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A propósito de ‘Tiempo de Nostalgias’ (relatos y andanzas) de Antonio Miguel Oliveros Quiroga

Cuando un libro es bueno mucha gente conspira para que éste vea la luz. Este es el caso de Tiempo de Nostalgias (relatos y andanzas), que desde el autor hasta cualquiera que ha sufrido él hambre y las necesidades ha visto en él la verdadera emigración o éxodo o diáspora andaluza a través de la mirada de un niño con muchas preguntas y respuestas que él no se puede contestar. Ustedes dirán otra novela más sobre la emigración, pero es la novela auténtica y total que nos habla desde las imágenes y el vocabulario rico y certero. Este libro es la esencia y la fotografía fija o la fotografía sepia de los tiempos de posguerra que llamaban los “tiempos del hambre”. Esta fotografía que incluyo es la foto parada en un tiempo de emigración ronquillera donde me dice al verla tantas cosas…que es en realidad, la fotografía de muchos personajes que ahora no están. Pero en los tiempos de emigración sí estuvieron. Esta novela hace reír, hace llorar, empatiza el lector sin pretenderlo, y se hacen partícipes de tiempos duros, de tiempos de desarraigo y un itinerario como seña de identidad, de lucha diaria para ganarse el pan que echarse a la boca. Esta novela es la verdadera novela por antonomasia de la emigración dentro de la España con olor a rancio y gris carcelario hasta llegar a la actualidad. Es una novela costumbrista y una denuncia ante la indefensión de los pobres de Andalucía. Es una novela de unas 250pp. que suscriben años de sacrificio y toda una manera de lucha por la supervivencia sin perder el contacto con la naturaleza, las tradiciones y las peculiaridades de los ronquilleros, y por ende, por la diáspora andaluza. Digamos que el Ronquillo es el pueblo donde todo comienza, cuando llegan a Cataluña ya verán ustedes lo difícil que resulta dejar su tierra y tragarse su propia bilis que hace de estas mujeres y hombres unos personajes tan bien definidos que resisten en el libro con ideales amargos aunque de acero inoxidable, como debe ser la literatura costumbrista.

Mi Tite Antonio-La humildad es de todos aquellos que saben perdonar

Lo primero que quiero hacer es pedir perdón, porque no soy escritor, mis conocimientos literarios son muy escasos y mi gramática se limita a los pocos estudios, en la escuela pública hasta los catorce años. Tampoco pretendo escribir mi biografía, puesto que solo quiero expresar los recuerdos que aun mantengo en mi mente.

Las personas cuando llegan a la edad, que le apartan de la actividad laboral, tienen tiempo para pararse a pensar lo que fue su vida y los primeros recuerdos que se le vienen a la memoria.

Desde su infancia y esos primeros años de vida, que quedan marcados en la mente para siempre, son los que con más frecuencia se recuerdan y se reviven cosas con más detalles, que otras ocurridas más recientemente.

La tercera etapa de la vida de una persona, es como un análisis, o un inventario de todo lo ocurrido en su existencia, desde su nacimiento, hasta ver como su familia está gozando de lo conseguido por el esfuerzo de toda su vida y desea ser recordado por dar lo mejor, honradez, respeto hacia los demás y cariño por la familia.

Muchas veces esos recuerdos no son comprendidos, por las personas más cercanas y parece no ser compartidos al escuchar o leer “batallitas”.

Es el empiezo para escribir y que no se queden en el olvido, la percepción que uno tiene de las cosas que vivió, sin que por ello algunas de ellas pudieron ser de otra manera, por la edad o el paso del tiempo pueden hacer que esté equivocado, pero son recuerdo y así se plasman en estas hojas, para que quede constancia de donde proceden mis raíces y si ha merecido la pena el esfuerzo, con errores, aciertos, sacrificios y el cariño a la familia, he conseguido construir.

Con este fin estoy escribiendo estos recuerdos, sin ninguna otra intención, sin orden, más que el de cómo me vienen al pensamiento y plasmarlos en estas páginas.

No sé si he actuado como se esperaba de mí, ni si me he cumplido bien como persona, marido y padre, pero quien lo tiene que juzgar son ellos, mi mujer y mis hijos, todo mi esfuerzo ha sido por y para ellos, que no pasaran las necesidades que yo pasé y que se sintieran orgullosos de mí, he procurado siempre estar a la altura de lo que era mi obligación.

La educación recibida en los primeros años de vida, la actuación diaria en la vida familiar y las circunstancias que rodean el desarrollo de las personas, marcan el futuro y el comportamiento del individuo, para toda su existencia, que procura eliminar los miedos a las cosas más negativas, que inconscientemente imita lo aprendido en su entorno.

Después de toda una vida de trabajo, de estrés y obligaciones, llega la hora que el despertador ya no suena por la mañana, que todos los días son iguales, que empiezas a conocer a los vecinos y sabes cuándo salen o entran, también el coche que tienen, entonces te das cuenta que tienes que hacer algo, para no caer en la rutina, la apatía y la desgana.

Hacer deporte es una buena opción, para ocupar el tiempo y mantenerse en forma, la ayuda en las labores de la casa, no suelen ser muchas ni bien hechas, pues nunca me había preocupado demasiado en ellas (cuestión de educación, “cosas de mujeres”) a estas alturas de la vida es difícil aprender, el matrimonio con tantas horas juntos, nos tenemos que adaptar a una convivencia más intensa y tenemos que comprender la nueva situación, se ha de buscar y organizar actividades nuevas en las que los dos compartamos el tiempo y podamos disfrutar de él.

Los años no pasan en balde y vemos como los amigos y conocidos se están yendo, unos para siempre por las enfermedades y el desgaste de la vida, otros porque se adelantan los acontecimientos, no se sabe cuándo nos tocará a nosotros, pues tarde o temprano todos tendremos que rendir cuentas, del tiempo que hemos tenido prestada nuestras vidas, que en definitiva es lo que estamos disfrutando toda nuestra existencia.

Estos son una serie de recuerdos que no quiero que caigan en el olvido, porque a las personas lo único que no le pueden quitar, son los hechos de su vida, sean como fueren, buenos o malos, pero son suyos y se tienen que tener en cuenta, puesto que desde que uno nace hasta que se muere, las vivencias no se pueden borrar ni cambiar, aunque a veces tengamos etapas en nuestras vidas que se podían haber cambiado, si las cosas hubieran sucedido como uno hubiese deseado y otras es la razón, la que te juega una mala pasada y borra de tu mente todo el pasado.

Este puede ser uno de los motivos que me impulsó a expresar en estos escritos algunos retazos de la existencia que me tocó vivir.

El recuerdo de lo que fue mi vida, mi familia y mis raíces, hace que me pregunte, si mereció la pena mi aportación y el paso por este mundo.

Hay que estar agradecidos a nuestros mayores, por intentar darnos lo mejor de sus vidas y luchar como lo hicieron ellos, para sacarnos adelante en una época tan difícil y ser agradecidos de nosotros mismos por haber intentado ser como ellos esperaban de nosotros.

¡¡Creo que mis escritos dicen mucho de mí!!

Desde que deje de trabajar han pasado muchas cosas en mi vida, de las que nunca me habían pasado por la cabeza, desde pasar varias veces por el quirófano del hospital, (no fueron intervenciones de gravedad) sí han sido de rehabilitación lentas.

También en el plano familiar se van produciendo cambios, con los hijos y nietos que van aumentando la familia.

La convivencia diaria con mi mujer no es como era antes, pues trabajado se pasan muchas horas fuera de casa, los problemas domésticos se vivían desde la distancia y disfrutábamos más de los días que pasábamos juntos.

Desde el verano del 2010 estoy escribiendo todo lo que me viene a la cabeza, desde mis recuerdos de niñez en el pueblo y Cataluña, relatos y poesías, que no sé si están bien o no, pues ni soy poeta ni escritor y mucho menos expresarme correctamente, porque mi ortografía y gramática, dejan mucho que desear.

Desde hace dos meses soy un jubilado más, quisiera hacer muchas cosas que nunca pude hacer, unas veces por el trabajo y otras por la economía o las obligaciones familiares.

Ya no sé si podré realizar mis sueños algún día, pero lo que si haré es tener en mi mente esa ilusión.

Con los años la añoranza por mi tierra a ido creciendo y en estos últimos tiempos más, porque he conocido a personas, que me han mostrado su amistad, como si no hubiese faltado nunca.

He podido comprobar que el sentido de la hospitalidad, que siempre ha tenido nuestro pueblo no se ha perdido, así como las aficiones, tradiciones y ganas de diversión, cosa que me hace estar orgulloso de sentirme muy ronquillero.

Quizás sea un poco exagerado para los que nunca tuvieron que salir del pueblo y les parezca que no es normal, igual que para los que salieron y nunca más han vuelto, pero desde que mis padres decidieron marcharnos a Cataluña no he dejado de pensar en volver algún día.

Nunca pensé que sería para siempre y creía que algún día lo haríamos, pero las cosas no siempre salen como se desean y las circunstancias marcan nuestro destino y nos obliga a hacer lo contrario del deseo.

Poder contar los hechos y aprender de los errores, es por de lo que ha merecido la pena vivir, todos los sacrificios pasados para el bienestar familiar y sin haber perjudicado a nadie, es lo que hace que el hombre sea recordado y lo que realmente importa.

Esto es lo que yo he hecho toda mi vida, para que mi familia viviera lo mejor posible, para mejorar en lo que fuera posible y no tener las mismas necesidades de los que nacimos en esos años de penurias.

Estoy satisfecho de tener una familia como la mía, que me ha dado una gran mujer, dos hijos Alejandro e Irene, siento que ha merecido la pena, tantos esfuerzos y sacrificios para ver que son fruto del cariño y el amor que hemos intentado darles desde que nacieron.

Es el momento de acompañarles a crecer y disfrutar de ellas, lo que no pude hacer con nuestros hijos, no haber sabido sacar el tiempo suficiente para estar más con ellos en los años que más lo necesitaron.

No sé si he actuado como se esperaba de mí, ni si me he comportado bien como persona, marido y padre, para mí sí, pero quien lo tiene que juzgar son ellos, mi mujer y mis hijos, todo mi esfuerzo ha sido por y para ellos, que no pasaran las necesidades que yo pasé y que se sintieran orgullosos de mí, he procurado siempre estar a la altura de un buen marido y un buen padre.

Quizás esté equivocado y no di todo lo que tenía que dar, o no he sabido transmitirles mis intenciones, pues en muchas ocasiones anteponía mis obligaciones laborales a las familiares, pero siempre pensando, en lo que más convenía a la familia para cubrir todas las necesidades, a costa de dejar a un lado los problemas familiares diarios, que quizás fueran más importantes en algunos momentos.

Cuando yo era un niño según decían los mayores ya habían pasado “los años del hambre”, como llamaron a los años posteriores al final de la guerra del 1936/9, pero en los años 50/60 las necesidades en las zonas rurales eran tan patentes que nada sobraba por lo muy poco que se tenía.

Aún así, la alimentación no era una de las cosas peores, las necesidades sanitarias, educativas, y sobre todo las diferencias de clases, era con lo que había que combatir cada día.