Poesía elitista

Yo no me considero poeta, un buen poeta es aquel que hace y crea imágenes a través de la palabra. No soy un poeta porque me tachan de radical y me tachan de que escribo poemas rimados. Dicen que son cacofonías. No me interesa lo mås mínimo lo que piensen. Hay poetas que escriben narrativa, y novelistas que escriben poemas. La poesía está de nuestro lado. Sentada junto a nosotros y cuando ella lo quiere aflora como una amapola entre espigas de trigo. Porque ser poeta implica estar solo. Y no solamente para leer, sino para acercarse a la poesía y entregarse por entero a ella. —A cualquier cosa llaman poeta; yo no estoy de acuerdo. La poesía es patrimonio de la humanidad. Por usar una metáfora o un verso de un poeta conocido no se puede acusar a nadie de ser epígono. Las palabras no tienen dueño. Las palabras son la verbigracia eterna de los que saben moldear su arcilla. Un poeta debe ser humilde, debe ser perfeccionista, debe no pretender ser un poeta ante un público selecto, porque la poesía, la buena, carece de elitismo. Tantas veces me han tildado y etiquetado frente mis propias palabras que he llegado a plantearme dejar la poesía para siempre. Pero a mí la poesía me ha salvado la vida, y me ha apartado de la reclusión, me ha hecho mejor persona. No me considero poeta pero me considero digno ante las fieles palabras. Ahora no fumo, ni bebo, aunque sí voy con mujeres, por eso me han confundido con otro tipo de hombre. Yo soy fiel a mis parejas, no soy vengativo. Pero me voy sin hacer ruido. No me planteo mi vida sin poesía. Mi poesía es una cicatriz que perdura mientras yo perdure. No tengo descendencia pero tampoco creo llegar a grandes propósitos de éxito y aires de grandeza. No seré académico, no seré epígono, aunque odie el plagio. Pero lo que más me importa es resolver una paz en armonía con la gente que discrepé en su momento. De los poetas no he aprendido cosas vergonzosas, al contrario, me han dado la capacidad de tener mi propia voz. Crápulas hay en cada familia uno. Yo soy un cuadro daleao’ pero de quién más aprendo es de mi amigo vasco. Su pudor y su pulcritud a la hora de escribir se la debe a la lectura voraz.

Desangrado del sueño

Estoy desangrándome por dentro. Gota a gota se me va, se me va el pulso, se me va. Desnudo me convierto en azul pero sin ser príncipe de ningún cuento de hadas. Soy hemoglobinamente anémico. Sufro la diarrea del café. Ante ti tiemblo de desangelada calma. Hoy decía un fake News que los proxenetas estaban en sus mansiones con grifería de oro, y no, nadie los movía de la tranquilidad de los jardines y los laberintos de cipreses. El verano se despegará de la primavera, y el calor hará estragos en los soñantes con fiebre permanente. Estoy desangrándome por dentro. Me estoy quedando sin grupo sanguíneo, me abandona hasta la sangre, la mía, la que heredé del chimpancé, del genoma humano, del eslabón perdido, de la huella seca, del homo sapiens extinto. El transhumanismo está avanzando para la masturbación con IA. Con ADN. Con el Internet de las cosas. Con los locos de la vida. Una voluntad sexualmente creativa es gozar de tus zonas erógenas que sólo conoces tú a solas. Y te llevarán con prisa hacia el orgasmo intenso. Y perderás la cabeza bajo los albicelestes cielos que reincorporan a la mañana de su asesinato diario. Un prejuicio es lamentar aquello que una vez se fue. Desperezarse bajo la sombra del ruido, mientras a las cinco tomamos café. Me estoy desangrando por dentro. De dolor nocivo es mi algoritmo suculento. De pereza que engorda es la espina de rosa del frecuente retiro del viejo y el esperado día señalado del joven risueño. Nunca supe porqué me tocó a mí el pálpito de luz y el bocado indigesto ante el sí y el no. Quisiera volver a mirarte, como lo hice antaño. Tranquilo, no me hiciste daño. Tan solo cambié de rastro y se camuflaron relojes de arena en el desierto yermo. Me estoy desangrando por dentro. Por defunción cierro.