
De niño no comprendía bien el designio que determinaba la locura o la cordura. Pero a medida que ha pasado el tiempo he ido comprendiendo el porqué la gente se vuelve loca. Locura llamamos a todo aquello que se escapa de la razón impuesta por una sociedad clasista, con febles parámetros de belleza y una cordura que a veces no está del todo preconcebida, sino ocupa un lugar en la normalidad y contra aquello que se escapa de nuestro entendimiento y surge de afuera hacia dentro de las criaturas que llamamos locas. La cordura es un cliché que difiere de lo normalizado para alejarse como en una balanza de la locura y la rareza humana. En la prehistoria se los abandonaba la tribu de la manada y de la manera de pensar dentro de lo normal entre sus miembros. En la Edad Media los llevaban a la hoguera sin lugar a dudas. Ahora con la nueva psicología, el psicoanálisis y los perfiles que diagnostican los psiquiatras y los profesionales en la materia, los enfermos de la mente están cuasi aceptados en la sociedad. Todavía existen estigmas, y se sobreentiende que la locura es como coger agua con las manos. La razón escapa a cualquier entendimiento. Todavía huimos del loco, y el loco huye de las mayorías, todavía nos reímos de la locura sin pretender un respeto en el cual hagamos hincapié desde lo normal. Y digo normal, ya que ¿qué es lo normal en nuestras sociedades modernas? Ser un loco tiene varias connotaciones pero la más extendida redunda en las aberraciones, en las rarezas y en lo anormal, si es que ser normal tiene algún factor de razonamiento como referente. A las enfermedades mentales se han unido resquicios de superficial normalidad, y dentro de eso vemos a la cordura como una verdad normalmente lúcida.