
Juan 15: 12-17: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando.
Tener un amigo Juan, llamado Juan, para mí es predilección. No son iguales todos los Juanes. Aunque hay muchos Juanes entre mis amigos. Mis mejores amigos se llaman Juan. Hace unos días que fue San Juan, y aquí en Catalunya se celebra con hogueras y petardos y fuegos artificiales. Tengo a mi amigo Juan Herrada Sabio, y a mi otro amigo, Juan A. Herdi. Después ya no tengo relación con ningún otro Juan, salvo a mi amigo Juni, que hace tiempo que no veo. Yo daría la vida por estos tres Juanes, y por algún otro Juan también lo daría. Mi tío fallecido hace un par de años se llamaba Juan. Y he cogido tremendas borracheras, pero eso es lo de menos. Mi tío era el típico tío que es forever young. Siempre joven. Pero no es lo mismo un Juan que es tu tío, a otros Juanes que son amigos. Aunque mi tío era como un amigo. Un Juan es amigo y en su brazo tiene el pan. Un Juan es hermano de corazón y no hay mar sin su sal. No sé porqué razón me llevo tan bien con los Juanes. Quizá sea porque son amigos de verdad y no tienen ningún temor hacia según qué cosas. Recuerden Juan sin miedo. También hay otros Juanes que admiro, uno, es Juan Rulfo, y el otro, Juan Carlos Onetti. Pero las cosas no son tan sencillas como parecen. Ser un Juan por el que da la vida por ti, es como en la última cena. Repartir el pan y el vino. Llegar a ser un Juan es llevar consigo la lealtad. Ser Juan es verdadera fuente de la amistad, al menos para mí.