Desnudo me iré sin nada que me ate. Seré una luz o también un ósculo negro del cual no quiero imaginarme. Quiero marcharme, sin alejarme de tu aliento, de tu voz y de tu carne. Quiero evaporarme del ruido, de la tragedia distante, del oprobio consentido, del que trate de humillarme. Quiero salir de este frío, y acurrucarme en la fiebre de tus décimas, desde la carne allí en tu carne, quiero enamorarme, de tus venas, de tu sangre. Quiero ser deleite que me ampare, quiero escribir desde la materia que nace como todo lo que nace, silencioso y extenuante, movido por un deseo tal vez, de ti mujer que te entregas para darme. Quiero encontrar tu huella itinerante, tu seda y tu viva imagen. Quiero soñarte repleta de fragancias de mi lengua hasta tu origen incesante. Me arrodillo para comerte la vulva hasta encontrarte, allí montada en el gemido que me vacía de placer y de dulce instante. Quiero volver a tu sangre hecha de carne y un sí tajante. Quiero que gimas, que solloces, que te empapes, de caldo de tu cuerpo, de la sopa que me hable, de orgasmos y de caminos en los que lapidarte completo y fulminante. Quiero formularte con la química roja de mi glande, quiero conformarme juntos los dos gimiendo desde la piel hasta encontrarte toda mía y todo tuyo, quiero asomarme a la plenitud de mi carne entre tu carne. Me arropas de caliente suspiro sollozante, me acunas en la cópula de amarte entre lo que sueño y lo que intento hacerte sin nadie, solo mía, solo tuyo, de los dos las sombras del fuego en la que soñamos para deleite y paseo insondable, sin dudas, sin tropiezos, quedarme para marcharme de placer puro nuestro sueño amante.