
Averiguar el ingrediente rejuvenecedor de la baba de caracol. Conocer las constelaciones y los astros en los mapas de astronomía. Equivocarme, una, cien, mil, diez mil, millones, y encontrar la verdad tan cerca en Google o en la ignorancia de los neófitos. Descubrir que algunos medios se hartan de mentir, y otros de maquillar la verdad, y otros trabajan con el plato frío de la demagogia. Rectificar es de sabios, se suele decir, pero errar y errar siempre en los momentos de máxima idiotez, es para el idiota la virtud del verbolario y la carencia de inteligencia del que cree tener la verdad exclusiva. Soy esclavo presidiario, y mi celda es roer el hueso como perros en coloquio, como la flor fecunda del soliloquio. No llegaré a nada porque siempre me quedé a las puertas de septiembre. No soy erudito, ni intelectual ni siquiera un buen poeta. Soy un chaval robado por la calle. Un abandonado del que se preocupan sus padres. Sé que nada sé, que no guardo conocimientos ni misterios con cautela. Tal vez pierda todas las batallas, y puedo decir que me quisieron mujeres hermosas. Pero la vida es una sucesión de ciclos. Yo estoy inmóvil en la sofisticada crítica al mal gusto y a la ceguera estética. Ellos creen tener el don de la palabra. Pero es la palabra la que les domina a ellos. La vida es un misterio y un estanque de nenúfares. La vida es una mujer bella, la última morada es la mejor de todas las putas. La más puta. ¿Porque a caso no sabes que tus fotos tienen un misterio que yo sólo sé? Quisiera escaparme de esta pura formalidad. Quisiera eyacular la realidad de mi semen en la canción aparte de los que soñamos con sexo.