
En un tablón de anuncios del Centro Cívico de Cerdanyola encontré un grupo que buscaba vocalista. Llegué a su sala de ensayo. Y cantaban una canción que ellos mismos habían escrito. Sin duda estaban influenciados por Jim Morrison y la película The Doors de Oliver Stone. La canción decía algo sobre una ¡Pobre Ofelia! Me acordé rápidamente de Ofelia Parrón Céspedes, una mujer mayor con mucha clase. Era de Almería me dijo. Yo cantaba pero no les gusté al grupo, debió ser porque vino una chica morena, atractiva, cosa que motivó que perdieran el interés por mí. ¿Qué iba yo a ofrecerles con mi tono aflamencado? Al final se quedaron con la chica, pero creo que no llegaron a nada, yo tampoco. Pero me escuchó cantar con mi estilo tipo flamenco pop una chica llamaba Gemma, y es o era, una excelente pianista de jazz. Ella me habló de Xavi. Le comenté que escribía mis propias letras. Poemas ripiosos, malos la mayoría. Gemma me presentó a su pareja. Pero de la misma manera que nos presentó, también convenció a Xavi para que dejáramos de ensayar en un estudio en el ático de un edificio de dos plantas alquilado por Gemma. No he vuelto volver a ver a Xavi nunca más. Desapareció de mi vida. Yo como cantante de flamenco pop era malo, y él un fantástico guitarrista. Me dijo, o se excusó diciéndome que se iba con una orquesta de jazz. Yo no me creí nada. Él estaba entre la espada y la pared. Por un lado yo no cantaba bien, ya que me preocupaban otros menesteres viciosos más que el flamenco pop. Ahí anduvimos. Éramos buenos amigos, pero como si se lo hubiera tragado la tierra, desapareció. Jamás volví a saber de él. Tampoco de Gemma.