El fin del mundo

Si se nos muere el sol también morimos los amantes de la mañana. ¿Y el azul celeste del cielo? No seríamos ni primavera ni verano. Todo sería un invierno opaco. ¿Si se nos muere el sol donde irán los abuelos? Nos pensamos invencibles. Pero todo en la vida es temporal. La luna, ¿quién tendrá como luz que parece tan suya? Sin sol ni luna, el mundo será un oscuro paisaje que no apetece vivir. Del fin del mundo llevan milenios hablando de él. El sol, ese soberano del día y soñador de la luna y las estrellas. Imposible será ya hacer poesía. Todo el trabajo de escritores y poetas relegados a un recuerdo. El sol desnudo y la luna también son símbolo de la luz y protagonistas de tanta tinta en un papel. Seamos optimistas. No podemos crear un sol artificial. El Show de Truman está y vive en Sabadell. No es vanidad por mi parte. Cambiamos un sol de oro, por linternas de cromado oropel. Somos culpables de tanta inseguridad, de tantos mundos en la Tierra, dejemos en paz la guerra, demos cobijo, el sol será como un limón en las tragaperras. Yo no sé. Un sol no se inventa. Es naturaleza a flor de piel. Hubo un rey Sol y un emperador Sol también. Luis XIV e Hiroito se llamaban los que como Nerón incendiaron Roma por arte, dijo aquel. Si se nos muere el sol ya no habrá ni cómos ni porqués. ¿Qué podemos hacer? La justicia será un Seven Eleven y una gasolinera, quizá los ingleses no teman perder la elegancia de la electricidad gratuita que nos pone cachondos. Sírvanse. Que digan eso los amos del mundo. Los resignados con el verbo perder. ¿Qué sentido tiene la vida si el mundo se oscurece y nos encontramos esclavos del querer y no poder?

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