
Aquí abajo de mi casa hay una magnífica biblioteca. Pero yo prefiero la biblioteca virtual. Puedes leer con más tranquilidad y no ir con prisas. Entre escritores y libreros hay una cierta complicidad que los define. Unos como creadores de la palabra escrita y los otros como vendedores de la letra impresa. Lo indignante es que los derechos de autor sean poco respetados por la mayoría de manera insustancial como el que adquiere gratuitamente. Escribir un libro es una tarea difícil. Decía Roberto Bolaño que cada lector tiene la librería que merece. En Internet hay infinidad de libros que los derechos han pasado a dominio público por longevidad, pero también hay muchos con los derechos de autor todavía vigentes. Esto ocurre con frecuencia en los libros electrónicos. Yo soy socio de CEDRO y me resulta importante que se respeten los derechos de autor del que elabora un trabajo, también desprecio el plagio. Los editores independientes son más valientes a la hora de arriesgarse que las grandes editoriales. Hay quienes opinan que el futuro de la palabra impresa pasará por el filtro de la autopublicación. Y puede que tengan razón. De lo que estoy seguro es que siempre existirán libreros y bibliotecarios. Los libros en papel no dejarán de existir. Son un invento magnífico. Hay mucha gente involucrada en el mérito editorial, algunos para publicar a escritores desconocidos tienen que invertir en libros amarillistas o de fútbol. Un buen libro es el que te habla a ti solo en voz baja. Si no te gusta la música, la lectura y la escritura, y también el cine, seguramente carecerás de gusto por otros placeres sencillos que tiene la vida. Los libros piratas son un delito, pero hay un mundo paralelo con ajuste de cuentas frente al despecho por envidia.