Capplannetta contempla

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Para no entrar en una dinámica de tedio y de rutina las aplicaciones de computadoras y de dispositivos móviles están pensadas para cambiar constantemente, en cada actualización, en cada interfaz, en nuestra manera de usarlas. No nos dejan acostumbrarnos a una manera de interactuar para que éstas no nos cansen y así tenernos hiper-conectados de por vida. Nos acostumbramos a cómo manejar un dispositivo o un ordenador personal y cuando ya estás adaptado, te vienen con una actualización novedosa con alguna chuchería tecnológica (para atraernos haciéndola atractiva) y la actualizas y te cambian la forma en que ya te habías acostumbrado a su funcionamiento, para que tengas que empezar de cero y no caigas en rutinas. También está el tema de la obsolescencia programada. La obsolescencia es un invento de la primera revolución industrial, y a las puertas de esta cuarta revolución industrial (o revolución digital) no iba a ser menos que la obsolescencia programada hiciera acto de presencia en toda la martingala tecnológica a la que dedicamos ocio, cultura, costumbres, medicina, trabajo y descanso. Y la política no iba a ser menos. Todo tiene fecha de caducidad. Hasta el producto no-perecedero se diseña ahora para que deje de serlo. Vivimos tiempos difíciles aunque nos lo envuelven en una zona de confort que nos atomiza y nos aísla de todo aquello que puede revelarse. Salvo cuando estás enfermo psíquicamente y no tienes otra realidad que la de encadenarte a la tecnología. También los enfermos fisiológicos y con otras dolencias que afectan a los sentidos están siendo tratados con tecnología que con el tiempo se reemplazará por otra de mayores y mejores características. En fin, no quiero entrar en rutinas que cansen al lector.

Capplannetta se dirige a los espanta-moscas

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Yo no te culpo de tu agravio comparativo con olor a rancio, no te culpo de las nueve risas a mis espaldas, no te culpo de los siete pasos que me separan de tu mirada, no te culpo de que un sábado noche no tuvieras Coca-Cola en tu bar, no te culpo de tus ignorantes culpas que en mí arrojas, no te culpo de las maldiciones y de los vasos vacíos repletos de indiferencia ¿no tienes bastante con meter la lampa donde no te llaman? No te culpo de que me niegues, que me critiques, que me increpes, que me huyas, que me desprecies, que me acuses, pero el mío corazón, mi corazón sin nadie, mi corazón que no mira, mi corazón asustado, tambaleándose como un borrachito de silencios, arrullado por la nana de la hipocresía, menospreciado por la ceguera de la mayoría, ninguneado por la casposidad de los que buscan consuelo en un erial que fue jardín, mi corazoncito ¡qué pena me da ese animal con los ojos tapados! Ese mordisco de una boca mellada, ciertas dosis de locura se apiadan de mí corazón de niño, de niño, niño chiquito y sin caricias, sin besos y sin abrazos, solo estoy en esta tarima de miradas de sedienta distracción por disimulo, de víctima de una canción que ya conocen, de mi corazón que no se diga nada, chitón, que no se diga una mentira sin las doce verdades que la preceden, silencio, silencio, silencio.

el modesto patrimonio

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Murió éste de un infarto de miocardio y al morir estaba escribiendo en su tablet, murió sin tener descendencia, los familiares y la ambulancia lo encontraron muerto aunque con su tablet entre las manos. La tablet estaba recién cargada y encendida, además de desbloqueada. Una hermana de éste, una vez venido el juez y tras haberse llevado el cadáver el servicio funerario, pudo comprobar que a lo largo de su vida había comprado música, películas y e-Books a través de Internet, además de una extensa videoteca, biblioteca y CD’s de gran valor en formato físico. Ya que el apartamento donde residía el fallecido era de alquiler, en las cuentas no había dinero, pues éste vivía muy precariamente, y los dispositivos móviles estaban bloqueados y solamente se podían desbloquear a través de contraseña, solamente pudieron heredar de éste un smart tv ya viejo, y alguna cámara fotográfica, y su patrimonio intelectual. La hermana de éste se preguntaba ¿cómo tener acceso al patrimonio digital de su hermano fallecido si cuando acabara la batería de la tablet ya no podían visualizarlo? El patrimonio tenía una contraseña que desconocían, y la batería ya había llegado a su fin, la tablet se había apagado, y tampoco conocían la contraseña de desbloqueo. En el intervalo de tiempo que estuvo la tablet encendida pudo comprobar que el patrimonio de éste en sus dispositivos: cine, música y libros de todo tipo, y un largo etcétera en aplicaciones valiosas. Al cuñado de éste se le ocurrió contratar los servicios de un hacker, un hacker blanco. Buscaron y buscaron pero ese mundo era un mundo repleto de secretismo y temían que pudiesen éstos apropiarse del material. Por televisión vieron a un hacker blanco que daba consejos a cerca de la seguridad cibernética. Se pusieron en contacto con él, hecho que no les fue fácil, y le explicaron el problema. El hacker blanco les dijo que sí podía recuperar todo el patrimonio digital del fallecido pero este trabajo requería discreción y una buena cantidad de dinero que cuñado y hermana no estaban dispuestos a pagar, así que se negaron. Con los datos y la información que le dieron los familiares y las maneras de conseguir contraseñas y datos ajenos que el hacker blanco tenía se puso a indagar en la información que el fallecido poseía. Descubrió muchas cosas interesantes: su afición por la literatura, donde solía comprar e-books por Internet, consiguió datos de acceso a cuentas de cinematografía online, consiguió su música adquirida en la cuenta de Spotify, y mucha obra de éste escrita a través de la tablet. Se calló, silenció su gran descubrimiento cibernético, cosa rara en un hacker blanco, ya que era creyente del acceso universal a la información y gran activista del software libre. Ya que como la familia de éste se negó a pagar por el acceso al patrimonio digital de su hermano, decidió quedarse él con tan rico patrimonio digital, y leyendo la obra literaria comprobó el hacker blanco que era un tipo interesante el fallecido. Decidió no decir nada y quedarse él con ese patrimonio ya que esa información era algo valiosa, y no lo compartió ya que todos lo consideraban como un modesto patrimonio sin importancia. A carcajadas reía el hacker blanco: ignorantes, pensó, buitres de la propiedad privada, no es así cómo se debe tener respeto por una información de un ser supuestamente querido.

Capplannetta y los suelos brillantes

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Recuerdo, cuando era niño e iba de visita a la casa de ciertos familiares,  siempre antes de entrar al apartamento, te ofrecían unos trapos secos para ponértelos debajo de los pies y andar por todo el piso arrastrando los pies, ya que le habían dado cera al suelo. Eran unos suelos brillantes y relucientes, y arrastrando los pies por aquellos suelos llevando los trapos debajo de los pies parecíamos ser una especie de patinadores torpes, todos y cada uno con un trapo debajo de cada pie. Qué suelos más brillantes, recuerdo el olor a café de las tardes de domingo y esos suelos relucientes donde andar con los zapatos era pecado. Un pecado descartado de cualquier mandamiento divino. En esta familia mía son todos muy limpios. Mi madre por ejemplo, limpia el suelo y limpia el polvo de los muebles cada día de su vida. ¿Para qué tanta limpieza? Son los 60m2 más limpios de todo el vecindario, mujeres esclavas de un suelo brillante, mujeres atadas a sus maridos, hijos y nietos, luego hay que cocinar, hacer la colada, trabajar de ama de casa es más cansado que otros trabajos, siempre para mujeres la tarea, sin duda es un trabajo de superhéroes. ¿Qué se puede esperar de una sociedad patriarcal? Solamente me queda esperar un homenaje para esas mujeres de lucha diaria que no desfallecen jamás.

Capplannetta outsider

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Llevo ya años sintiéndome al margen de la gente “normal”. ¿Y qué es ser normal? Ser normal para mí es estar en una élite de gente que hacen fiestas y se relacionan entre sí, hacen parejas entre la misma pandilla de amistades, comparten equipo de fútbol y comparten ropa de marca, música preferida, van a la misma universidad aunque hagan distinta carrera, se divierten mientras que se exponen en las redes sociales, se ríen de las mismas tonterías, a éstos no les importa reírse del más débil con tal de pertenecer al rebaño de carácter socialmente aceptable, tienen coches donde no permiten que nadie fume, celebran San Valentín, van a bodas donde luego bailan con música comercial, se van de cena y comen hamburguesas gigantes, no sé, gente aparentemente feliz. Yo no siempre he estado condenado al ostracismo, aunque no viajo, no voy a fiestas, no voy al cine, no salgo, no tengo relaciones sociales, yo sé lo que es divertirse sin ninguna sustancia y con poco dinero. Pero estas personas contemplan el mismo acicate (si se me permite el término) elitista donde la gente como yo, un outsider en una casa de cristal, solamente tiene acceso a un tipo de gente como él o que están en proceso de toxicidad. No es que los envidie, siento una leve frustración debido a que ahora el atropello que está en boga es el de la felicidad, siempre artificial y desprovista de humanidad, consumista y cargada ésta de estereotipos vacíos de magma intelectual, impuesta y casi imposible, mezquina y cruel, donde se estigmatiza al enfermo psíquico. No me considero loser (perdedor), aunque pueda parecerlo, no estoy alcoholizado, no tomo drogas, soy creativo, soy tolerante, puede parecer presuntuoso pero lo contrario al término loser no me engatusa ni me fascina como al resto de grandes ganadores que viven en una burbuja y acaban siendo juguetes rotos de la sociedad, mirlo blanco-cisne negro. La felicidad de ahora es tener, comprar, la propiedad privada, es vivir en sociedad, tomar algo en las terrazas al aire libre, viajar de vez en cuando, salir en veladas de música de orquesta, participar en las fiestas populares, que te envidien, sea como sea, no les importa los que nos quedamos sin recreo todo el año y vemos pasar el coche del general a toda velocidad por el pueblo de Comala, aludiendo al cine del gran Berlanga y su film Bienvenido Mister Marshall,  y también a la novela del escritor Juan Rulfo y a su Pedro Páramo. Los outsiders de ahora viven una vida de misantropía, si ya la estrategia de la clase política y las grandes corporaciones es alienarnos más, atomizarnos a cada cual en su (des)medida, en el caso del outsider la soledad es doblemente asfixiante, se nos atribuye el adjetivo de tóxicos pero yo creo que la toxicidad de las personas no es atribuible a su carácter o a su razón de ser, muchas veces la provocan aquellos que viven una vida de felicidad a costa de la piedra que lleva arrastrando ese outsider. Y con esto que estoy diciendo, aunque es algo que ya he reiterado en otros Post anteriores a este, insisto en lo vulnerables que nos hace el fantasma del derecho a la felicidad absoluta. Dejemos que el tiempo o el azar nos introduzca en el camino y busquemos la paz de los cementerios en nuestros corazones, ya que (para que sirva de consuelo) allá en los cementerios todos estaremos en la misma clase social, y todos, anónimos o ilustres, criaremos malvas y el mañana será ese, ese porvenir que nos ha de llegar lo queramos o no, porque la vida se acaba y no quiero repetirme, quiero leer mucho, escribir lo suficiente, divertirme en cada cosa que haga, prefiero hacer el amor antes que tener sexo por sexo, vivir en paz solo o en compañía, tener amigos, tener ideales, oír música buena, ver cine bueno, y un sinfín de cosas que puedo realizar sin necesidad de una felicidad prefabricada.

Capplannetta y los actos sociales

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De todas las cosas que me repelen (que son varias y variadas), la que más, son los actos sociales. Cuando he hecho una exposición nunca he tratado de explicar mi trabajo fotográfico y siempre he intentado de eludir toda explicación. Me molestan los actos públicos. Una de las razones es el compromiso y la responsabilidad que éstos conllevan. Siempre intento evitar cualquier atisbo de socialización, ya que me invaden unos nervios y una tensión, en las cuales, no soy realmente yo, y para andarme con hipocresías y falsas apariencias prefiero eludir este tipo de actos que me producen reacciones adversas. Antes iba a presentaciones de libros, a recitales poéticos, a spoken words he ido a alguno que otro, pero siempre ha sido un acto de heroísmo el tener que aguantar dar explicaciones o recitar delante de un público con las emociones candentes, esperanzados también en pasar un rato agradable, pero lo que más me duele de todo esto es que esperan una ilusión nueva, una emoción a prueba de bomba, que yo no estoy dispuesto a dar, y no es que yo no quiera, es que no puedo ofrecérsela. Ya me gustaría ser la alegría de la huerta, pero mi pudor, mi timidez, porqué no decirlo, mi miedo escénico, me somete a cierta torpeza en la que no quiero revolcarme. A veces he ido a algún recital y he visto a gente exponerse y resultan patéticos, dan verdadera vergüenza ajena con sus exageradas puestas en escena tan deliberadamente sobre actuadas. Prefiero irme de juerga, aunque acabe bebido y asquerosamente perjudicado. Ahora que recuerdo, hace bastante tiempo que no me voy de fiesta, pero no me refiero al típico festín de bodorrio soez y cínico que ahora están en boga, no, me refiero a una fiesta de baile, desenfreno y plagado de alegría burbujeante que sólo quedan ganas de echarte a dormir cuando acabe. Esa vida social es la que a mí me va. Los cenáculos literarios están repletos de apariencias y esnobismos culturalistas que resultan aburridos muchas veces. En fin, pasen una feliz velada, sea ésta de alto copete o una barbacoa con unos amigos, el caso es reunirse con la gente, reír, bailar, comer, beber y tener sexo, aunque sea por una noche, pasarlo bien es lo importante. Socializarse no es lo mismo que un acto o un evento social, socializarse es la quinta esencia de la alegre vida de filántropo, no seamos misántropos, a estas alturas no vas a ir de aguafiestas, sería imperdonable.

Capplannetta aconseja

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No se debe escribir nunca desde el resentimiento, y mucho menos cuando te has enfadado o discutido con alguien y lo traspasas al blanco papel, donde no queda ni una pizca de pureza entre las palabras cuando la has acribillado a improperios e impertinencias. Propongo un experimento: cuando hayas discutido con alguien o te hayas enfadado con alguna persona querida, o no tan querida (también sirve la admiración o el aprecio), escribe lo que piensas sobre ella en esos instantes de enfado y cuando estés de buenas con esa persona léele lo que has escrito de él o ella y ¿qué sentirás? Yo te lo diré: vergüenza. O tal vez llegues a creer que lo que escribiste era mentira, porque escribir desde la ofuscación ciega la razón y no ver la razón es no ver la realidad y la verdad. En este aspecto diré: todo lo que he escrito es verdad, aunque pierde su valor en excepciones donde la rabia hace acto de presencia y te hace vulnerable, sobre todo si escribes realidad o autoficción, y escribir con rabia es una ceguera mayor, una ceguera que no permite discernir lo consecuente con lo elocuente. No basta con tener criterio, también se exige pudor, pudor literario. Dejemos que otros se explayen en el realismo sucio, pero yo a los que tienen la escuela de escritor en los libros de Charles Bukowski les diría, no toda la basura flota, también la hay que se sumerge en el interior en donde las entrañas se empachan de oscuridad. No todo es de color de rosa en la vida pero lo mismo ocurre cuando se critica o cuando se reseña o se hace crítica. Escribir desde la enemistad no es un fruto comestible. Tu persona se quedará en entredicho, aunque haya a quienes les importe lo más mínimo su buen hacer literario. Háblame mal de tus  amigos y sabré lo que piensas de tus enemigos.

Capplannetta y su Dios

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Se dice muchas veces que Dios no existe, aludiendo a ateos que de los cuales no discrepo, respeto su manera de pensar, al igual que el que dice que es agnóstico. No debo reprocharles nada ni especular sobre si Dios existe o no, aunque también estoy en contra del adoctrinamiento de la religión sea ésta de la índole que sea. Tampoco creo que Dios esté muerto, pero creo, a mi humilde parecer, que Dios está en todas las cosas, sí, pero cuando veo a esa gente con ganas de adoctrinarnos, con esas ganas de hacernos simples robots, de hacernos esclavos del neoliberalismo, de atomizarnos para las leyes injustas de mercado, cuando veo a los niños pasando hambre y necesidades, cuando veo las injustas y demenciales subidas y bajadas en los índices de bolsa de todo el mundo capitalista, cuando veo a sacerdotes pederastas, pienso que ese no es Dios. Dios puede ser bromista gamberro, puede ser un burlón y un divertido jugador de destinos, Dios puede ser un San Francisco de Asís, un Simón Bolívar, un Noam Chomsky, un Bob Marley, un Manu Chao, Dios es Los Simpsons, un Ché Guevara, un Camarón de la Isla; Dios es un profeta crápula con ganas de diversión, un bálsamo en contra de beatos meapilas y especuladores que usan la palabra de Dios, aunque esa palabra subyace en la moral de los hombres, Dios está en la nimia partícula de las profundidades del alma, él está en la naturaleza, está en el fuego, en el agua, en la electricidad, en Internet y en el azar, Dios da dinero a quien dinero quiere, Dios da paz si es paz lo que se prefiere, y da amor a quienes amor no tienen, Dios no está en una plegaria de hombre rico, Dios está en la risa mellada del hombre pobre, Dios no consagra a quien reza en la iglesia, consagra a quien hace un acto con buena fe y buena voluntad en la tierra, consagra a quien sacrifica su vida por los demás. Es verdad que todos somos hijos de Dios, y que Dios nos creó a su imagen y semejanza, y nos hizo a todos iguales pero cada uno somos diferentes entre sí. Basta de hipocresía, basta de muertes en su nombre, basta de negarlo ante el juicio de los que juzgan, Dios es bueno, compasivo, no olvida, no menosprecia, su palabra no es palabra y es verdad, Dios está en la carcajada de la envidia contra el vanidoso, Dios es un niño travieso que ríe mientras el deseo domina las voluntades, Dios no tiene rivales porque es todopoderoso, con un cabello de Dios se encaminan los ciegos del mundo, con una lágrima caliente de Dios se consagra a quien hizo el bien sin pensarlo dos veces, con un punto de luz que centellea, creo creer que esa es la  verdadera puerta hacia su reino, una luz que está en el equilibrio de los buenos actos, sólo tienen acceso a ella la humanidad que fue verdaderamente humana, no es cuestión de rezo, es cuestión de dar sin pedir nada a cambio. El Dios de la infancia es el verdadero, el Dios del evangelio es un presupuesto que impone el hombre.

Capplannetta admira a Daniel Canogar

Por el año 2011 vi en el programa de TVE2 Metrópolis un monográfico que dieron sobre el trabajo de Daniel Canogar, un verdadero reciclador que rescata de la basura elementos electrónicos y analógicos para convertirlos en arte, o Net-Art o vídeo arte, no sabría catalogar su trabajo, pero él consigue con materiales como películas de cine de 35mm, incluso cintas de VHS, con DVDs, con mecanismos de antiguos reproductores de vídeo VHS, con mecanismos de DVDs desnudos de carcasas y otros elementos,  utiliza vídeo mapping para reflectarlo en CDs en desuso, consigue un arte repleto de color y fantasía. Da vida a artefactos analógicos en esta era digital que ya están en desuso y los transforma en un arte nunca visto, maneja cartas de ajuste, monitores analógicos y demás parafernalia para lograr que la obsolescencia programada sea útil en un momento en el que ya la damos por basura, él recicla, compone, dispone y crea, sobre todo crea. Estén atentos a su trabajo, vale la pena.

Cibernética Esperanza_