Rayo de Sol

Mi adolescencia de rayo de sol, y si ahora el sol de la tarde brilla es de azafrán, cielos vainilla, queso Edam y naranjada Kas, vas a ser la comidilla de quien no te quiere bien. Este poeta se sacrifica entre culpa y reinserción, por todo lo dicho y lo que dirán también, no me asusta a mí la muerte, si me llega a mí esa suerte, habrá un Dios universal, u otro mundo adimensional, una grisalla vieja, una careta, un decorado, una soledad añeja y un triste disfraz. Amarillo salía el sol con un latido pruebo y pruebo de buena mañana todo su sabor, mi desnudez del todo embutido en un pijama pues blanca es mi mañana temprana y en la noche se resume el designio del resplandor, una rosa es siempre temprana, tu flor antigua me llama, tu fardiquera está en mi entraña, de luna llena y las risas de los que contemplan mi yoyó. Esperanza compungida en la hora elegida y en la paz del sinsabor, oscuro es mi paladar cuando cierro la boca con toda mi devoción de antaño. Cuando te pienso cercana y ambigua, entre lo que no se espera y se atestigua, la vida en ti es rutina en una sala de espera, en un sofá o en un sillón. Esa paz que tienen las palabras primeras, esa paz de la navidad que despilfarra y aparenta. Y el testimonio es solemne como espíritu sin voz, rayito de sol, ay, rayo de Sol, soy lector en bicicleta, soy la tregua y soy la acequia, soy un viento que se espera, soy la antigua canción del blanco amor, sucumba yo al tango y la flor, sucumba al aprendizaje de la vida con dolor, sucumba al naufragio del corazón. Coraje para la vida, pues si me corto un dedo, el que más falta me hiciera, me cortaría, el dedo índice y postrimería para el viejo mundo y el adiós, para no señalar a cualesquiera, cuando apunto como un espejo, la estatua que dejé atrás del camino, afino bien la puntería. La noche no tiene paredes y el día es un espejo, presagios de cielos celestes y un beso en la cochambre de mi tristeza, pues ¿es ser fugitivo del deber o es entregarse cientos de veces y ser rey mendigo a la vez? Ya sé lo que tengo y que no tengo un céntimo. Soy un cráneo a ti sujeto, lo juro, seré discreto, lo juro por mi desparpajo. No me gusta ser reverso del converso, a contracorriente pierdo el tiempo, y en la risa me hago de acero, y en la efeméride de mi muerte un espantajo, y pierdo en el amor. Soy el dueño de mi tiempo y no desvelo lo que no veo, dizque te escondes y jugando al veo-veo acudiré al bar de veraneo, no es mi norma el tiroteo, pues las sombras se apropian de mi noche, de mi voz y mi resuello. Es del todo la triste noche que me desprecies sin más, por ser viejo, por ser locuelo, por sutileza subliminal. Un viejo cansado, cicatrizado y siempre en el sol de invierno. Silvestre, anaranjado, como azafrán y el terciopelo, y el crisantemo funeral, los aguaceros, el crecepelo y el perfume en tarro de cristal.

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