Aquellos que se van

Es por todos sabido, aunque nunca está de más recordar. A todos aquellos que al fallecer se nos van. De nuestras vidas se nos van. Y no volveremos a verlos más. Es por eso que en esta vida hay que ayudar con tu alegría, hay que tratar de reír, gozar, comer bien, dormir mejor, y olvidar. Dar aquello que puedas dar. Es no perder a nadie tras el olvido. Pues nuestros muertos son nuestros recuerdos. Suena a tópico. Pero vivimos poniéndonos la zancadilla unos a otros. Y no entendemos que esta vida se nos acaba. Todos vamos a morir. La muerte está acechando como un vacío que nos deja la pérdida. Tengamos una cosa en cuenta. La muerte es un tránsito. Porque la leyes de la física nos dicen la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Nacemos para morir. Pero entre un punto a otro de estas dos realidades hay un tiempo en el que no podemos renunciar a vivir la vida. La vida es un paseo, un desfile de amor. Carecemos de libertades, tenemos nuestros miedos, y tenemos la capacidad de amar. Después de eso no hay nada. Sólo hay otra materia, otra transformación. Aquellos que se van no volveremos a verlos. Desaparecen para siempre. Y mientras continuamos nuestra lucha diaria aferrados a las cosas materiales. Y la verdad es que las mejores cosas son gratuitas. Lo gratuito es más hermoso que lo que pagues con dinero. El putrefacto dinero. Hay cosas en la vida que no se recuperan. Se debe vivir desde la bondad. Se debe vivir desde el buen rollito. No hacer daño a ningún ser en la Tierra. Y tratar de amarnos, aunque sólo sea por educación. Aquellos que lo dan todo son aquellos que decidieron dar lo más valioso que tenían. Amar un amigo es consagrarse a Dios.

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