Archivo de la etiqueta: agonizando

agonizando

La Venus de Boticceli enferma

Estamos aquí, inmunes a la solitaria plegaria en los hospitales. ¿Quién me dará mis últimos vasos de agua mineral en la agonía que anuncia la retirada de esta vida de mi ser, del ser como ese aquél Casimiro que rascaba la pintura de las ventanas de madera con sus primeros dientes de leche, o aquél Casimiro que esperaba en la escalera de su rellano cuando llegaba tarde y era de noche ya y su madre no le abría la puerta, o aquél Casimiro que acariciaba la mano robusta de su abuelo? Atrás quedarán los desengaños, los vasos de vino bebidos en la resbaladiza inercia que nos lleva a la fiesta, quedarán las noches locas esfumadas en un recuerdo que será óbito como yo lo seré, los recuerdos son un cordel que compartimos aquellos que los vivimos juntos, recuerdos de infancia y adolescencia, los mejores, luego vinieron los desengaños y las adivinanzas que se pudren mientras andas por la edad adulta y cuando las reconoces son un azucarillo con el que saborear riéndote de tu necedad, los amigos expectantes a la desgracia de tu última agonía quizá ni estén, pero si están algunos se sentirán aliviados de no ser ellos los que estén sufriendo la última de las luchas, a nadie le gusta morirse, que no vengan curas, ni notarios, ni los que no me quisieron en vida, que vengan aquellos con los que entrelacé lazos de magia, los que con una mirada nos dijimos la canción eterna que no se olvida. Las enfermeras cambiarán mi suero, los doctores verán mi decrepitud o mi evolución descendente, puede que venga la muerte sin anunciarse, imprevista, dejar testamento será como dejar fragmentos de mí a quién no quiso el mejor de mis fragmentos, no, me niego, que cada zopilote escarbe por donde más le plazca, y después, cada mochuelo a su olivo. Dios y yo estaremos manteniendo una disputa, la eterna disputa de a ver quién se queda con lo mejor del alma, por supuesto, yo querré la parte de conocimiento que gané caminando por estos lares, supongo que él me dejará con lo puesto, lo demás lo meterá en una urna de cristal para que sea objeto, por que objeto fui de mi travesía, de mi dicha, y mi esperanza, un objeto que algunos manosearon por un tiempo, yo me quedo con El Eclesiastés: Nada nuevo bajo el sol, y que después caiga el invierno del que no se vuelve sobre mis carnes para ser polvo. En esta vida he tenido amigos y familiares que no olvidaré, lo que daría por unos días jugando en la calle con seres a quienes quise y quiero… Yo he sido muy feliz en la vida, y lo pienso seguir siendo, y entre esa felicidad he ido aprendiendo que debes dejar que los demás vivan su vida a su manera, que la soledad nos atrapa a cierta edad, por eso la gente se casa, pero estar solo si sabes estarlo es bueno también, no le complicas la vida a nadie, y el mejor descubrimiento que he hecho es no envidiar a nadie, si a ti te envidian cada cual sabrá, envidiar es rabiar por la felicidad de otros, y para no envidiar el secreto es conformarse. Conformarse con la vida que a cada uno le tocó vivir.