No mentir y tratar de eludir

Yo no digo que seas malo, cuando hablo en segunda persona del singular me refiero a la segunda persona del plural. Quiero hablar del mundo, pero qué sé yo del mundo, si apenas he salido, y cuando lo he hecho ha sido por motivos amorosos. Cuando hablo de ti, me refiero a vosotros, al mundo que me mira y yo no puedo ver. A veces me salgo del trazado, o cruzo alguna frontera, pero aquí el malo no eres tú, ni yo. Aquí los malos somos ninguno. Estamos ante una confusión más antigua que lo que el hombre y la mujer puedan recordar. No mentir, esa es la base. Y si mientes que sea por piedad. Aunque algunos prefieran ser engañados. Por eso de la esperanza que nos vacía. Tratar de eludir aquello que llevamos como un peso muerto es cuestión de intentar dejarlo guarecido y olvidarlo lo máximo posible. Es parecido a acostumbrarse a la soledad. La soledad es a veces tan necesaria que se busca como un bálsamo reconfortante. La soledad es reencontrarse con nuestra verdad. Repito, la maldad para los malvados, para la buena gente es mejor desear buenos augurios. Que sean felices, que vivan sin hacer daño a nadie. No mentir y tratar de eludir la voluntad errónea de los resentimientos. Se debe eludir la venganza, la sed loca de venganza. Las personas no somos todas iguales. Es más atractivo el mundo con su diversidad. Lo que es cierto es que degustar un café cuando te levantas, una copa de vino en la tardía hora crepuscular. Disfrutar de lo que se tenga. Se debe cuidar con esmero el patrimonio sentimental. Pero siempre existe un momento donde la vida se hace insoportable. Vuelven las sombras. Y todo se pudre de indiferencia.

Llueve en el interior

Llueve en el interior de mi casa. Llueve a cántaros. Y no tengo un paraguas un simple chubasquero para impermeabilizar la lluvia. Es aberrante la lluvia seca que cae. Cae a remolinos una tormenta de plomo y hastío. Caen los chuzos de punta, caen como puntillas de acero. Todo cae. Cae mi esperanza a los charcos y barrizales. Cae el sueño que me acompaña como un niño desnudo. Cae la solitaria voz que no escucho hace rato, horas, días. Caen truenos y relámpagos, cae un agua barro sucia que circula como un río por las calles. Caen mis lágrimas entre la lluvia, como en el replicante de Blade Runner. Los soportales guarecen de la lluvia, pero ni nada ni nadie puede calmar esta tormenta acuciante. Me encuentro entre está vorágine de agua solitario y sin consuelo. No puedo sujetar mi alma con esta agua embarrada que cae sobre mí. No me conoce, pero cae sobre mí. Cae sin compasión. Cae deliberadamente. Quizá mañana salga el sol. Tras esta lluvia que arrasa con todo puede haber un sol tras este chubasco. Tras esta lluvia que cae como agujas de agua fina. Una vez me preguntaron ¿te has sentido cansado de la rutina de la lluvia? Y yo contesté que ya estaba acostumbrado. Que muchas veces cayeron chubascos y anticiclones en el interior de mi casa. Cae agua a cántaros y está todo seco, pero cae y cae agua ¿sobre seco o sobre mojado? No sé, esto es algo que no entiendo en absoluto. Cae un agua turbia pero limpia, limpia pero barrosa, barrosa pero cae en un secarral. No sé si someterme a la lluvia o sucumbir al regadío de acequias que se duermen entre pececillos de plata. Entre sequía y más sequía. Entre charcos sin agua alguna.