La gente habla

La gente habla porque no tiene nada que decirse y se habla de aquellos que no tienen un sentido muy afinado. Si no hablara la gente, ¿de qué iban a hablar? Si mirarse les duele y se sientes como niños perdidos en el relente del silencio. La gente vive tranquilamente la vida de los demás. Se compadecen, se persignan, se lamentan, se quieren de cien maneras distintas. No quiero ser sacerdote de la moral de los otros. No pretendo tener prejuicio sin antes saber qué les llama la atención de una persona que no puede replicarles. ¿Acaso dejaron de ser valientes ante el miedo de entreguerras y sinsabores escogidos como el que azarosamente da con una almendra amarga? La gente se disculpa, la gente se entienden bien entre ellos, están con la calma de un calor serenado por la soflama del equilibrio importante que yo quisiera para mí. Y no lamento su vida, porque les entiendo. Les entiendo tanto que me siento montado en sus coches como un pasajero más. No quiero ser un dedo acusatorio. Tengo mi entraña en la de ellos cosida por un hilo de sutura. Tengo una cicatriz en mi frente desde que huía de las preocupaciones de mis padres y hermanos. Estoy desenredado de cariño y calor humano. Solo me queda respirar el mismo oxígeno, y pensar en que Adán como primer hombre no tuvo a nadie a quien juzgar. Soy la desilusión de los hombres corrientes. El canto con el que se dan en los dientes los hombres que se tropiezan. Soy testigo ciego de que un mundo es diferente pero yo no tengo cómo hablar de ese mundo. Porque no puedo. No puedo porque me duele lo escrito al releerlo por segunda vez. Soy un cero a la izquierda y no creo en las batallas de la voz que regresa.