
Yo no digo que seas malo, cuando hablo en segunda persona del singular me refiero a la segunda persona del plural. Quiero hablar del mundo, pero qué sé yo del mundo, si apenas he salido, y cuando lo he hecho ha sido por motivos amorosos. Cuando hablo de ti, me refiero a vosotros, al mundo que me mira y yo no puedo ver. A veces me salgo del trazado, o cruzo alguna frontera, pero aquí el malo no eres tú, ni yo. Aquí los malos somos ninguno. Estamos ante una confusión más antigua que lo que el hombre y la mujer puedan recordar. No mentir, esa es la base. Y si mientes que sea por piedad. Aunque algunos prefieran ser engañados. Por eso de la esperanza que nos vacía. Tratar de eludir aquello que llevamos como un peso muerto es cuestión de intentar dejarlo guarecido y olvidarlo lo máximo posible. Es parecido a acostumbrarse a la soledad. La soledad es a veces tan necesaria que se busca como un bálsamo reconfortante. La soledad es reencontrarse con nuestra verdad. Repito, la maldad para los malvados, para la buena gente es mejor desear buenos augurios. Que sean felices, que vivan sin hacer daño a nadie. No mentir y tratar de eludir la voluntad errónea de los resentimientos. Se debe eludir la venganza, la sed loca de venganza. Las personas no somos todas iguales. Es más atractivo el mundo con su diversidad. Lo que es cierto es que degustar un café cuando te levantas, una copa de vino en la tardía hora crepuscular. Disfrutar de lo que se tenga. Se debe cuidar con esmero el patrimonio sentimental. Pero siempre existe un momento donde la vida se hace insoportable. Vuelven las sombras. Y todo se pudre de indiferencia.