
Cuando publiqué Poemas con Nocturnidad en Ediciones Vitruvio, el editor, Pablo Méndez, me dio un listado de poetas, periodistas culturales y escritores a los que debía enviar el poemario para su veredicto bueno o menos bueno. Entre ellos había nombres como Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Antonio Gamoneda y otros poetas destacados y consagrados del mundo de las letras. Pero faltaba un nombre que me atraía más que ninguno. Ese nombre era el de Félix Grande.
Mi poemario tiene un apartado dedicado al flamenco, y Félix era un gran flamencólogo y poeta. Yo ya sabía que Félix hacía años que estaba muerto. Me interesé por su obra, tanto la relativa al flamenco como la poética y la ensayística. Entonces me di de bruces con su hija Guadalupe (fallecida este año 2021 a los cincuenta y cinco años). Me compré su poemario Hotel para erizos. Me dije que esta chica tan bella y culta debió de haber vivido entre literatos y gente de la cultura madrileña y española en toda su quinta esencia.
Sentí al mismo tiempo frustración a la vez que una visión de la vida un tanto angustiosa. Félix Grande murió en el 2014 y justamente después de siete años moría su hija Guadalupe.
Me decanté por enviar mi poemario a otros escritores y poetas, no diré nombres. Sin duda advertí que los escritores y los periodistas culturales son muy poco cercanos ante poetas como yo, desconocido y sin ningún padrino en quien buscar una mínima protección para mi credibilidad como poeta.
Félix era un gran entendido del flamenco, al igual que Caballero Bonald. Me lo dije a mí mismo: la buena poesía está en Madrid, que es también donde se puede disfrutar del mejor flamenco. Desde que estoy empezando a publicar mis libros han muerto mucha gente importante del mundo de las letras hispanas. Grandes de la literatura en castellano. Hace poco murió Almudena Grandes, sin duda una gran pérdida. Me encantaba escucharla en las entrevistas y demás coloquios sobre su obra llevada al cine. Era una persona sencilla, muy buena escritora. Los grandes escritores son aquellos que crean un criterio propio de la vida y el mundo que les ha tocado vivir desde el rigor, y dan su voz (la literaria) como testigo fidedigno de los que amamos con pasión la literatura. Por suerte hay personas que nos dejan su legado.