…¿A qué podemos llamar autoficción? ¿Tiene sentido trocear partes de nuestra realidad para mezclarla con jirones de ficción? ¿Dónde empieza lo real y dónde la ficción? En este blog/web podéis encontrar de todo un poco, es mi tabla de ensayo, mi experimento poético, la parte digital de una novela con dos personajes esenciales que son yo y Capplannetta, Capplannetta y yo, Casimiro Oquedo Medrado o Cecilio Olivero Muñoz. La vida, creo, es mejor tomársela como partículas de autoficción en lugar de tomar aire embotellado a presión y al vacío como lo es la ficción. Uno llega a una cierta edad que ya no se cree la ficción y comienza a leer biografías, ensayo, libros de arte, y la autoficción es el ingrediente perfecto para sazonar a lectores ávidos de narrativa que no se parezca a un prospecto de farmacología, por ejemplo, o a un libro de cuentos infantiles, porque también se puede gozar de la literatura de viajes, o de la novela histórica, aunque para eso mejor de lo mejor es la Biblia, la novela histórica por antonomasia, dicen quienes saben de ello que las mejores escritoras de poesía son por ahora las mujeres, y puede que sea verdad, y escritores de autoficción está Enrique Vila Matas, y americanos ya ni te cuento, Paul Auster es buen escritor, aunque no sé si de autoficción, porque ficción es Roberto Bolaño y es una narrativa estupenda. Los detectives salvajes y 2666 son libros que valen la pena, distraen, son buena literatura. Lo que sí detesto es la literatura isotérica, este tipo de lecturas me llevan a preguntarme: ¿Estamos inculcando a nuestros hijos ser buenos lectores con el fenómeno Harry Potter? La respuesta la tienen los que prefieren la magia de luces fluorescentes y ancianos magos barbudos a los clásicos de toda la vida. La respuesta también la tienen las féminas que se bajan unos puntos con Las cincuenta sombras de Grey…