
La pregunta es básica y elemental, no sé cuál será el motivo por el que los demás se plantean el apropiacionismo. Tampoco me interesa. Pero apropiarse de algo que no te pertenece no es un robo, por así decirlo, es un préstamo sin intereses ni prerrogativas por las dos partes. La una, del artista que creó la obra, y el apropiacionista que se apropia de aquello que no es suyo.
En mi caso diré: no sé dibujar, no sé pintar, el caso es que tengo buen ojo para hallar fondos en ilustraciones ya trabajadas por otros/as. Soy un recolector del trabajo de otros. Soy un campesino de la píxelcracia, soy pangeista, creo en el software libre, y todo esto viene en relación con mi vida de antaño. No uso imágenes mías. Se me da mejor trabajar mezclando o mixturando detalles y fondos que transformo y manipulo.
Todos los artistas lo han hecho. Al menos los más importantes. He leído el libro de Austin Kleon: Roba como un artista y me ha fascinado. En el subtítulo de la obra subraya, o mejor decir recalca, las 10 cosas que nadie te ha dicho acerca de ser creativo, y está en lo cierto en cada una de ellas. Está publicado el libro por Aguilar. Todo un ejemplo que encarna a los artistas y nos muestra una parte que desconocíamos del hecho de crear, del plagio, la epigonía, del apropiacionismo, es la base del arte.
Yo creo en el copyright, aunque apropiándome del trabajo de otros, unos con más mérito que algunos, me hago artista y creo de la manera que mejor sé. Es mi manera de ser creativo. Soy un apropiacionista, sí, pero justamente ahora es cuando los filtros, las máscaras, los stickers, los trabajos de otros están a mano de cualquier fulano o mengano no por causalidad, es por la maravillosa Red de Redes. El Internet ha revolucionado muchas cosas, y ha conseguido que pasemos a ser artistas todos aquellos que somos hijos del fragmento, del retazo, del jirón, del retal de una obra específica y la hacemos nuestra.
Es importante decir que nuestro trabajo sea protegido, remunerado, y respetado. El arte, al igual que el software, debe ser libre pero no gratuito. Cada creador debe cobrar lo que le pertenece. Los derechos de autor son importantes, por eso cuando me apropio de algún detalle en Internet lo devuelvo a Internet de manera gratuita. Respeto muchísimo al artista que cede sus derechos, que lo comparte y también respeto a todo creador que no quiera compartir y desprecie el apropiacionismo como estilo creativo.
En eso el mundo del cante Flamenco es precursor y aún hoy lo sigue siendo. Muchos cantaores y cantaoras se han apropiado, o han versionado, las letras de algún cantaor antiguo. Muchos aficionados al flamenco imitan o se apropian del cante flamenco de Camarón, de Fernanda y Bernarda de Utrera, de la Paquera de Jerez, de los hermanos Mairena, la antigua y legendaria saga de los Pavón hizo escuela ante los puristas. Los Morente y los Habichuela también, aunque actualmente tengan un concepto de miscelánea, es lo que llaman flamenco pop.

Es un deleite rememorar a los antiguos creadores del todo. Desde aquellos hombres que pintaron en las cavernas y milenios después lo llamaron “arte” siempre o casi siempre el apropiacionismo ha asomado la cabeza. Pablo Picasso decía Todo arte es un robo y estaba en lo cierto. Ya que él se inspiró en la artesanía africana para lo que más tarde, mucho más tarde, se llamaría Cubismo.
El arte es lo que codiciamos y lo llamamos o hacemos nuestro. Andy Warhol se introdujo en sus serigrafías inspirado quizá en la fotografía de otros medios para crear aquello que llamarían pop art. También del cómic contemporáneo se ha aplicado el pop art. También Robert Rauschenberg utilizó material reciclado para sus collages desde una manera distinta de crear Arte Pop.
Ahora estamos en tiempos del cryptoarte y este movimiento o vanguardia viene para quedarse, se ha adaptado ya. Todavía es pronto para dar un pronóstico concreto, pero puede que el arte pop y el arte apropiacionista sean sus padres, y tal vez el cryptoarte venga ya a matar el padre y a cortar el cordón umbilical de aquello que empezó en tiempos de tecnología analógica. En el transcurso de eso que llaman Postmodernidad Tardía.
