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Capplannetta y los colores

Yo, que me bordé todos los colores del mundo en mi entraña para encontrar a Dios. Yo, que me esforcé en no llorar a través del que me ve enteritas las carnes, ya que la noche no tiene paredes. Yo, que asumí mi derrota después de haber vivido en el azul de algodones y me convertí en la oscura promesa oculta de los magos del momento. Yo, que quise ser todas las personas y ninguna de ellas me mostró su corazón, es más, me negaron darme la mano, y él desprecio me llevó a mi prisión del destino. Yo, que di y que no di, que soñé con el amor morado de los besos de raza pura, como etíopes mujeres que pregonan su amor de desvelo. Yo, que aprendí de la amistad, que entregué mi corazón, para nadie llegó a ser, pues eso no tiene hoy importancia. Yo, que tengo una soledad de silencioso cementerio y la campana de cristal se rompe, con la compañía de los que se ríen del agua tan mía estancada. Yo, que fui títere y fui marioneta, que fui payaso y fui héroe de la mentira. Yo, que no creo en los salva patrias y visité un día de verano las literas de los legionarios. Yo, que crucé fronteras para apagar mi oscuridad, y un fuego fatuo me supo el amor tan desdichado. Yo, que no sé cuantas flores me puse en la cabeza, en el pelo, en el corazón, en la amistad. Yo, que fui Nerón, fui Adán y fui estorbo, he sido un guijarro en tu zapato y la rosa roja de Sant Jordi me clavó todas sus espinas. Yo, que no tengo grupos de amistades, que me desahogo con lo que escribo, que acabo con las guerras repletas de melancolía. Yo, que he visto una selva donde habitan casi todas las especies de la rutina. Yo que deshago la cama como un loco y me propongo ser un cisne negro cada día. Yo, que nadie fui y a mi madre le prometí una vida plagada de deudas y reproches, porque soy un galeón hundido con el oro del Perú. Yo, que mantuve la calma en la guerra de ambos mundos, y me sofoqué por el garrafón que sirven en los garitos. Yo, que probé toda la vida tóxica, la calamidad del mundo, y el ser esclavo de la noche. Yo, que me puse amarillo de miedo, sí, yo.

Capplannetta y los hermanos Santa Cruz

Nicomedes Santa Cruz Gamarra tenía una hermana llamada Victoria. Nicomedes escribía décimas y su hermana Victoria narraba el hecho de desterrar la piel bajo las quintas y jirones de las calles del barrio La Victoria. En Perú lo estudian las niñas de uniforme a cuadros recitando al unísono A cocachos aprendí/ mi labor de colegial (….). Sin embargo Victoria era una luchadora que comprendió con cinco años nada más que le llamaban negra…y decían…Y me gritaron negra, negra, negra. Y valiente y enérgica decía Sí, soy negra, negra, negra. Entre Nicomedes y Victoria sacaron los “colores” rojos, por supuesto, a blancos que desafiaban llamándolos negros despectivamente. Porque negro era su color. Nicomedes murió en Madrid, y fue un gran compositor de las décimas que siempre enseñaban algo. Nicomedes (con sus décimas “rimadas” hizo suyo el estilo). Y Victoria, con sus performance y poemas reivindicó una fuerza y un orgullo que dejaban perplejos a los blancos amurallados de Miraflores y San Isidro y otros lugares de Lima. Pueden ver sus post cast y vídeos en YouTube. Tanto de Nicomedes como de Victoria. Recuerdo un cantante peruano llamado Zambo Cavero que cantaba valses especialmente reivindicativos y a la vez repletos de emotivas letras. Aquí en España no son muy conocidos a sabiendas de que Nicomedes conocía a la escuela de Barcelona, o mejor decir Le Gauche Divine. Que la integraban los hermanos Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Manuel Caballero Bonald, y Carlos Barral, Ángel González. Y un largo etcétera. Eran unos de Barcelona y otros de Madrid. José Agustín Goytisolo visitó Perú con el rapsoda César Calvo como anfitrión. También conoció a Nicomedes. Sin duda recomiendo las grabaciones de Nicomedes y su hermana Victoria. Es un derroche de poesía y reivindicativa lección de humanidad.

Capplannetta y la buena vida

Envidio a la gente que vive en un hotel y se tumban en un diván y dicen eso de:—Esto es vida. Porque ¿cómo se puede saber lo que es vida para unos y fracaso para otros? Yo estoy en la mitad de cada una de estas opciones, porque me digo cuando estoy tranquilo en mi casa:—Esto es vida, pero la mayoría de las veces mi vida no es vida. Y no es porque no sepa vivir como un Gourmet o un vividor, o un playboy, es sobre todo una debilidad, una zona herógena que me hace vulnerable. Sé disfrutar, pero todo disfrute conlleva un saldo en la cuenta corriente. Y la verdad, odio los parques temáticos, Barcelona es uno, pero ahora según me ha contado un amigo Guipúzcoa se está convirtiendo en otro parque temático. Tienen la Playa de la Concha, las tabernas y el festival de jazz y cine. Repito, me gusta vivir la vida pero no haciendo de mi vida un endeudado. La vida, cuando es vida, es más placentera que los que tienen vida y dicen;—Esto es vida. Pero la vida da vueltas y a veces nos escupe.

Capplannetta desatado

Me juzgas llamándome cobarde, sí, cobarde. Tú no sabes lo que es intentar un anhelo, un deseo. Tú no sabes lo que es eso. Intentarlo una vez, cien, mil, miles, millones de veces. Y abrazar el fracaso. Agarrarlo como tierra negra que campa en el monte. Tú no sabes lo valiente que es enfrentarse a ciegas a un hormiguero de salvajes seres sin alma. Tú no sabes lo que es pronunciar un tabú como el que abraza a la muerte risueña e impávida. Como un perro que pelea entre sangre de cicatrices por dentelladas de rabia. Tú no sabes lo que es notar una presencia extraña en la noche cerrada de los oquedales en invierno. No conoces la mortaja fría de los que también dijeron de ellos que eran unos cobardes. Y se enfrentaban a la guerra de toses, maldiciones y tropiezos. Porque el hombre sabe lo que duele, y acostumbrados al hielo de los lagos helados saben el futuro que les espera cuando la primavera los deshaga, y el verano culmine la faena de quemar la mañana más pura todavía. Tú no sabes lo que es llorar sin lágrimas. Morderte la rabia y escupir en las aceras un pasado que evocaba la libre idea de romper una barrera. Tú no sabes lo que es que un adolescente haga acopio del oprobio de los hombres vulgares, de los vulgos que dominan el idioma, de los cadáveres que pisan fuerte y no retroceden en su empeño. Así, así, así yo veo la égloga vecinal de las mujeres corrompidas por el golpe y el insulto. Tú no sabes lo que es, aunque lo intuyes, lo imaginas, o te resignas a la ciega memoria de los que se sentaron en mi taburete que ahora es mío, pero lo tendré que dejar, y lo dejaré porque me muero, porque no existo, porque es así la vida, la ley de la vida. Pero tendrás que ser tozudo y molestar, sí, molestar, arañar, hasta la extenuación. Romper cristales y luego barrer los añicos. Me dices cobarde, puede que lo sea, pero quizá lo intuyas, o te hagas el sordo. Porque amontonar en los pies el barro de las tardes de tormenta, el yugo que hace pares las yuntas que portean dos enormes bueyes. Tú no sabes lo que es llorar de soledad, de calumnias suscritas por la envidia. Luchar palpando perplejidad como agua fría.

Capplannetta cansado

Se muere mi reloj y yo que conozco la hora por el sol me pierdo hacia ninguna parte. Estoy cansado de que no se respete mi naturaleza. De que la mirada la tenga disuelta entre bromuro y lívido embalsamada y enriquecida con testosterona. He ido averiguando silencios que me han atropellado de camino a casa. Estoy cansado de no mirar, de que me vean, de no tener, de no poder ser, de la única verdad sobre la tierra. ¿Porqué hay extrañas criaturas en los filos de fríos cuchillos? Todo es sacrificio como una cáscara vacía. Es el cansancio con el que lucho después de ser yo. Cansado de querer la paz y que pocos te la den. Hay vicios y pecados en el entrecejo de Caín, sombra de pájaro negro cruza por el desierto sin fronteras. Estoy cansado, de contemplar mi vida rota y amigos que perdí y perderé. No confío en el bisturí ni en biopsias de los amaneceres que hacen lamento para los cíen reyes de la noche. Estoy cansado de repetir el miedo a mi desnudez. Estoy cansado de ser luciérnaga nocturna como una bombilla a pilas. Todos estamos cansados de tanto cansancio que ronda los bulevares y las discotecas donde fecunda la flor nocturna.

Capplannetta y el botiquín

Como tomé tantos analgésicos y ácido acetilsalicílico me hice inmune a las fiebres de noche en bata manta. Ando despacio por los desvanes del opio. Y me conformo entregarme a la anestesia general aunque después sude o vomite los restos de dormidera. Busco en habitaciones con eco la huella hereditaria del agua oxigenada. Que no me vengan con ansiolíticos y benzodiazepinas que luego desvarío entre el síndrome de abstinencia y las rayas de autopista. Azul, azul celeste es el Viagra de los pobres, y entre ellos un sol de Risperidona me llevan a la mazmorra oscura, o tal vez al cuarto para pensar, ya que en esta vida hay mucho en qué pensar. Alcohol para dormirme en los bordes de una cama. Antibióticos que ya no hacen nada y remedios caseros que son costumbre sesgada y repetida, ya que los hombres adultos no creemos en las princesas azules, ni en Blancanieves disfrazada de clorhidrato de cocaína. La serotonina no la toman ni los que les comió la lengua un gato. He aprendido a lamerme las heridas como un perro. Entre Tranxilium 50mg y unos cuantos Tranquimazines he aprendido a perder la histeria a favor de la calma con melancolía. En todas partes está escrito que el vademécum es más grueso que la Biblia y el Quijote juntos. Las vitaminas te dan vigor y el verse cachas te conduce a la vigorexia de los cabezas huecas. Dadme un poco de heroína y me haré picadillo entre la somnolencia y la lentitud del sedado hombre que susurra al jaco. Botiquín, señor de los remedios y artefacto necesario, como un calmante para la quijotera y sal de Andrews para la resaca del lunes hastío. El dolor se calma con química ¿y adónde iremos a parar? La felicidad es tóxica.

Capplannetta y la cantimplora

Lloro con la sequedad del agosto, sumergido estoy en una manera rara de vivir. Respiro porque oxígeno preciso pero me ahoga en los intervalos de voces que son mías. La angustia y la promesa de no ser nadie me han hecho un traje a medida con las nueve plegarias de razón sola. Canto, luego canto, y después implora. Soy emisario de la volatilidad efervescente de un pensamiento incauto. Vivo en una cárcel y soy yo el que posee las llaves de las celdas. A un mar me metí entero y el salitre y el yodo se unieron ante la cicatriz reciente, quise curar mis males con conversaciones sin hueso, hablar y de tanto hablar, se secó el lagrimal escocido. La muerte me espera en el baile, todos los que me conocen lo saben, por eso huyen de mí los obituarios y las esquelas del miedo. Un día partiré desde mi mundo de elegantes zapatos y camisas de seda, no pretendo ir desnudo, pero hay miles de formas de desnudarse. La mejor es la que te invita al amor con gozoso gemido. Las chicharras del silencio roto se hacen fosfato y cloroformo entre los plenos preludios de la calentura a cualquier hora. Los yonquis salen de sus mugrientos amaneceres y van deprisa a la entrega del flash y compañía. Coágulo como un moco a media jornada se hace embutido de sangre y víscera que canta, y canta e implora. Yo tengo un remedio para hacer amigos, y es reírme de mi tristeza, y disfrazar mi melancolía. Un ser como yo, hijo cautivo de voces y bostezos, se lamenta de la vida ya que su vida es otra, su mundo otro, y rota en pedazos está el hielo que imita al vidrio, al perfume sin rosa y jazmín, un mundo nuevo busca la verdad ciega de bucear, pues es sumergir, sumergir y sollozar el peso físico de los kilos en agua. La selva conoce la humedad del musgo, la orfandad del fango que impide el regreso a la sequía y los restos de fuego en el campo ya no los permite la autoridad quiebra ley. He visto deshojar margaritas a las muchachas que buscan marido, he visto llorar por capricho y al capricho enamorarse de la generosidad que calla. Hubo una vez que tanto canto, tanto canto mi alma implora que aprendió los sobresaltos del tropiezo de aurora.

Las deudas eternas de Capplannetta

En algunas ocasiones lo escrito a corazón abierto se puede utilizar en tu contra. Me ha pasado muchas veces. Lo llaman hacer concesiones. Y hacer concesiones ante algunas personas puede ser utilizado como artillería pesada contra uno mismo, y eso no es lo peor, lo más fuerte es que lo pueden usar en tu contra gente muy cercana. Escribir en el lugar que ocupa la realidad siempre hay una víctima, y puede que seas tú como escritor, o familia cercana sin ser culpables de nada. Cuando abres tu corazón crees escribir para consuelo tuyo o el de los demás y lo que consigues es que se vuelva en tu contra como arma arrojadiza. No hay literatura sin experiencia, y no hay experiencia sin vivir la vida, y no hay vida para contar si esta no está barnizada con un barniz de sinceridad, quizá demasiada sinceridad, tal vez te equivoques. A veces las personas nos dejamos de engañar contando la verdad y lo que se consiguen son golpes bajos que te debilitan y te hacen vulnerable. Contar la verdad o ponerle un poco de realismo al asunto es a veces un campo peligroso. Resulta perjudicial para tu propia dignidad el contar cosas íntimas, pero también es íntimo tocar temas que involucran a otros, y ahí es cuando te empañas de un vaho traslúcido que hace opaca esa realidad que pudiera ser cristalina. Es evidente que sin cierto pudor, o rozar la ficción es importante. Pero cuando escribes sobre un motivo real ahí si tienes que ser escrupuloso y guardar ciertas distancias. Sin duda la literatura es un diálogo entre autor y lector, y cuando te ves en camisa de once varas ya sea por tu buena fe, incluso por inocencia, puedes caer en el barro piernas adentro. Y ese fango te deja inmóvil y desnudo total.

Capplannetta suicida

En el sótano del barrio donde viven mis padres hay una plaga de cucarachas. Han venido unas cuantas veces los fumigadores a fumigar el subsuelo. Como esas cucarachas yo tengo cierto parecido. Ojalá vinieran a fumigarme a mí y a mis sosias una mañana y extinguirnos de una vez por todas. Parece fácil la vida de single, pero eso hay que vivirlo. La soledad tiene de bueno en el sentido de libertad, pero nadie quiere estar solo. Yo he pensado tantas veces en el suicidio que me imagino como sería si me ejecutara a mí mismo. Mi madre lloraría tanto que a ciencia cierta sé que se volvería loca. Mi padre sería como si lo castraran y perdería el apetito por la vida con lo que le gusta estar con sus nietos. Mis hermanos también llorarían. También la gente que me quiere. Imagino mi funeral y sería una canción triste que todavía no me he atrevido a entonar. Para la gente que me conoce y me quiere soy una persona creativa y algo distinta. El suicidio es algo en lo que he pensado cientos de veces, pero siempre me echo para atrás. Me gusta la vida a pesar de…la vida para mí es una broma pesada ya que mi naturaleza conmigo no ha sido generosa ni gratificante. Cuando más pienso en el suicidio más me atrae vivir. No quiero hacerlo, porque puede haber días mejores. Pero los días malos son un pozo del cual no puedo salir. Acabar con todo de una puta vez, pero me falta valentía. No quiero que este post acabé en tristeza, pero para mí la vida es lastre y en cuesta arriba. Como para la mayoría. Cuando me cure de mi problema quiero vivir la vida. Probar lo que merece ser probado.

Capplannetta aúlla

En ocasiones me pongo a aullar como una alimaña sedienta de humanidad noble. Me saco de mis casillas y me retuerzo entre tanta inteligencia y culturalismo depredador. Como una plaga de obsesos de la última palabra veo a los listos chupatintas exhibirse ante una multitud de seres que valoran más la palabra intelectual repleta de pedantería inmediata. A la vez que instantánea. Aúllo de ostracismo. Por eso prefiero mil veces un ser humilde y sencillo antes que un burócrata de la alta y la no tan alta cultura fría y carente de humanidad. El hombre ha olvidado quienes son los que mueven el mundo. Los intelectuales a base de verborrea y de literatura cruda acercan el ascua a eso que llaman postmodernidad tardía. Es complicado verse reflejado ante la pose de eruditos descafeinados ante la única verdad de que más vale una vida sencilla, no sin ignorancia, antes que una cordura pormenorizada de filosofía barata. Antes que un intelectual prefiero a un anciano dando explicaciones sobre un campo de concentración. La gente humilde es la que vale. Aprecio a ese tipo de gente que enseña con experiencia a una plaga de repelentes que se creen amos de la lengua ya que dominan el idioma. Me gusta esa gente que destroza el idioma. También me gustan los sabios que callan lo que saben. Un erudito es un hombre curtido por la pesca en alta mar, un erudito es aquel que señala con el dedo una galaxia de brillantes astros. Los teóricos no heredarán un mañana. Lo heredarán aquellos que programan códigos como sonetos de Quevedo o letrillas de Luis de Góngora. Existen ignorantes que enseñan más con un rebaño de cabras, y un campesino de invernadero que toda una saga de verborreicos que han visto vida desde un libro.