De la soledad al miedo

Cuando hablo de miedo no me refiero al miedo hacía la gente o hacia alguien en particular. Mi miedo radica en mi subconsciente. Tengo miedo de lo que para mí es a ratos un imposible, otras un temor a la vida, y otras, las menores, a la soledad. No es que me dé miedo estar solo, lo que me da miedo son mis propios fantasmas. Tengo que decir que la suerte mía es que mis padres jamás me han censurado. Ni lo harán. Mi miedo parte de la duda y acaba en la sensación de que me sugestiono al creer que decepciono a media humanidad. La soledad no es mala cuando no hay miedo. Pero te trae fantasmas nocturnos que acompasan la psicosis. Yo tengo varias ferrichas que pulir. Vivir es algo fantástico cuando las cosas vuelven a su lugar. Sin darme cuenta me he hecho casi cincuentón. No le temo a la muerte, pero quiero morir sin agonía. Me considero una persona afortunada, aunque no tenga dinero. Pero lo más sustancioso es la paz de los míos y de la gente que quiero y aprecio. La vida me ha dado varias lecciones y puede que le haya visto las fauces al diablo. Pero la soledad es prima del miedo, y el miedo te lleva a la psicosis o la manía persecutoria. Mi mayor torpeza soy yo mismo. He caminado las sucias calles y he visto de todo. Entre desengaños y decepciones me he visto muchas veces en el lugar donde debo estar. Si Dios ha querido que esté aquí es aquí donde debo permanecer. Dios ha puesto cosas a las que amo y aprecio donde está mi lugar. Mi lugar verdadero. He luchado mucho por lo poco que tengo. Pero empiezo a ver luz. Gracias a gente que me quiere y yo a ellos.

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