Fiebre del sábado noche

Ya no me causan los sábados noche esa tristeza o melancolía por el hecho de no salir. Sin duda he aprendido a estar solo. Lo considero incluso mejor que según qué compañías. Pero los sábados noche eran para mí algo más que salir a divertirse. Los consideraba como una aventura, de la cual he escapado con suerte. Lloret de Mar, Terrassa, la zona hermética, el per qué, el Scorpia, el Pont Aeri, Valencia, y muchos más lugares. El sábado noche para los adolescentes es peligroso y se padecen unas enfermedades que se curan con el tiempo, que son ingenuidad e inocencia. Me he caído de la moto, he destrozado el coche de mi padre, en definitiva, que no sé cómo sigo vivo. Vuelvo a decir, he tenido mucha suerte. Digamos que soy un privilegiado. Mi fiebre del sábado noche empezó en una discoteca llamada Albatros, después Maggoty en Terrassa, y el Crown, en Terrassa también. Recuerdo que a una edad tardía pero joven todavía, me daba cierta tristeza no salir un sábado noche. Para mí eran algo más que una diversión. Nunca se sabía cómo iban a acabar. Acababan muchas veces de la mejor manera, otras, de la peor. He tenido historias tan extrañas, enrevesadas y caóticas que por eso digo lo de que tuve mucha suerte. He vivido de mil maneras distintas, pero nunca he sido consciente del peligro que corría. Quizá esa fuese la razón de sentir el aliento del diablo muy cerca de mí. Amigos que perdí la pista, otros acabaron mal, pero he aprendido la lección muy bien aprendida. He aprendido tan bien la lección que ya no me importa no salir de fiesta. Los brindis al sol y la vida libertina pasaron a ser un recuerdo que ya no me atrae.

A la deriva

Hubo un tiempo que recorría las sucías calles entre asfalto y coches sin itinerario. Estaba destruido. Quizá era que no me quería. Pero redundaba y redundaba en autopistas y en caminos en las afueras. Era príncipe de eriales, de lindes sin lindage, de subsuelos, de borracheras y andurriales. Iba a la deriva y me topé con el naufragio. Me topé con la cara angelical del diablo, me topé con resentidos, con chivatos, con sobrinos de policías. Me plagó la psicosis como un campo minado. Andara donde andara siempre me mutilaba una extremidad. Guerras, naufragios y locuras vinieron a visitarme como juguetes rotos y olvidados. La bebida y las medicinas no se llevan bien. Me destrocé la amistad, el cariño de mis padres, y de boca en boca fui por allí donde iba. Las peleas, las pérdidas de calma, las pesadillas vinieron a mi encuentro y siempre había un caganer que te recordaba la locura el día después. Me quería poco. Ahora he recuperado un manojo de cosas que me fueron arrebatadas. Ahora sí soy un hombre completo, pero tiemblo cuando me siento desnudo.

Babyboom

De las mujeres independientes no se escribe nada. De las madres solteras tampoco. La época del babyboom fue en distintos países en décadas distintas. En Estados Unidos fue en los años 50. En España veinte años después. Quizá eso sería la clara evidencia de que nos llevaban veinte años de adelanto económico, social y también en lo cultural fueron más precoces (aunque a los nacidos en los años 70 los cataloguen como Generación X). No sé si escribir un poema en prosa coñazo, o un coñazo sobre el babyboom en dos países que no se parecen en nada. Pero yo escribiría sobre Andy Warhol y sus colores vívidos. Aunque tiene series que son tan repetidamente vacías y aburridas que no sé cómo tienen la repercusión que han tenido. Sin duda pintó a una élite para convertirse en la élite estadounidense. Ayudó a gente como Jean Michel Basquiat. Andy es más divertido cuando pinta con colores vivos sus serigrafías. Mis favoritas son las de Marilyn, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy. A veces Warhol es una tomadura de pelo. Sin ningún interés artístico, expresionismo abstracto lo llaman. Como la vez que pintó 102 lienzos llamados Shadows (Sombras). Sin duda es una tomadura de pelo. Un cuadro de Antonio López tiene mucho más mérito. Eso no hay ni que decirlo. Aunque Antonio es un hombre sencillo pero su hiperrealismo es pura imaginación creativa a la par que honesta. Pero Andy Warhol es una especie de Dalí que firmó muchos lienzos en blanco y significaba la mismísima mercantilización del arte. Hecho donde también Andy Warhol hizo sus propios desmanes. Reírse del arte es pintar cosas que no tienen ningún interés ni mérito artístico. Y por supuesto es reírse del coleccionista, del visitante de un museo, de los amantes del arte y de mucha gente. Se puede ser abstracto y trasmitir sensibilidad artística, también cierta visión de creatividad honesta. Considero el arte un lugar idóneo para la honestidad.