Un bicho raro

Los bichos raros no dominarán la tierra, aunque sí el mañana. Mi padre me solía decir: —Eres el bicho que le picó al tren. Un bicho raro es apetecible pero siempre caminará a solas por la cuerda como funambulista. Me encantan las rarezas, las cosas raras de por sí, me llevo bien con los outsiders, con los losers, y con los weirds de todo el mundo. Una molécula en el epicentro de la zona cero de los cataclismos, una polilla necesaria y horriblemente rara. Los bichos raros son los camaleones, los pulpos y los calamares gigantes. Un bicho raro hoy en día es un hombre que le gusta leer poemas de poetas fracasados, de aquellos que lo perdieron todo en la casa de apuestas. Un acabado es un bicho raro porque este mundo hipócrita y cruel lo tiene señalado con la marca en la frente del signo de Caín. Un bicho raro es aquel que subterráneamente se ubica en los metros y las estaciones con techumbre, huyendo de la lluvia, de las tormentas, de los apócrifos escritos que aparecen para heredar la economía después de la muerte de algunos padres escritores, también algunas madres. Tener un libro de artista hoy puede que no valga nada, pero mañana o nunca será un perfecto juego donde página a página, con guante blanco y sensibilidad aguda, se convierta en magia, como la magia de la radio, o la especial amiga que es la música, la buena música. Hoy en día a los bichos raros no les falta un tornillo. Viven cerca de ferreterías, de psiquiátricos con vistas donde el skyline gime entre horizonte y brisa. Un bicho raro no tiene casi nunca dinero, es un desastre como persona, pero se las sabe todas porque las ha visto de todos los colores.

Ostracismo

Negativas de todas las editoriales. Tu poesía no encaja en nuestro catálogo. Escucho hablar del cuervo, que dicen que tiene su nido repleto de oropeles y brillos que divisa. Dicen que lo hace para encontrar su nido desde el cielo. Pero yo no creo en eso. Yo creo que le apasiona todo lo que brilla porque sostiene una luz en el reflejo rutilante del sol. Negativas de todas las editoriales. Indirectas sobre todo lo que escribo. Pero tengo una voz en mis blogs. Cada día entrego una alegría nueva. Como los músicos de la Barcelona Gipsy Balkan orchestra. Orquesta que cada mañana monta su espectáculo en funerales y en las grises calles de la vieja Europa. Como los alejados del mundo de los vivos. Yo también soy muy vivo, me río de la conmiseración hacia mí. Aunque sea un solitario. La vida es tan efímera que al doblar la esquina te encuentras con lo que no esperabas y te condenan al ostracismo aquellos que lo que esperan de ti es la experiencia de otro que llegó antes que tú. Flores negras y pumas azabaches como el oscuro final de la gangrena. Yo no quiero ser poeta que ve oropeles y brillos desde las alturas. Yo no quiero ser poeta. Es muy difícil. Y todos quieren tener la palabra exclusiva y la última sentencia. Yo no quiero sentenciar nada, te juzgan sin ellos ser juzgados, como juez que juzga tanta inmundicia. Negativas que cosecho después de haber sembrado todo lo que he podido y mucho más. El mejor dinero que gané en la literatura lo invertí en libros. El mal dinero que gané en la vida, no lo disfruté. Por eso digo que ser hampón no compensa, ni el crimen, ni el libertinaje, ni la voz retumbante de una tuba. Pero ser escritor es una tarea elitista y no todos tienen el beneplácito de otorgarte una concesión o un elogio que te haga el boca a boca y te devuelva el oxígeno perdido en el sacrificio que llevan a cabo los poetas condenados al ostracismo. La sangre, la del poeta, es un coágulo entre la caligrafía del doctor y la costra que se cierra con el tiempo. Por eso digo, el mejor dinero que ganes que sea cosecha de lo que sembraste. Y nunca la siembra que no cosecharás nunca. Así es esta cosa que llaman literatura, poesía o la voz de la palabra. A veces es mejor permanecer callado.