Siempre la misma historia

La televisión se repite más que el ajo. Cada gala, cada evento, los telediarios, el fútbol, el cine de no mucha relevancia, el tenis, la Fórmula uno y las carreras de motos. La Navidad, agosto, y Semana Santa. Siempre la misma historia. Es un hipo de por vida. Risas enlatadas, programas pregrabados, telebasura, todos los años cuando llegan las fechas señaladas ocurre el mismo acontecimiento de plástico. Los anuncios nos invitan a gastar dinero, un dinero que muchos, la mayoría, no tenemos. La televisión es la hipnótica diversión de los pobres. Los que tienen dinero tienen un gusto complacido. No basta con la sobremesa, y el repetido telediario de la noche. Las bodas, coronaciones y divorcios de la monarquía. ¿Por qué me da todo tanto asco? El repetido espectáculo de marionetas y teleñecos. La televisión de ahora no es como aquella otra televisión que nos educaba con dos canales. Siempre la misma historia. Mejor recurrir a la magia de la radio. Mejor recurrir a un buen libro que te consuele la realidad. Mejor ser un hombre encoñado con una prostituta que un encoñamiento con la pornografía del oropel y el artículo o artefacto que no necesitaremos nunca.

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