
Muchas veces me digo, quizá demasiadas, ¿en qué lío me he metido? La literatura tiene tres posiciones para llevarla a cabo. Una, como lector, otra, como escritor, y la última, como escritor y lector. Muchas veces pienso que no tiene ningún sentido escribir, pero empecé por el flamenco a escribir poesía, después como manera de evadirme, y por último, por el hecho de la necesidad de expresarme. Pero en este mundillo hay envidias, hay poco riesgo en el mundo editorial, y bueno, llegar a ser un buen escritor no es algo que sea posible de la noche a la mañana. Decirme a mí mismo que en qué lío me he metido es como un arrepentimiento con la boca chica. Me gusta escribir, pero ¿hasta qué punto al alza o a la baja se sustenta de satisfacciones? Son todo desengaños. Y no quiero decir que escriba mal, que no lo digo por mí, lo digo por esos escritores o poetas que no se rinden en la vida. Escribir es un acto difícil, por eso me pregunto ¿qué consigo yo con esto? No me echo nada al bolsillo, pero me encanta ser leído. El caso es que mi vida sin la escritura y la lectura no sería la misma. A través de la literatura escapé de pozos y campos minados. La literatura, la música y el cine son mis deleites. Me gusta lo que hago sea bueno o malo, también en el tema gráfico hago mis labores. Soy un artista de la imagen y las palabras. Los libros son importantes, mejor decir prioritarios. Los libros te abren la mente siempre. Y cuando estás leyendo entras en un magnetismo de simbiosis en conexión con el autor o el lector. Esos son los dos lados que se entienden en la literatura.