Si nos matan o nos dan café que se les seque la sangre a los dictadores, que desconozcan el alivio del rosa, que se les pudra el consuelo como pájaro muerto en la calle, que sus secuaces se traguen el betún de sus pistolas, que toda la luz que vean que sea la de los marchitos ojos, que nosotros somos el camino del technicolor, que nosotros somos aquello por lo que rezuma la tierra, los gerifaltes y la clase política nos verán mover montañas y abanicar nuestros calores con las palmas del aire en libertad, si nos matan o nos dan café ellos perderán la raya en el horizonte y los besos que se dan en un rellano de portal, nosotros, los de la sabía joven y universal andaremos a tropel para enrojecerles la maldad, los expondremos como negros buitres repletos de lesa humanidad, treparemos los robles y las encinas y alcanzaremos estrellas nuevas como bocados de sal en libertad, les mostraremos la dulzura de los que aman, se cansarán sus voces de ladrar, se tapiarán sus estrategias en paredes de cristal, en muros de cristal.
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Dinero sucio
Cuando los que se meten una raya de cocaína se sienten como si un diablo los estuviera frecuentando, en realidad, es verídico que ese diablo esté ahí acunando en vigilia su proceso tóxico que los corrompe y los envilece, la cocaína es producto de muchas muertes, de muchas tragedias, de muchas desgracias, no solamente repercute a los cocainómanos, también repercute a los niños que son utilizados por sus padres cuando hacen de burriers, repercute a gente que paseaba tranquilamente y una bala perdida en un tiroteo de narcos acabó con los sueños de él y sus familiares y allegados, la cocaína la toman los ricos, pero las víctimas de ella son los pobres, dinero, dinero manchado de sangre, producto, producto endemoniado y sucio, muy sucio.
La Generación Perdida
La Generación Perdida me enseñó el cuento de que no debes golpear con el puño una pared, me enseñó que el lugar de la fiesta es el mejor en el que estar. La Generación Perdida me enseñó el cuento de que cualquier guerra es un duro trago que has de tragar, me enseñó que los enemigos saben a fuego, y tienen mucho fuego por quemar, queman los mejores metales, queman la nuca y el paladar. La Generación Perdida me enseñó el cuento y cual es la noche que de loca en un Déjà vu te dirá au revoir, me enseñó la verdad noble que los hombres han de mil veces lograr, me enseñó la patria del mundo, como ciudadano libre que tierra ha de pisar, me enseñó que los golpes se devuelven aunque la Biblia diga que la otra mejilla pondrás, la Generación Perdida agarró el sueño como una sábana que se anuda en las manos del deambular, que debemos disfrutar de lo que se pueda, que cruzar un camino puede ser cambiar el destino, que beber el último sorbo puede ser tu plegaria en el patíbulo, que los años pasan añejos y hacemos cruces con el cuerpo, cruzamos las piernas esperando el último naufragio salvaje, que el Carpe Diem quizá sea cierto, aunque a veces tu puño cerrado apriete fuerte lo que no está en él. La Generación Perdida es en parte una mentira y las veces que yo quiera será verdad.
Aunque se vaya todo a la mierda
Si este verano al encender el ventilador se fuera todo a la mierda, saliese todo por los aires como cuando en aquel film en donde salen las páginas al viento de una novela sin copias, si este verano se fuera todo a la mierda, a mí me daría igual, por que ¿Cuál es la capacidad de aguante que puede albergar nuestro corazón? Quizá sea mucha, pero cuando tocas fondo y los más preciados, los siempre cercanos, cercanos y terriblemente sencillos, ellos son mis padres, que se vaya todo a la mierda, ellos son los merecedores del mejor de los paraísos.
My angel
En la oficina de Tráfico
En la oficina de tráfico suele haber dos colas separadas por un metro, llegó el momento de que me tocara y en ese momento también le tocó a otro señor, mientras me atendía a mí la chica se ausentó un momento por temas burocráticos, y mientras tanto me fijaba en la cola de al lado, en la cola de al lado el funcionario le preguntó el nombre a un señor un tanto peculiar y fanfarrón, a lo que el susodicho respondió: Ángel Martínez Vivar, y añadió, descendiente de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador; el funcionario se quedó estupefacto, de piedra, el hombre tenía los ojos claros y sí era de raza blanca, pero también era Calvo, medía alrededor de un metro sesenta, y tenía menos chicha que el perro de un afilador, entonces me dije, ¡Como han terminado las viejas glorias de España! El descendiente de Rodrigo Díaz de Vivar no tiene ni media hostia, lo que sí tenía era una estupidez soberana.
Vivaldi
¿yo qué pinto aquí?
Pinté la armonia en tu cara, pinté la nueva norma que establecen los azares perpetuos, pinté un talismán para que acompañara tu solemnidad, pinté siete borrones de acuarela en las comisuras de tus párpados y la boca, pinté una custodia de cobalto que estremeció al mismísimo Tiziano, pinté el volcado disolvente como un azar cegado que se extendiera por la planicie de lo que pinté, pinté estrellas románicas con un Pantocrator excelso y divino que le vigilara el alma, pinté y pinté y cuando dejé de hacerlo, las pinturas entonaban mi nombre secreto, lo entonaban las acuarelas, los óleos, y los acrílicos, todo el taller estaba aliado con la forma de tu alma, tu alma, pura y vívida de mi sustancia pegajosa, de mi sustancia, magma escogido entre las cosas primeras, genealogía inexacta de lo que el azar supone, ¿Dios es azar o es razón cubierta de dejadez y desamparo? Yo, estaré en el remolino de nostalgia que sabe la tarde con mi nombre en sus labios, yo seré estatua conmovedora que esparce las razones de lo que no es ya, quizá ni quiso serlo, cuando empiezan los resplandores a dar las primeras cucharadas de una tragedia chica y casi remota que está por ejecutarse, plegaria de hipócrita ceguera, nudo atado a la esperanza del sueño, verdad y estupor por el latido más simple.
efecto placebo
Pasas la vida entre tranquilizantes, ansiolíticos y posologías por descubrir, toda nuestra vida da culto a la química redentora y a las panaceas de éxito, no nos damos cuenta de que todo es parte de un efecto placebo que nos evoca sanidad, curación y motivación de antesala. Empiezas tomando medicación para la jaqueca y acabas tomando 18 pastillas diarias, para aquellos que se medican, para aquellos que saben lo lento del proceso. en los pasillos de las consultas están los agentes de la industria farmacéutica intentando convencer a los médicos de que ha salido un nuevo fármaco que no deben dejar de recetar, los enfermos, que toman el testigo de las cobayas y las ratas de laboratorio son un banco de pruebas a veces improbable, por que cada uno es quien es y cada cual obedece a una cierta naturaleza, después están esos médicos que creen en el arte curador y terapeuta mientras que aquellos artistas que lo dan todo por el arte rentable y no divulgador hacen números con su métrico sistema de la basura oculta en los rincones y hacen cuenta de que la sociedad quiere espectáculo y muestran la miseria irrefutable de aquellos que se dejaron la vida en las trincheras del dolor y la nausea colectiva. Frivolidad hermanos, frivolidad redundando las esquinas, parásitos que guardar bajo la alfombra, y un cortejo con la muerte me espera en el botiquín diario, ahora quieren cobrarme una parte por la barbaridad de medicarme como un yonqui autómata, ahora quieren estos que pague una parte simbólica por atiborrarme a lo que el sistema me aplaca, los yonquis van al infierno, los yonquis edulcorados agarran el confort y lo hacen cajas de Diazepan, tranquimazin, Dormidona, etanol, cortisona, sesonal, seroquel, risperdal, ibuprofeno, rivotril, y todo un conglomerado de redentora química que me salva la vida cada vez que intento vivir como mi naturaleza me exige, la naturaleza de las personas se amolda a la naturaleza reinante, respeto, orgullo, aceptación, mes a mes, caer, crisis, de rodillas, no hay dios, ni cielo, colores pastel y el rey de los simulacros soy yo.
por aquel entonces
Corrían los años de las epidemias de las gripes, tú correteas entre prados de flores y trigales amarillentos, mi abuelo te pide que subas a su mula, al pasar por la calle de tu madre ya os dais por casados, mi bisabuela te prepara dos mudas y un vestido de diario, mi abuelo te lleva montada en su mula, te lleva a su casa, recientemente heredada de sus padres. Por aquella época las cosas en el campo se hacían así. Todo era parte de un trato que se daban los hombres del campesinado. Tu padre está en Montevideo, no sabe si quiera que te has casado, por que aquello por aquellos años era casarse. Pasa un año y ya tienes tu primera hija, ya no correteas por los campos floridos y las espesuras de espiga, has pasado una guerra de niña, has visto partir a tu padre para el extranjero, y ahora ya eres madre de una niña, la niña se parece al padre. Por las tardes haces queso y cuando acabas te sientas con las otras mujeres de la aldea, tienes suerte, las tierras son de tu marido, las tierras, los animales, los árboles frutales y lo poco que se siembre. Así eran las cosas por aquellos años, ahora te quieren meter en una residencia, a ti, con lo que has labrado sola, cría cuervos y vendrán a llevarte con sus garras sutiles hacia la muerte. La muerte, por entonces te parecía mentira.