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PLACER SENCILLO ES LA VIDA

Llevo días acordándome de mi hermano. Acordándome mucho, como si intuyese que le va a pasar algo terrible, y ese temor se acrecenta y se convierte en obsesión, la obsesión en desmesurada preocupación, también en mal estar, me hago daño, me revuelco en una agonía vacía de porqués, me emborracho de desconcierto, y retorna como una culpa, una culpa y una rabia, hasta que me duermo pensando en él, sueño con él y lo estrecho en mis brazos, luego despierto, luego la soledad, luego la realidad, y vuelta a la incertidumbre, no sé. Todo vino a raíz de que me quedé mirando una foto de cuando éramos pequeños. Tengo esa foto encima de la televisión. En esa foto estamos los dos vestidos iguales; no, no somos gemelos, ni siquiera mellizos, nos llevamos tres años de diferencia. Llevo días preocupándome de que le vaya a pasar algo, su trabajo es peligroso. Estos días ha hecho mucho viento, y me ha dado por pensar de que tuviera algún tipo de accidente. Siempre tengo estos temores. Él es poco hablador, no es de hacer llamadas, ni visitas. Digamos que va a la suya. A veces la vida inoportuna con golpes fuertes, también con esos días en que te gusta la vida mucho menos que el día anterior. Bien lo decía César Vallejo todo eso en sus escritos. La vida tiene a veces unos golpes terribles. Pasamos gran parte de nuestra vida enfadados, o preocupados, a veces nuestro miedo a la vida no nos deja vivir. Es fácil decir aquello de: vive la vida, Carpe Diem, vive el momento. Pero es difícil. A veces extraigo placer de las cosas pequeñas, de los placeres sencillos. Me conformo con tener tabaco diariamente. Un café resulta un placer breve, pero intenso. Un siesta después de una abundante comida. El placer de vivir en un país en paz. Un Yogurt, un panecillo de leche, una almohada fresca, la ropa limpia, la ducha caliente, un buen programa televisivo, una canción bonita, un película buena, una sonrisa en el momento justo, un libro que te atrape desde las primeras páginas, un abrazo efusivo, un te quiero, una caricia; en fin. Hoy me gusta la vida mucho menos, pero quiero vivir. Evoco otra vez a Vallejo, evoco palabras cinceladas en la fibra sensible. Esa es para mí la bendita poesía. La poesía grabada en las retinas del sentimiento y en la memoria de todos los hombres. Yo quiero ver a mi hermano. Decirle que me acuerdo mucho de él. Que tengo temores, que se cuide, que no quiero que le pase cosa alguna. Él no leerá estas líneas jamás, eso creo, pero quiero que sepa que un momento de amor, un momento de risas y alegría, no se consigue sin no dar nada, tienes que trabajar sin pretenderlo para conseguir la alegría que no se busca, la alegría que se encuentra. Te quiero Hermano, te quiero, Carpe Diem.