos tiempos de obsesiva autocontemplación y exposición de la propia imagen (de la tiranía de las redes sociales…) Cibernética Esperanza parece un acto de pureza extravagante en el que Cecilio se abre en canal para mostrarse tal y como es, desenfocado y extraño. Su decir quiere mostrar el repetitivo, imperfecto y barroco traslucir de la lucha mental y casi física de un escritor contra las limitaciones y barreras de la expresión para lograr dar en la diana:

“Toda felicidad guarda su obsequio”

Ha cometido pues Cecilio, quizá sin pretenderlo, un acto de generosidad, que en contrapartida merece que el lector se abstenga de acceder a él con prejuicios o tan sólo en una búsqueda de pistas sobre la historia personal del escritor. Pues es imposible separar la fiel y real vivencia, del espacio que cartografía este libro, como el título indica, lleno de esperanza. La que da, crear algo hermoso de la desesperación. Un despliegue de energía cándido e insensato, erigido no solo como curiosidad marginal o chocante muestra de antipoética. Porque este libro, que ignora toda frontera y toda catalogación, es un combate por reconstruir la identidad; practica de la escritura como forma de autoconservación, como espacio de supervivencia aún ante la fatalidad.

“¡cuántos destrozos ha causado tanta esperanza ciega! ¡Cuántos! ¡La esperanza verdadera es la esperanza de que existe la muerte!”

La ubicación en los márgenes, de este libro de Cecilio Olivero, nos informa, o nos recuerda, la probable existencia de gran cantidad de creadores de los que no nos llega noticia por su radical particularidad, o por su voluntad de circunscribir sus cauces de expresión a un ámbito muy específico. En el caso de Cecilio, el volumen de una producción casi estajanovista (libros, obra gráfica y collages, la edición de su propia revista de poesía Nevando en la Guinea…) irradia desde un retiro voluntario, desde un refugio personal, un ámbito doméstico que recuerda el empeño del naufrago en su isla, lanzando su mensaje al mar. En este caso, el vasto océano de Cibernética Esperanza es la inmensidad de la Red Global:

“Siempre que publico algún texto en la Red espero las reacciones que tendrá. Tengo la idea de que alguien me está observando, e instantáneamente después de publicarlo, alguien va a estar ahí para juzgarlo. A veces creo que la reacción tras publicar el texto va a ser inmediata. Pero me equivoco, me equivoco sobremanera. Nadie hay ahí observando…”

Este fragmento es certero, y resultará incómodamente cercano a más de uno. Pero no estamos, en ningún caso, ante una muestra de literatura terapéutica.

Cecilio Olivero Muñoz no es un chiflado estrafalario masticando su frustración. Por el contrario, su experiencia, su quehacer, manifiesta aquello fundamental en toda obra original: Un tipo de conocimiento, o cuando menos una intuición sobre las cosas que en algún grado, permanecía inédita.

“…que los caprichosos lugares en los mapas no eran límite para la inercia sagrada del agua, ni para esas gentes al margen de las pasarelas, de los centros comerciales, de los escaparates, del cable mágico.”

Por ello Cecilio no teme, si es necesario, irrumpir en lo grotesco e incluso aproximarse a lo incoherente, ya que esos momentos conviven en estas páginas con otros de auténtica iluminación.

“…aquí presento este poema, que ya no es poema, es fantasma, un fantasma que ahora se cruza en mi camino, en el mío y en el vuestro…”

En definitiva, estamos ante un autor auténticamente singular, con una voz poética torrencial, al que sin duda merece prestar atención, y un libro Cibernética Esperanza, que expurgado ganaría muy probablemente en impacto y concreción, pero ni un ápice en alcance humano y honestidad.

Pedro Alcarria Viera

Reseña Literaria (Juan A. Herdi)

Cecilio Olivero

Poemas con nocturnidad

Ediciones Vitruvio

Uno a veces se pregunta qué sentido tiene escribir poesía en estos tiempos de Whatsapp y de redes sociales, pero también de mayor soledad. Al igual que el poeta aquí reseñado, y perdonen que me entrometa tanto, uno tampoco le encuentra mucha sensatez a esta vida cotidiana. No es baladí el comentario: la poesía en buena medida se nutre de cotidianidad y de rutinas con relación a un hipotético sentido global o parcial de la misma, de la poesía o de la vida, acaso sean lo mismo, y no son pocos los autores que han convertido la aparente normalidad, no sé si nueva o añeja, pero bien trillada en todo caso, en materia literaria con extraordinaria brillantez. 

Puede resultar en definitiva tópico y victimista esto del sentido de la poesía hoy, por seguir con la cuestión, en todo caso habría que asumir que lo de escribir y leer poemas sólo es cosa de los poetas y de cuatro amigos despistados, aunque puede que sea mejor dejar de preguntárselo, en el fondo no hay debate, e incorporarlo a la rutina sin más. «Escribo poemas y veo televisión», afirma el autor de este poemario, provocador y exagerado: esta es, al fin, la actitud, una poesía exenta de misticismos, atada a la tierra, a la vida cotidiana.

Así que quien se provea de este poemario se va a encontrar con una reflexión sobre lo cotidiano y un ejercicio de nostalgia –«ya no son de purpurina los sábados noche»–, una vaga reflexión sobre la vida y, sí, también un cierto ajuste de cuentas velado. Habrá quien piense que no es nada nuevo, y no, no lo es, pero desde los tiempos de Enheduanna, hace cuatro mil años, se repiten los temas, los llaman tópicos, y siguen teniendo para muchos un significado. O por lo menos sigue siendo motivo de reflexión y cada poeta aporta su mirada. Bienvenida sea. Respecto a la originalidad, obsérvese que este término no se refiere tanto a lo novedoso, sino al origen. Por algo será. 

De este modo, seguimos con el fracaso, el paso del tiempo, la muerte, la amistad, los recelos, la paternidad, la marginación social, la condición de hijo o la mirada sobre sí mismo, aspectos todos ellos en que se van desgranando los grandes temas de la vida. Hay incluso una reflexión sobre la necesidad de cambiar el mundo, aunque el autor presagia que cualquier intento en tal sentido lleve posiblemente a empeorarlo. Introduce para darle más empaque la anécdota del transportista de una empresa de distribución cuyo acto de rebeldía apenas rompe las reglas de juego, rebeldía fugaz aunque sin duda feliz.

Es una propuesta más, pero interesante, un nuevo intento de restablecer el orden que brinda toda poesía meditada, un libro que requiere, como todos los poemarios, una lectura pausada y cómplice. Vale la pena enfrentarse a él, poco a poco, sin prisas, con paciencia. La vida misma.

reseña literaria (Juan A. Herdi)

FFE6E3D1-4B7A-4AFC-969B-F963AE7FB723

Cecilio Olivero Muñoz

Cibernética Esperanza

Avant Editorial, 2019

Es evidente que estamos en un momento de mestizaje, si es que hubo alguna época que no lo fuera. Y a todas luces este relato lo es, mestizo, pero a conciencia, asumiendo su autor que no elige una forma, un género, un estilo, lo mezcla todo a voluntad, le resulta incluso inevitable. Así, no es posible decir que este libro que presentamos sea propiamente una novela, una colección de cuentos hilvanados por el personaje principal, narrador y protagonista al mismo tiempo, unas memorias o un tratado de la realidad o de la vida. Tampoco es que haga mucha falta catalogarlo.

Porque hay una frase que brilla por sí misma y justifica todo el relato: «Todo ocurre por una razón que no entendemos». Esta es, sin duda, la base de toda literatura, buscar las razones a la vida entera o a cada una de sus porciones, razones que no entendemos, que se nos escapan, y entonces necesitamos escribir para entender. Mientras haya posibilidad de escribir hay esperanza, poco importa el momento de escritura y menos aún el modo. Pero con la escritura se intenta poner orden en el caos y, con ello, entre líneas, intenta uno encontrar el sentido de las cosas.

Claro que estamos también en una época de nuevos recursos tecnológicos (el título no es inocente) y eso cambia algo las cosas, aunque no lo esencial. Sea lo que fuere, el autor se expone más a la vista de todos, juega con el lector retándole a que discierna lo que es realidad y es ficción, si es que la ficción no forma parte de lo real o esa misma realidad no sea en el fondo una ficción más, a menudo no estamos tan seguros de la línea que separa ambas. Sospechamos que en este contexto hipertecnológico todo se confunde, y esto sin duda ayuda a desinhibirse.

El narrador del libro se desnuda, cuenta sus continuadas caídas y levantadas para explicarse a sí mismo y entregarse al juicio general, como un Caín moderno que sabe que ha traicionado a todos y a sí mismo, pero pese a lo cual ha de seguir adelante. Sin duda, todos, de ponernos a tal ejercicio de confesarnos, llegaríamos a sentirnos igual, aun cuando las anécdotas sean diferentes. Tampoco caben comparaciones, al fin y al cabo. Y mucho menos juicios de valor.

Cibernética esperanza es sobre todo eso, una invitación a pensar en lo que es la vida. El narrador, al describirnos cada trozo de vida que le pertenece, en la medida en que la propia vida pertenezca a alguien, ni siquiera a su portador, nos reta a que juzguemos en base a la propia experiencia y a que nos demos cuenta de que no se puede juzgar nada ni a nadie. La escritura es lo que tiene: nos iguala a todos.