Archivo de la etiqueta: Cecilio Olivero Muñoz

Capplannetta migra de redes sociales

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Hace unas semanas puse en un cartel la publicación siguiente en el muro general de Facebook: Decididamente, migro a Twitter o Instagram, en Facebook hay mucho fantasmón. Esto lo publiqué hace unas semanas, y lo he quitado después, debido a que no me he ido de Facebook por cuestiones varias, razones: la primera, que tengo una página paralela a mi perfil de Facebook, llamada LiooLi Mixturas, y la tengo enlazada con mi web en WordPress, y a mi perfil de Instagram @lioolimixturas, la segunda, tengo la aplicación Facebook Watch con un montón de vídeos que quiero conservar, y la tercera, y más importante, porque la uso de promoción para mis libros y la revista Nevando en la Guinea. Pero una cosa es cierta, migrar he migrado, aunque no definitivamente. Tengo que decir que en todas las redes sociales hay fantasmones, en todas las redes sociales existen personas a las que les gusta presumir, también especular con el dolor propio y ajeno, en todas las redes sociales hay pequeñas comunidades que se adulan y se comentan entre ellos, incluso critican al personal, en todas las redes sociales hay trolls y nosotros nos preguntamos: ¿cómo es que si yo tengo a 500 personas agregadas solamente tengo contacto e interactúo con unas 25-30-50-70? Y eso es debido a que el algoritmo de Facebook, que hace el trabajo sucio a su gran casero, se encarga él solito de unir y desunir por maneras variadas. Solamente ves a la gente a la que pusiste un Me gusta en cierta ocasión, o la felicitaste por su cumpleaños, o porque tal vez comentaste algo, también se da el caso pero a la inversa. En Twitter no ocurre esto, supongo yo que debe ser por el espacio. En Instagram ocurre una cosa curiosa: existe gente que te sigue y después la sigues tú y al momento deja de seguirte. Luego te vas dando cuenta que tienes más Seguidos que Seguidores y es una pelea obsesiva por lo que a la gente le gusta tener Seguidores, incluso se publicitan servicios para el incremento de seguidores, en fin, es una locura. También está el factor ahora, muy en boga, de la importancia que le dan a un Tweet. Te meten antes en la cárcel por un Tweet que por robar a la sociedad. El mundo está cambiando, no sé si para peor, aunque se debe tener cuidado con Internet.

Capplannetta y los libros

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Ahora, en estos tiempos que corren, los amantes de los libros son como una especie rara. Los que disfrutan leyendo me comprenderán, ya que mucha gente se pierde lo que es el placer de la lectura, y lo que es un libro de importante para la vida de personas que debido a la soledad, por enfermedad, por amor a la lectura (vuelvo a repetir), por culturizarse, por incrementar su alma de saberes, por cualquier factor, sea éste cuál sea, la lectura es una forma de saber, de distraerse y también a modo de compañía. Cuando en esos momentos que te inunda la soledad, la ansiedad hace mella, empiezas a desesperarte y cae un libro en tus manos (incluso si vas a su encuentro), comienzas a leerlo y entonces empiezas a abstraerte entre sus páginas imaginando mundos desde tu sofá, ya sea por la mañana, por la tarde, en el silencio de la noche. Un libro es un compañero que siempre te será fiel, mientras las personas suelen fallarte, un libro no lo hará jamás, un libro es una liberación, una válvula de escape, con un libro en la mano eres poderoso, eres el enemigo de políticos, de banqueros, de jerarcas de todo tipo, porque mientras lees a la infinidad de autores que existen estás siendo contrario al pensamiento de la mayoría, y eso, amigos, es difícil de llevarlo a cabo, pero con un libro en las manos estás dando alas a tu pensamiento, y lo haces en pro de una mente libre. Los libros son cultura y un agravante de conocimiento porque te acercan a la verdad más elocuente.

Pero un libro es algo más que unas páginas de papel y una portada y una contraportada y un lomo. Un libro es arte. Diagramar, editar, y crear un libro en sí es cosa de artistas, sólo un determinado grupúsculo de gente comprende el placer que supone tener un libro de artista, o una primera edición dedicada, incluso las puedes encontrar en las librerías de viejo, aunque es triste encontrar un libro dedicado en una librería de libros de segunda mano, o compartido entre dos personas y firmado por ambas, o incluso amarillento. A mí me suele ocurrir que cuando estoy en mi modesta librería (acumulada con esfuerzo) siento placer. Puede resultar gracioso, pero cuando me veo rodeado de libros, de mis libros encuadernados en piel y con acabados en pan de oro, de mis primeras ediciones, tanto de amigos como de conocidos, de mis libros antiguos, de libros publicados por mí, autopublicados y perdidos ya aquellos archivos de los poemarios primerizos, o libros de alguna novela mala que autopublicaste en su momento, o libros regalados, que guardas con especial cariño, siento un placer tan grande que me da un subidón de endorfinas. Libros, libros, el mundo necesita pan, hay mucha hambre en el mundo, pero algunas veces en países que no tienen hambre de pan carecen de hambre de libro. Por eso, quienes regalan un libro, están siendo generosos con quien le regalas el libro. Lo malo es cuando te piden un libro prestado, se te queda un trozo de tristeza porque algo te dice que no te lo devolverán, y si no te lo devuelven da rabia, pero si te lo devuelven es señal de doble agradecimiento. 

Capplannetta y la mente universal o los estereotipos

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Se escribe para una mente universal, se compone música para una mente universal, se diseña moda para una mente universal, se filma cine para una mente universal, se imparte retórica para una mente universal, la mente universal está monopolizada por la mayoría, la publicidad, el diseño, las marcas, las artes, Internet, la prensa, todo, está optimizado desde la variante del estereotipo, que es a su vez un mismo patrón de la gran mente universal. Las minorías tienen su propia subcultura, y de éstas depende que se inclinen por la alta o baja cultura. La baja cultura tiene su estereotipo más próximo en la cultura pop,  y lo pop se sabe que proviene de lo popular en la medida estándar de un mundo cada vez más dominado por el hecho de consumir, y por el hecho de votar en un sentido genérico a un bipartidismo imperante, sí o no, to be or not to be, this is the question, y se vislumbra el hecho de que todos/as nos conformemos y seamos unos simples ciudadanos. Pero ¿qué es la mente universal? Digamos, a bote pronto, que desde el comienzo de la civilización siempre se han impuesto  las reglas como por ejemplo en tribus, en grandes manadas, o en pueblos en donde ha imperado la voz de la mayoría, y aquel que se opusiera a esta voz suprema se le desterraba, y ahora, en esta era, se le condena al ostracismo. La mente universal nos proporciona una vida sedentaria, de zona de confort, de conformismo, de cadena alimenticia, de consumismo, de medios de comunicación que se decantan por uno u otro pensamiento político, la mente universal (y no soy el único que lo ha dejado constatado) es un monstruo que se retroalimenta de su propia vorágine de consumo y se magnifican las marcas monopolizándose en lo que todos/as o algunos/as llaman “mercado”. La mente universal no sólo se manifiesta tras el capitalismo, todo el mundo, sea éste de cualquier índole, se hace material o se materializa porque se ha estudiado muy bien a los consumidores, que son trabajadores o no, y se conocen los comportamientos estudiando las necesidades de cada consumidor para crearla y crear “economía de mercado”, que es otra bestia inmunda pero que ésta acapara a todas las ideologías del planeta, y acapara todo el concepto de mente universal. Así es la cosa amigos.

Capplannetta y la nostalgia

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Cassettes de Tony el gitano, zapatillas Adidas blancas con franjas anaranjadas, calcetines blancos de algodón, el Torete y el Vaquilla, SEAT 124 plateado, pantalón elástico Cimarrón, camisas estampadas y chaquetas de piel, verano de piscina de barrio, ingreso en el maco, el primer canuto, la primera raya, mi primer amor, firmar cada semana en el juzgado, los colegas que se fueron para siempre, bañarse en el río, nostalgia de un tiempo pasado, sé quien soy, sé cuáles fueron mis comienzos, vida de excesos, de locuras de adolescente, padres sufriendo, hubo un tiempo que era otro, ya no me conozco, no quiero recordar aquél que fui, me duele, me hace daño; sin duda, la verdadera inocencia es ignorar la verdad. La nostalgia es una verdad que con su voz repetitiva te llama y te asoma, te acerca a tu destino para recoger la flor de la noche, y entre flashes retroactivos se acuerda uno de lo que no es recuerdo ni tampoco olvido, es una patria que te tiene un viaje preparado a ninguna parte, y entre elixires y fragancias del trópico del alma, del sur que se presiente, y para ello se nace, se nace para la nostalgia y una estrella te acompaña hasta que la tarde te abraza. Cuando te abraza la tarde tu sangre y los que son de tu sangre te harán sentirte esperado.

Capplannetta y la toxicidad

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Resulta obvio decir (los expertos en psicología y psiquiatría sustentan el argumento) que las relaciones personales son el núcleo de la felicidad. Una vida plena se basa en alimentarla con relaciones humanas repletas éstas de armonía y empatía para con los demás. Pero este tema es peliagudo: somos, la raza humana, por antonomasia, egoístas, crueles a veces, e insensatos. Unido esto a que cada vez más nos alienamos, nos volvemos ermitaños, teniendo tanta tecnología a nuestro favor, no es extraño afirmar que muchas personas son condenadas al ostracismo en todos los sentidos. Los afectos en muchos casos no tienen su razón de ser en el parentesco, ni en ser buena gente o mala gente, los afectos se basan en la buena química que puedas tener para relacionarte sin alejarte de la manada, esto se consigue siendo simpático, cordial, agradable, ya que es la base de la psicología dentro del ámbito generalizado. Yo pienso que el hecho de diferir de los demás te aleja de la plebe y te convierte en cabeza de turco de un hecho que es intransferible: la segregación de los instintos más básicos que te enlazan con la ley del más fuerte (que no resistente) siendo siempre mayoría absoluta. Es así. Denominamos a la gente de tóxica pero no sabemos que el individualismo es siempre el acicate que hace del tóxico un “impresentable” y es en ese adjetivo despectivo donde radica el error, ya que muchas veces confundimos al tóxico con el déspota, y ni los buenos son tan buenos, ni los malos lo son tanto, muchas veces el tóxico es despreciado, distinto es del déspota que te somete y se basa éste en el terrorismo emocional.

Mucha gente me puede tachar de persona tóxica al leer estos escritos que expongo, pero yo puedo contestar algo que quizá no se observa. En esta vida todos tenemos menor o mayor grado de toxicidad, los hay que son tóxicos solamente con un tipo de gente, también hay gente tóxica con un alto grado de ironía, los hay con toxicidad siendo unos hipócritas, pero lo más deplorable es que un/a psicólogo o un/a psiquiatra tache a una persona de tóxica, ya que ¿o no son éstos los que ayudan a la gente que se queja y va de víctima a tratar de superar sus problemas emocionales? ¿No son éstos los que deberían comprender los síntomas de la estigmatización en enfermos emocionalmente atormentados? Muchos son tóxicos en sus ideales, otros tantos son tóxicos y se contradicen siendo extrovertidos con gente que les supera en calidad personal, o simplemente porque les cae bien. Muchos son tóxicos en que carecen de empatía, otros tantos son tóxicos en su vanidad haciendo agravios comparativos siendo egocéntricos, otros son tóxicos con apego al dinero, normalmente el que tacha a minorías de tóxicas es un ser egoísta, y también xenófobo y elitista. En fin, es imposible enumerarlos a todos, pero déjenme decirles que se debe ser muy cauto juzgando a los demás, la toxicidad es muy relativa, y un/a psicólogo no puede juzgar, ya que todo tiene un porqué y una raíz desde la que sucede cualquier actitud presente. O quizá, estudiando la carrera no dieran una clase sobre el asociacionismo británico. No lo sé, tal vez muchos van al psicólogo/a a tratar de superar su falta de trabajo digno, cuando sería mejor afiliarse a un sindicato. Es una manera de decir que la psicología es muy relativa, y no es una piedra filosofal, ni la panacea  que  solucione nuestros problemas de cualquier índole.

Capplannetta a la caza de lectores

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Me han publicado (digamos mejor diagramado y editado) tres libros en cuestión de un mes, dos poemarios y una novela. Se han elaborado en Caracas (Venezuela). El primer poemario se imprimió (en teoría) el mes pasado, el segundo poemario este mes (que lo dudo), y la novela en octubre (que sería un milagro). He imprimido por mi cuenta doce ejemplares del primero de 66 páginas, también he imprimido por mi cuenta quince ejemplares del segundo poemario de 70 pp. y también he imprimido por mi cuenta tres ejemplares de la novela de 240 pp. En total he gastado unos 400€. Dinero que me ha despojado de placeres veraniegos. No me importa, todo por el arte, me he sacrificado, es evidente. Mi entorno social no lee, aunque sabe leer y escribir, pero no lee. Cuando les digo que el primer poemario cuesta 12€ y el segundo 15€ me dicen que es muy caro, que para un librito tan fino es un precio muy caro; ignoran que cualquier poemario es de esas características, así que he acabado regalando todos los poemarios porque lo ven caro, y dicen que por la novela sí me darán el precio que pido, que son 18€. Un precio demasiado barato tanto para los poemarios, como para la novela. Muchos no quieren ni hablar de libros. Otros quieren sólo la novela, los poemarios no los quieren y no han leído ni el título. Debido al coste que supone traer ejemplares (van a imprimir mil ejemplares de cada uno en teoría) desde Caracas a Barcelona, he optado por imprimirlos aquí en Barcelona por mi cuenta y ahorrarme dinero que no tengo, pero uno piensa, todo por tener lectores. Sé de antemano que en mi entorno ni se van a leer los poemarios gratuitos ni la novela a bajo coste. Sé que permanecerán en un anaquel olvidados hasta que el polvo los amarillee con saña. Quizá a alguno le despierte curiosidad y opte por leerlos, cosa que me encantaría, pero la cultura atrae a casi nadie de mi entorno. La cultura no es un negocio en el que unos cuantos se lucran y otros pocos se quedan mirando viéndolas venir, o sí. No lo sé. Lo que sí sé es que en mi entorno no se tiene ningún afecto por la poesía, y la narrativa tampoco les atrae lo suficiente, sé que si quiero un prestigio mi obra tiene que hablar por sí sola, ya que mi entorno está demasiado ocupado viendo la televisión. Déjenles, bastantes problemas ya tienen los pobres. Cada uno elige lo que le agrada al paladar y es libre de hacerlo cómo, con quién y cuándo quiera. Las veces que quieran. Viva la libertad de elegir. Olé.

Capplannetta y la felicidad

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Odio el verano y la Navidad. No, no pretendo aguaros la fiesta. Pero estas fechas son tan asquerosamente injustas que prefiero los días de rutina antes que estos días donde todo el mundo cree tener derecho a la “felicidad”. Y se equivocan. La felicidad es algo tan de nadie como el dinero o como la verdad. Todos tenemos derecho a ser felices pero olvidamos muchas cosas, por ejemplo: que no se puede ser feliz a costa del sacrificio de otros, o por ejemplo esos que a la hora de la celebración hallan una silla vacía. Muchos dirán eso es demagogia barata, yo soy feliz con poca cosa, pero nunca se está a gusto con lo que se tiene, o mejor decir, con lo que no se tiene. Muchos hablan de toxicidad y yo lo llamo egoísmo. Cada cual sabe la piedra que va arrastrando. Y a veces la parcela de felicidad es un quítate tú para ponerme yo, yo no quiero felicidad, los felices son tontorrones y egoístas, yo quiero plenitud, llámenme como quieran, pero en éste manoseo de intereses el que pierde siempre pierde a costa y en pos de la felicidad. Pongo como ejemplo un No absoluto, a ver si así nos enteramos del precio de lo que es un derecho o una ceguera momentánea.

Capplannetta da una de cal y otra de arena

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Debo mantener la casa cerrada en verano, pues vivo frente a una plaza pública y temo que entren las moscas de la calle. Odio las moscas. Son insectos asquerosos y pesados. En la plaza pública se oyen toda una miscelánea de sonidos que no te dejan desplegar las alas de la verdad, son sonidos amenazantes, inquisidores y son parte de una fauna que no me interesa. Se oyen aullidos, silbidos, motores en marcha, gritos de locura alegres o estridentes, se oyen cacareos, se oyen peligrosas y teatrales imposturas, amenazas y golpes en las puertas, y timbres que suenan para apresarte. La plaza pública en verano es como un rumor a unos metros de ti, empieza en el crepúsculo, cuando el sol no es molesto y sí muy preciso, prosiguen en la noche, hasta la entrada en madrugada. Los rumores en la plaza pública pueden ser algo pesados, pueden hasta intoxicarte, debo cerrar las ventanas en verano, si no quiero vivir en un infierno de asfixia y ansiedad constante.

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Todo este texto escrito por mí en otro tiempo, en otras circunstancias, es fruto de mi enfermedad. Una enfermedad que no es buena, mi psiquiatra dice que soy un “atormentado”, y quizá tenga razón. Todo el mundo sórdido, hostil y de vida precaria en calidad es este escrito del pasado, está escrito bajo la influencia psicótica, donde cualquier ruido, cualquier conversación en la calle es tomada en contra de tu equilibrio mental. Es síntoma de mala salud, pues cuando vives con las ventanas cerradas en verano muy dudoso es el equilibrio que te mantiene puro, muy sufrida es la vida con un ventilador de aire viciado y una calor de horno panadero. La asfixia verdadera es cerrar esas ventanas en verano, la asfixia verdadera es creer que cada ruido, cada conversación vecinal va dirigida a tu persona, y entonces tienes ansiedad, te conviertes en un misántropo y no hay alegría en tu vida. Porque la vida no es eso. La vida es vivir con las ventanas abiertas, socializarte con la gente, reír, bromear, hacer bondad. Ser sociable es un principio de alegría y salud mental. Ser agradable es síntoma de buena salud y una señal de virtud. Además, este escrito pasado recuerda a Nietzsche y su Zaratustra. Y ya saben cómo terminó la historia.

Capplannetta y las vacaciones

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Cuando me iba yo de vacaciones, ya fuese en España como en el extranjero, nunca pensaba en los que no podían, o porque trabajaban o no tenían dinero, o porque su enfermedad se lo impedía. Ahora sí pienso, y bastante. Ahora con esta calor insoportable y el encierro en casa comprendo muy bien la otra cara de la moneda. Cuando antaño me iba de vacaciones parecía como si todo el mundo se fuera y no pensaba quienes tenían que trabajar, quienes estaban impedidos, quienes no tenían dinero. Salíamos todos en tropel con los coches por las autopistas e intuías una alegría extraña y parecía como si todos esos coches, o los pasajeros de un vuelo determinado, tuviesen un mismo destino compartido: el paraíso efímero. Y todos íbamos felices, y hasta algunos saludaban al sobrepasar tu coche, o en los pasillos del avión algún pasajero te sonreía, y todo era ilusión y el verano era azul y éramos maravillosos. Pero en este lado de la moneda, la de ahora, la cosa es muy distinta. Nos quedamos en nuestros hogares, frente a nuestros ventiladores, leyendo un libro, viendo una película, oyendo música, pero el verano de ahora es gris, y pasa muy lentamente, es aburrido y está plagado de ansiedades y de frustraciones varias. Entras en las redes sociales y todo el mundo goza de una alegría colectiva que ha dejado de pertenecerte hace algún tiempo. Pero no es envidia lo que siento, presiento que he dado de bruces con la realidad, la verdadera. La realidad de que este mundo da muchas vueltas, y lo que hoy es suerte, mañana es tedio, y lo que hoy es tedio quizá mañana sea peor. O también mejor, quién sabe.