Su tabaco, Gracias

Echo de menos la voz enlatada de las máquinas de tabaco en las gasolineras. Ellas me decían lo que dicen todas. Su tabaco, gracias. Yo le contestaba: —de nada. Fumar un cigarrillo, solo uno. Para disipar la fiebre, para reencontrarme con el humo azulado de un cigarrillo. Cuando llega la hora de los reproches me vienen unas ganas locas de fumar un cigarrillo. Tan solo uno. Con uno me conformo. El momento de los reproches es una incontinencia de sentimientos que hay que dar salida como una necesidad para el consuelo. Un pájaro negro vuela desde mi mirada. Agazapado está en el bosque de mi locura. No quiero hacer de esto una terrible tragedia. Pero un cigarrillo, por el amor De Dios. Eso no se le niega a nadie. Ya sé que es vicio que persiste entre calenturas y sudores fríos como la escarcha. Mi tabaco no será una manía más de la que escapar. El tabaco es muy difícil de dejarlo. Hay momentos que lo pasas realmente mal. Por ejemplo cuando despiertas del sueño, incluso cuando duermes te acuerdas del tabaco. Luego está el momento de después de comer, y también de cenar, siempre aparece las ansias por un cigarrillo. Pero hay que resistir aunque sufras.

Deja un comentario